Recuperación rápida
Por increíble que parezca, el mundo sale de su mayor crisis en muchas décadas con mejor cara de lo que cabía esperar, y el país también. A pesar de que se hacían apuestas sobre los cientos de miles de empresas que iban a cerrar después del dramático 2020, lo probable es que no sean muchas más de las que ya han cerrado. El resto, que han sobrevivido gracias a los ERTEs y a los créditos ICO, van a reflotar en pocas semanas en su inmensa mayoría por la intensidad con que se está recuperando el consumo. A día de hoy, es prácticamente imposible encontrar un contratista de construcción para una reforma y todos ellos suspiran por un albañil con experiencia, que estarían dispuestos a contratar a precio de ingeniero. Lo peor es que no los hay, lo que demuestra que la formación profesional, incluida la de desempleados, no satisface las necesidades del mercado.
El país ha resistido mejor de lo que cabía esperar el peor embate en muchas décadas
Las cifras de afiliados a la Seguridad Social en la región han subido a cotas históricas y el desempleo está bajando muy rápido. El paro registrado está ya por debajo de las 40.000 personas, cuando en febrero se situaba en 45.000 y ahora parece inverosímil que en 2013, en lo peor de la crisis anterior, llegásemos al borde de los 60.000 parados. Aunque es cierto que aún queda gente en ERTE, es solo una pequeña fracción de todos los que habían entrado en este mecanismo de protección y la campaña turística reducirá drásticamente esa bolsa de afectados, por lo que las tensiones entre la CEOE y el Gobierno a la hora de prorrogar los ERTE hasta septiembre va a tener mucha menos importancia de la que se le había dado.
La OCDE acaba de revisar al alza la expectativa de crecimiento de España para este año y el que viene, lo que contribuye a crear una cierta tranquilidad, después de que todos los institutos internacionales rebajasen las expectativas del país hace unos meses. Aunque la temporada turística vuelve a estar en peligro, es probable que en las próximas semanas algunos otros organismos se corrijan para elevar la tasa de crecimiento esperado para este año y el siguiente por encima del 6%.
Hay que tener en cuenta que es un rebote; crecemos para volver a donde estábamos, pero posiblemente no necesitamos dos años largos para conseguirlo, porque la maquinaria estaba ajustada a una velocidad de crucero bastante más rápida y lo único que necesita es recuperar la demanda. Con unos consumidores deseosos de lanzarse a la calle a disfrutar de lo hasta ahora vedado y con unas tasas de ahorro que lo permiten, va a ocurrir con relativa rapidez, al contrario de lo que sucedió la década pasada con la Gran Crisis. Fue aquella larga duración la que destruyó mucho tejido productivo que ha costado mucho recuperar, y no por completo. Para demostrarlo están las orillas de las nuevas carreteras del norte de Marruecos, llenas de máquinas de obras públicas que un día fueron españolas y nunca volverán.
Los índices de crecimiento de Cantabria en estos momentos son bastante mejores que la media nacional y muy sólidos, porque están apoyados en la recuperación industrial. Que el puerto de Santander haya tenido su mejor cuatrimestre de la historia en movimiento de mercancías, es muy significativo. Pero no conviene dejarse llevar por el optimismo, porque el repunte de la Covid cuando parecía que las vacunaciones habían ganado la batalla es una cura de humildad y, sobre todo, un factor de incertidumbre extraordinariamente grave sobre la campaña turística, en la que nos jugamos mucho.
Mientras tanto, el país parece jugar a la polémica permanente y a poner en peligro su credibilidad internacional. Por mucho que nos desgarremos las ropas cada día, todos sabemos que, con un gobierno en minoría, es imposible hacer reformas constitucionales (ni siquiera las podría hacer uno con mayoría absoluta sin sumar a partidos de la oposición) ni habrá peajes en las carreteras, ni habrá subida de impuestos por el momento. Un Gobierno en minoría tiene enormes dificultades para introducir cualquier modificación de calado, porque a las presiones externas se unen las internas de sus socios. Rajoy, con una posición algo más sólida, ya comprobó que desgastaba menos no hacer que hacer y Sánchez, que por naturaleza es temerario, lo ha podido comprobar hasta extremos que a cualquier otro le hubiesen convencido para no seguir.
La ventaja que tiene es que, si la economía avanza a ritmos del 6% hasta final de legislatura, como presume la OCDE, la recaudación fiscal va a crecer muy deprisa, incluso sin reformas y sin añadir los efectos del dinero que llegue de Bruselas. No dará, en cualquier caso, para reequilibrar el gasto en pensiones, el auténtico agujero negro del sector público, aunque el Gobierno ha tenido la habilidad de llegar a un acuerdo con los agentes sociales, que le va a dar un respiro. Pero, desengañémonos, el problema de las pensiones es mucho más grave que todo eso y no tendrá solución hasta que PSOE y PP pacten dejarlo al margen del debate político, conscientes de que ese asunto va a quemarles de igual manera, porque antes o después el PP volverá a gobernar.
El resto de los problemas van a parecer mucho más llevaderos en estos meses, con una receta de vacaciones, fútbol internacional, sol, chiringuitos (de playa) y con la relativa desaparición de los temores de la Covid. Como los escolares, hemos pasado un curso muy muy duro y tenemos derecho a olvidar.