Clemente Fernández, el cántabro que tumbó los consejos de tres cotizadas
El nuevo presidente de Abengoa, Clemente Fernández, ha sido el protagonista del primer encuentro del Círculo Empresarial de Cantabria Económica tras la llegada de la pandemia, celebrado en el Hotel Real Santander. El inversor cántabro relató durante su conferencia cómo pasó de regentar un hotel en San Vicente de la Barquera a ponerse al frente de varias compañías cotizadas del país; animó a las empresas cántabras a apostar por los sectores donde hay más barreras de entrada e hizo un repaso de las energías del futuro. Recomendó entrar en el negocio del hidrógeno y aprovechar
Clemente Fernández ha demostrado que un particular, sin otro interés que defender su inversión, puede tumbar hasta tres consejos de administración de empresas cotizadas. La primera vez que pidió la palabra en una junta general y le anunció al consejo que lo derribaría, quienes estaban al frente de la compañía se lo tomaron como si hubiera aparecido un extraterrestre. A día de hoy, lleva tumbados tres. También ha demostrado que, sin especiales conocimientos de economía teórica, es posible conseguir un gran patrimonio en bolsa y batir a los analistas más reputados de dentro y de fuera del país.
En la década de los 90, Clemente Fernández abrió el Hotel Noray en San Vicente de la Barquera, donde empleaba las horas muertas para “trastear” con el mundo de la Bolsa, según expuso en el primer encuentro que el Círculo Empresarial de Cantabria Económica celebraba desde el inicio de la pandemia, esta vez en el Hotel Real Santander.
Su curiosidad por las inversiones y su mente analítica le condujeron a éxitos notables, en sus inversiones, pero también a dolorosos fracasos. Todo ello ha contribuido a una carrera insólita. Aquel hostelero que tantos cafés puso a sus clientes, como recordaba con algunos asistentes al almuerzo, se convertía en un inversor conocido en las grandes empresas y, cuando las cosas no iban bien en las compañías donde había invertido, no dudaba en postularse como gestor. Nunca le intimidó que se tratase de compañías cotizadas.
Su última hazaña ha sido convertirse en el presidente en la mayor empresa de Andalucía, Abengoa, una multinacional que es un referente en campos como el de la energía solar o las desalinizadoras y que, aún en crisis, factura más de mil millones de euros.
Con un sentido práctico y austero de la vida que probablemente procede de sus raíces pasiegas, nunca despreció ninguna lección. “Me he arruinado dos veces por el camino, pero arruinarse es un máster muy caro que me ha llevado a dónde estoy hoy”, sostiene.
Buena parte de su éxito en la bolsa procede de sus observaciones sobre los movimientos que se producen fuera del parquet. A pesar de su condición autodidacta, se convirtió en un experto chartista y, con esos análisis de las gráficas de evolución de los valores, descubrió que en el mercado norteamericano se produce un rebote del precio en el momento en que las empresas en crisis pasan a quedar aparcadas en una especie de cementerio de cotizadas. No le costó descubrir que la razón estaba en las operaciones en corto. Muchos operadores que apuestan por el descenso de un valor venden a plazo acciones que no tienen, con la expectativa de comprarlas un tiempo después más baratas. En estos casos, se ven obligados a adquirirlas apresuradamente a última hora para entregárselas a su comprador, lo que les obliga a pagar un sobreprecio, aún a sabiendas que al día siguiente ya no valdrán nada. Fernández se anticipaba a ese alza de última hora, acumulando acciones sin valor para venderlas el último día con una importante plusvalía. Pero también relató un gran quebranto, cuando no pudo cerrar una de las operaciones de venta de última hora, por ser ese día festivo en España y no encontrar un solo bróker con el que materializar la operación en EE UU (eran los tiempos en que no se operaba por Internet).
En la gestión de empresas también se ha especializado en las que atraviesan situaciones financieras muy delicadas, tras conseguir el apoyo de los accionistas minoritarios y aunar fuerzas contra los gestores. Un caso representativo fue el del fabricante de textil Dogi. Fernández encabezó la asociación de minoritarios que terminó por desplazar al consejo de esta empresa catalana.
