La tienda que nunca cierra
No hay horarios, no existen las fiestas y tampoco se van de vacaciones. La tienda perfecta. Las máquinas expendedoras trabajan las veinticuatro horas del día todos los días del año sin necesidad de un empleado que las vigile. Un sistema de compraventa eficaz que se conoce como vending y que cada día tiene más auge. Las expendedoras de cajetillas de tabaco abrieron hace años la puerta a toda una serie de productos que se comercializan con un éxito creciente a través de estas tiendas singulares: refrescos y cervezas, botellas de agua, chocolatinas, sandwichs, llaveros, preservativos, patatas fritas en el momento y hasta pizzas se obtienen a cambio de unas monedas con total naturalidad.
La venta automática triunfa en el norte de España donde están instaladas el 43% de las máquinas expendedoras del país. En Cantabria se contabilizan aproximadamente siete mil cuatrocientas máquinas la mayor parte de ellas, de tabaco, el producto estrella del vending. El resto corresponden a las expendedoras de bebidas en botella o lata, aproximadamente un millar, a las que se suman cerca de cuatrocientas de café y máquinas de espirales que ofrecen alimentos y golosinas. No se incluyen en este cómputo las pequeñas máquinas de café que se dejan en depósito en las empresas, dado que el elevado número de operadores hace que por el momento resulte imposible aventurar una cifra fiable.
A pesar de estas cifras en opinión de Resti Martínez de Resti Comercial Hostelera, “en Cantabria no hay la misma cultura para el vending que en otros lugares, donde tiene mucha más aceptación”. Martínez lleva treinta y cinco años en la venta de expendedoras y percibe una fuerte expansión de un mercado que se reparten fundamentalmente dos grandes distribuidores de venta, su empresa y Azkoyen, y cerca de una decena de operadores, empresas que alquilan las máquinas.
Fuertes inversiones
Los empresarios de vending se ven obligados a hacer fuertes inversiones para reunir un parque de maquinaria que resulta cara y se queda pronto obsoleta. Las expendedoras de tabaco y café tienen una vida útil de entre seis y ocho años, las de espirales para productos de alimentación entre diez y doce. La amortización de cada una de ellas es distinta, pero hay un cierto acuerdo en que las más rentables son las que sirven latas.
El precio de las máquinas varía según la complejidad técnica y las dimensiones. Las más caras son las de espirales (entre ochocientas mil y un millón doscientas mil pesetas). Las de café se ofrecen en una horquilla de precios que va de las trescientas mil pesetas a las ochocientas mil. Los lateros o botelleros suponen una inversión de seiscientas mil pesetas como máximo, mientras que las expendedoras de tabaco oscilan entre las trescientas mil pesetas y el medio millón.
Las máquinas más solicitadas siguen siendo las de cigarrillos, que ya han creado un hábito en el consumidor. “Por cada diez máquinas de tabaco, vendemos una de otros géneros”, dice Martínez. Los establecimientos pueden optar por adquirir las expendedoras o dejar que sea un operador quien la instale en su local y participar en los beneficios. Una tercera fórmula en uso es la cesión por parte de Altadis (Tabacalera) de máquinas de su propiedad, fácilmente identificables por los logotipos de la empresa.
La máquina no sólo se ha convertido en un operario fiel y dispuesto a prestar servicio en cualquier horario, sino que se presta a otras vías de rentabilización. Una de ellas es la publicidad y los hosteleros también han aprendido a sacarlas un rendimiento añadido alquilando los paneles del expendedor a compañías tabaqueras que así pueden anunciarse en el momento mismo en que el consumidor toma la decisión de compra.
Para vender tabaco, hasta hace dos años sólo hacía falta obtener un permiso que otorgaba Tabacalera completamente gratis. Una licencia por la que ahora las seis mil máquinas instaladas en la región han de pagar treinta mil pesetas cada tres años.
Como se ve, todas las partes implicadas han buscado la forma de sacar un rendimiento económico de las máquinas, y a esta estrategia no son ajenos los organismos públicos que cada cierto tiempo suelen sacar a subasta la instalación de expendedoras automáticas en sus edificios.
Otros productos
Las máquinas de bebida (zumos, refrescos, agua y cerveza) llevan un proceso de rápida expansión, pero su excesivo peso y volumen limita sus posibilidades. Los cuatrocientos kilos que pesa cada botellero, como consecuencia de la necesidad de disponer de un aparato refrigerador, impiden colocarlos en la mayoría de las oficinas y por lo general acaban aparcadas en las calles al lado de algún negocio del que dependen. La mayoría de ellas son propiedad de la firma Coca-Cola.
Las expendedoras de preservativos han tenido varios ciclos, y vuelven a aparecer en bares y pubs, además del exterior de algunas farmacias, pero este tipo de negocio, por lo general, lo explotan directamente los fabricantes de profilácticos.
Tampoco han llegado a popularizarse las expendedoras de sandwichs calientes (el producto está almacenado en una cámara de frío y se tuesta al momento). En Cantabria sólo existen dos máquinas de este tipo, que están instaladas en el Hospital Valdecilla, aunque el negocio de la comida semipreparada tiene unas posibilidades extraordinarias de futuro. Telepizza lleva tiempo pensando en aplicar este sistema para comercializar sus pizzas en formato vending. El consumidor adquiere pizzas individuales ya preparadas de antemano y las hornea, pero por el momento no puede seleccionar los ingredientes a su gusto.
