¿Y la gasolina?
Según la Encuesta de Presupuestos Familiares, los hogares españoles pagaron el pasado año 787 euros de media por la energía eléctrica consumida. La OCU, que estima un cifra algo menor (640 euros) advertía en julio, cuando el precio de la luz en origen ya duplicaba el del año anterior que este año los españoles pagaríamos 814 euros. La realidad es que serán más, porque desde entonces la luz no ha hecho más que subir. Lo curioso es que nadie ha vuelto a poner cifras para saber si esos 150 euros más al año se transformarán en 250 o en 300. Según esos escenarios, serán entre 10 y 30 euros más al mes (si esas cifras se consolidan durante todo el año) y sin tener en cuenta el efecto de las medidas que ha adoptado el Gobierno en septiembre.
La cuantía no parece tan dramática para la familia media (otra cosa es lo que ocurre con la industria electrointensiva) a pesar de que el precio del megavatio/hora lleva cuatro meses abriendo cada día los telediarios. Quizá lo sea para quien esté en una situación tan apurada que cualquier gasto le supone una renuncia vital, pero entonces, cómo entender que nadie haya prestado atención a la subida paralela de los combustibles, que han supuesto entre doce y catorce euros más por cada depósito, unos 30 euros por conductor al mes. Alguien ha decidido que lo de la gasolina y el gasoil no es grave, pero lo de la luz, sí. ¿Por qué?
Como no parece que los periodistas le tengamos más manía a las eléctricas que a las petroleras, da la sensación de que en cada momento nos dejamos arrastrar por un fenómeno distinto.
En tantos años como lleva vigente, nadie había prestado mayor interés al sistema de subastas del mercado mayorista, salvo cuando en un par de ocasiones la electricidad se vendió a cero euros, porque un temporal de viento hizo que los aerogeneradores por sí solos ofreciesen más energía de la que en ese momento (un puente de Semana Santa) consumía el país, y ellos siempre ofertan a 0 euros, para garantizarse la contratación, sabedores de que al final cobrarán lo que pida el último de los generadores admitidos, por lo general las centrales de gas o de carbón, cuya energía es mucho más cara de producir.
El sistema es así, en España y en muchos otros países, y nunca había dado lugar a grandes quejas, lo cual no significa que no sea mejorable, porque es susceptible de alguna picaresca, como aprovechar para vaciar un pantano (cuyo coste de producción eléctrica es muy bajo) cuando la cotización del megavatio es más alta.
Lo que está pasando, por indignante que sea, no es muy diferente a lo que ocurre en el resto de los países europeos, donde las subidas son igual de escandalosas, si bien es cierto que España, Grecia y Portugal están en lo más alto de la tabla de precios, solo por detrás de Italia, pero a muy poca distancia están Alemania, Francia, Holanda y Austria, donde los informativos no acucian cada día con el precio de la luz en el mercado mayorista.
Y como no está bien que nos olvidemos de que el combustible también sube, aunque no lo digan en los telediarios, vamos a recordar que estamos a punto de superar el mayor precio histórico que haya tenido nunca la gasolina, los 1,424 euros que alcanzó en la última semana de julio de 2014. Eso, al parecer, no es noticia.