Sniace, la gran oportunidad
Probablemente no lo esperen con ansiedad, pero en los próximos meses empezaremos a conocer las muchas propuestas de los partidos políticos para resolver el futuro de Cantabria, además de las que aparezcan en el nonato Plan Estratégico de la CEOE. Y todas serán buenas, bienintencionadas y hasta oportunas. Pero después de nueve legislaturas y de constatar que la historia ya llevaba mucho camino recorrido antes de que se fundase la autonomía, no es fácil oir algo que suene a nuevo y no sean los socorridos lugares comunes de la I+D+i, la formación o –el último en boga– las industrias 4.0, recetas que pueden valer lo mismo para Cantabria que para Sudáfrica.
En tanto las mentes brillantes de tantos partidos como hay en liza nos sorprenden con ideas para hacer de Cantabria la Suiza del Sur o El Caribe europeo, habrá que pensar en sacar más provecho de lo que ya tenemos. Por ejemplo, la oportunidad de hacer un magnífico polígono industrial en las hectáreas de suelo sin uso que tiene Sniace dentro de su recinto fabril, ahora que tan empeñados están en Torrelavega en convertir la mies de Las Excavadas en un parque industrial, agotando una de las pocas posibilidades de expansión que tiene la ciudad.
Resultaría comprensible si no hubiese ninguna alternativa, pero la hay; y si Las Excavadas fuese la solución más inmediata y sencilla, pero no es ninguna de las tres cosas. Desarrollar Las Excavadas requerirá dinero; al menos ocho o diez años, más tiempo del que ningún empresario del siglo XXI está dispuesto a esperar; y estará sometido a muchas incertidumbres, porque para recalificar ese lugar hay que retorcer las normas ambientales. Ni siquiera hace falta recordar los muchos disgustos y gastos que han acarreado a posteriori ese tipo de empecinamientos.
Hace más de un año que Sniace presentó en el Ayuntamiento de Torrelavega un proyecto para que se le permitiese reordenar los terrenos de su fábrica, con el fin de concentrar instalaciones y procesos industriales, derribar las muchas naves que ya no tienen ningún uso y convertir todos los suelos excedentes en un parque empresarial, al servicio de quien quiera adquirir una parcela para asentar allí su negocio. Es cierto que, en el pasado, algunos accionistas de Sniace presentaron planes parecidos que casi siempre encubrían una operación inmobiliaria, con recalificaciones de parte del suelo para construir cientos de viviendas, pero la fábrica ya no pretende nada parecido, entre otras cosas porque ahora no se vendería ninguna. Lo que pide es la recalificación de un esquinazo para usos comerciales (un hipermercado) y, a cambio, se ofrece a cederle al Ayuntamiento gratuitamente todo el frente del complejo industrial, incluido el velódromo, con lo que las arcas públicas no tendrían que pagar la expropiación ahora planteada.
Sin entrar en disquisiciones sobre si el intercambio ofrecido por Sniace debe matizarse más o menos, lo insólito es que el Ayuntamiento no haya ofrecido ninguna respuesta en un asunto tan vital para la comarca. Son muchas las piezas del puzzle que podrían encajarse con los terrenos de Sniace y todas de gran calado: Torrelavega dispondría de suelo industrial de inmediato, tras el agotamiento del polígono de Tanos-Viérnoles y las escasas reservas de Reocín. El Gobierno regional no se vería obligado a hacer la gran inversión de Las Excavadas, un dinero del que no dispone y que tardará décadas en recuperar (hasta que no se venda la última parcela). La imagen de la ciudad cambiaría radicalmente de inmediato, algo que necesita imperiosamente, con la desaparición de las naves más tenebrosas y el retranqueo de la fábrica, que quedaría semioculta por una pantalla forestal; y Sniace podría obtener el dinero que necesita para su plan de inversiones con la venta del suelo que no utiliza y del espacio comercial. Sin olvidar que los empresarios que buscan suelo encontrarían en ese lugar el mejor de la región, al pie de las dos autovías principales, del ferrocarril y del río, con todas las infraestructuras ya construidas. Decía Lacan que lo obvio es lo que suele pasar desapercibido y lo obvio es que el polígono industrial de Torrelavega ya existe.
Quizá a fuerza de verlo como un espacio cochambroso hasta nos hemos acostumbrado a pensar que Torrelavega está condenada a ser así, pero Torrelavega ni se merece ese fatalismo ni la falta de ambición que han demostrado los grupos municipales y las instituciones ante lo que hubiese debido ser su gran proyecto de legislatura. Todavía están a tiempo.
Alberto Ibáñez