No han llegado aún a la región las freidoras de patatas, capaces de servir crujientes en un envase de cartoncillo y que resultan más atractivas para el público que para los reponedores, ya que el aceite se mantiene permanentemente caliente y eso dificulta el proceso de sustitución.
En este campo de las comidas rápidas no podían faltar las hamburgueseras, que ya se ofrecen en expendición automática, aunque sus virtudes cualidades gastronómicas, si es que las tienen, aún no se han podido comprobar en la región.
La demanda de café
Las máquinas que más se están popularizando son las de café, que han dejado de ser un servicio exclusivo de cines, hospitales, aeropuertos, estaciones y grandes empresas. Cualquier oficina de ocho o diez empleados tiene ya su propia cafetera de monedas, gracias a la aparición de expendedoras de reducidas dimensiones y a la proliferación de empresas operadoras. Pero la mayoría de ellas no pueden considerarse vending propiamente dicho. Para los profesionales del sector, las máquinas que no dan cambios son un negocio distinto que se conoce con el nombre de in cup (en taza). Estos aparatos, en los que hay que introducir el importe exacto de la consumición, y por tanto más sencillos técnicamente, sustituyen a las auténticas máquinas de vending en lugares donde el consumo no justificaría una máquina más compleja.
Gracias a los avances técnicos en las expendedoras, los empleados pueden consumir una taza de café o chocolate con el punto exacto de azúcar que deseen, sin salir de la oficina y a un precio de apenas cincuenta pesetas que debe sufragar tanto los ingredientes como la amortización de la máquina, porque la estrategia comercial de las distribuidoras las lleva a prestarlas sin coste para la empresa que recibe el servicio.
El éxito de las máquinas del café radica en buena medida en la mejora de la calidad que han conseguido. Frente al líquido de hace algunos años, que sólo tenía apariencia externa de café, las cafeteras modernas de monedas muelen la dosis exacta de café en grano con cada servicio, en beneficio del aroma y del sabor. El consumidor añade a su gusto la leche o el azúcar. Los modelos más sencillos, de reducido tamaño, sólo ofrecen la infusión de café, que se mezcla con un sobre de leche en polvo o con una pastilla de leche concentrada.
Uno de los fabricantes de máquinas de café se encuentra en Cantabria. Es la firma ECA, de El Astillero, que no sólo abastece al mercado nacional, sino que ya exporta a otros países sus máquinas automáticas.
Una gravosa inversión
La elevada inversión reduce la rentabilidad del negocio. “No se trata sólo de colocar las máquinas y reponer el producto, también hay que financiarlas”, precisa uno de los empresarios del sector. Una máquina grande de café cuesta entre quinientas mil pesetas y un millón por lo que no resulta difícil que una empresa acumule un inmovilizado de 50 millones de pesetas y su vida es muy corta, “a los cinco años ya esta estropeada”, o en un tiempo muy inferior si la máquina está en la calle.
La rentabilidad de cada expendedora va asociada a sus características que condicionan el consumo. Una máquina de tamaño medio puede obtener fácilmente un rendimiento de veinte mil a cuarenta mil pesetas al mes. No obstante, cada tipo de máquina tiene su propio umbral de rentabilidad. Las más pequeñas están preparadas para un consumo medio de entre diez y quince cafés diarios mientras que las que se instalan en las fábricas pueden expender 150 cafés por día.
Una de las empresas nacionales más introducida en el campo del vending de alimentación es Deman, del grupo Altadis (antigua Tabacalera), con 350 máquinas instaladas en empresas cántabras de más de 25 trabajadores, lo que supone una cuota de penetración muy alta. Este vending cautivo tiene una ventaja con respecto al callejero, el de no tener que afrontar el vandalismo, una auténtica plaga para el sector. Eso permite introducir máquinas más delicadas, como una de zumo natural que exprime in situ las naranjas previamente refrigeradas, que Deman tiene en una de las zonas de descanso de los trabajadores de El Corte Inglés.
Posibilidades infinitas
Las auténticas posibilidades del vending aún están por explorar, pero parecen infinitas. La progresiva incorporación de productos demuestra que sólo hay que echarle imaginación. Las máquinas ya alquilan películas de vídeo, permiten retirar o ingresar dinero, realizar operaciones bancarias relativamente complejas, como el traspaso entre cuentas, sacar entradas para espectáculos que se celebran en otra ciudad y proveerse de un número creciente de alimentos. En Cataluña, una empresa acaba de obtener la exclusiva para vender piezas de fruta a cien pesetas. Un negocio que puede funcionar muy bien en hospitales o grandes empresas. También son capaces de pasar por un grill o un microondas un plato combinado y servirlo recién hecho, pero muchas de estas novedades han de esperar a que la clientela se acostumbre para saber si definitivamente se consolidarán en el mercado.
De cara al futuro, las máquinas automáticas están dispuestas a entregar, a cambio de unas monedas, productos aún más insólitos pero probablemente, ninguno tan poco presumible como el que ha puesto en marcha un empresario cántabro: la venta de gusanas de cebo para la pesca. Si es posible vender animales vivos, está claro que no hay cotos cerrados para las máquinas.