A lo largo de su trayectoria ha ayudado a reflotar compañías industriales, mineras, tecnológicas e ingenierías en preconcurso y concursos de acreedores y, aunque prefiere intervenir desde el anonimato, no siempre ha podido escapar del ruido mediático que suele generarse. La llegada a la presidencia de Abengoa al frente de una plataforma de pequeños accionistas que ha tumbado el consejo de administración anterior le ha dado una notoriedad nacional que no tuvieron las operaciones anteriores en la tecnológica Amper o en Dogi, aunque ambas fuesen empresas cotizadas, probablemente porque eran mucho más pequeñas que el gigante andaluz. También por el hecho de que en esta última aventura empresarial le acompañan el expresidente cántabro José Joaquín Martínez Sieso y el CEO de Sayme, Alfonso Murat. Un desembarco que en Sevilla algunos comparan con la entrada del almirante Bonifaz, otro cántabro que hace casi 800 años rompió las cadenas que defendían Sevilla y agregó los emiratos del Guadalquivir a los reinos cristianos.
A finales de 2017 se convirtió en presidente del Grupo Amper, una empresa que venía de una etapa de fuerte deterioro, y cambió su dinámica. A pesar de su extensa trayectoria anterior y de sus momentos de relativa gloria cuando estaba en manos de Telefónica, Amper había pasado a facturar solo once millones de euros y Fernández optó por aumentar su perímetro adquiriendo compañías como Nervión Industries o acceder a contratos internacionales en Perú y con la multinacional China Steel, entre otros. Recientemente dejó la presidencia en manos del exministro Pedro Morenés. A día de hoy, la empresa prevé cerrar el año con una facturación de más de 300 millones de euros.
Fernández atribuye el rápido rebote lo atribuye al hecho de estar en bolsa. “Una empresa cotizada juega en otra liga. Los ritmos de crecimiento son muy superiores y genera marca muy rápidamente”, sostiene. Por ese motivo, en su charla ante los socios del club empresarial creado por Cantabria Económica, lamentó que actualmente la única empresa cotizada de la región sea el Banco Santander. “A Cantabria le vendría muy bien tener media de empresas cotizadas que generasen marca y tuvieran aquí su centro de decisiones”, dijo.
Tras su periplo en Amper, el ahora máximo responsable de Abengoa recibió muchas ofertas de gestoras españolas dispuestas a ficharle pero optó por aterrizar en un fondo de inversión portugués, donde se sentía con más margen de maniobra. Recordó que existe una infinidad de fondos con cantidades millonarias para invertir y que no encuentran dónde. “Los tipos negativos han ayudado a que todo ese dinero esté ahí fondeado”, explicó.
Eso no quiere decir que compren todo lo que encuentran o lo que desearían. “Cerrar una operación de compra de una compañía es muy difícil”, dijo, y los profesionales del sector nunca consiguen realizar más de una o dos al año. Si recurren a Clemente Fernández es porque ha demostrado ser capaz de cerrar entre cinco y seis compras cada año. Tanto es así que solo quince días después de su llegada al fondo portugués adquirió una empresa rumana del sector eólico y en once meses ha doblado su tamaño.
Su especialidad, en cualquier caso, es intervenir en situaciones extremas, allí donde pocos más están dispuestos a entrar. Por esa afición al riesgo, decidió dar por terminado su papel en el fondo portugués para interesarse por la multinacional andaluza. “Me gustan los líos y yo visualizaba Abengoa como un gran lío”, reconoció.
Aunque ahora esté muy lejos de los 7.000 millones que llegó a facturar anualmente, Abengoa dispone de una tecnología “muy diferencial”, según Fernández, y pese a sus graves problemas financieros, agravados por la gestión del último consejo, confía en sacarla adelante.
El modelo americano
El nuevo presidente de Abengoa no solo ha invertido en la bolsa española. Conoce muy bien la americana y cree que puede ser un espejo en el que mirarse para avanzar mucho más deprisa. “En España, no se han hecho grandes fortunas con la tecnología porque no sabemos copiar el modelo americano”, sentencia.
Recordó que allí cotizan las que definió como “grandes cajas vacías”, refiriéndose a empresas en las que sus únicos activos son las expectativas. Las sacan a Bolsa y, si despuntan, “surge un competidor que compra la empresa y la cierra para liberar el mercado”, explicó.
En su opinión de inversor muy curtido, “en España la Bolsa se ha utilizado muy mal” debido a que se han incorporado al IBEX-35 empresas que arrastraban largos problemas de endeudamiento y compañías en las que los dueños “solo querían hacer dinero y largarse”, dejando la gestión a la deriva. En cambio, “cuando se hace un buen uso de la Bolsa, la capacidad de crecimiento se multiplica”, enfatizó el financiero cántabro.
Recuperar talento
Su reto en Abengoa no es fácil, porque a la difícil situación financiera se le una un problema que suele producirse de forma simultánea, la fuga de talento, y “al final te quedan los más conservadores y los menos dinámicos”, constató.
Clemente Fernández cree que para recuperar la solvencia técnica es necesario ofrecer alicientes al personal. “Si les haces ver que comienza una nueva historia y les ofreces una pequeña subida salarial, vuelven”, subrayó.
Pese a admirar el modelo bursátil americano, aconsejó a los asistentes apostar por los sectores más intervenidos y no los más liberalizados, lo que puede parecer paradójico. Pero puso como ejemplo su última adquisición empresarial, la compañía rumana dedicada al montaje eólico. “Para subir a una torre debes tener una serie de certificaciones. Esa barrera de entrada al sector limita la competencia” y esa limitación produce rentabilidades mucho más altas.
La rentabilidad de las renovables
La compañía que ahora preside Fernández nació en 1941 cuando dos ingenieros andaluces se asociaron para fabricar un contador monofásico de cinco amperios. La situación económica de la época y la escasez de aprovisionamiento les impidieron llevar a buen puerto su proyecto y tuvieron que centrase en la realización de proyectos y estudios técnicos.
En realidad, fue una suerte. A partir de entonces, la compañía empezó a expandirse por Andalucía y el resto del país e incluso en el mercado internacional, con proyectos en Colombia, Venezuela y Guatemala. De hecho, para impulsar su actividad en el extranjero, puso en marcha su primera oficina internacional en Argentina. A lo largo de las décadas, ha ido aumentando sus líneas de negocio y ahora está centrada en proyectos llave en mano, además de la construcción para terceros, en sectores como la energía, agua, servicios y otras infraestructuras.
Una de sus especialidades es diseñar y construir plantas fotovoltaicas. El financiero cántabro destacó que, de todas las renovables, “es la más barata con diferencia”, aunque tiene el inconveniente de que solo produce cuando hay sol, y vaticinó una subida en los precios de las placas.
En su opinión, la siguiente fuente de energía en importancia será la eólica marina. La inversión por megavatio que exige ese entorno tan hostil aún muy alta pero el empresario le augura un futuro prometedor, porque en el mar hay más viento y más continuo que en tierra y los molinos pueden durar de 35 a 40 años. “En el primer parque marino que hicimos, implantar un megavatio suponía seis millones de euros. Ahora solo tres”. Así resumió la rápida reducción de los costes que se está produciendo en ese ámbito.
Fernández recordó que Abengoa ha construido el 82% de las estructuras flotantes comerciales del mundo y ahora están inmersa en un proyecto para poner en marcha ocho molinos flotantes en Francia.
Cantabria no es el lugar ideal para implantar este tipo de tecnología porque el profundo fondo marino de la región lo impide. No es posible anclar “estructuras que tienen entre 65 y 70 metros de altura cuando aquí, a poco que te alejes de la costa, hay más de 200 metros de profundidad”, explicó. Eso no impide que el presidente de Abengoa resalte la necesidad de posicionarse en estas tecnologías y crear industrias energéticas especializadas. “Los grandes proyectos eólicos están en Escocia y se están llevando a cabo con barcos y tripulaciones danesas, que son mucho más caras que las que podrían salir de aquí. Aquí tenemos costes mucho más competitivos”, reflexionó.
Advirtió que cada vez hay más resistencia por parte de la población de los países europeos ante la eólica terrestre y puso Alemania como ejemplo: “En el último año solo se ha concedido una licencia para la implantación terrestre, cuando siempre ha sido un país que ha apostado muchísimo por las renovables”, comentó.
Un gigante termosolar
El empresario cántabro considera que la producción energética de un país no puede basarse en una sola tecnología sostenible, debido a que ninguna de ellas es estable a lo largo de la jornada o a lo largo del año. La termosolar, que genera electricidad a partir de la energía térmica procedente del Sol, permite el almacenamiento pero solo es rentable en determinadas zonas del globo terráqueo. “En España no da rendimientos espectaculares”, reconoció.
Abengoa ha diseñado, construido y operado plantas termosolares en todos los continentes. Su aportación suma 1,9 GW, el 30% de toda la capacidad mundial instalada. Además, está presente en el 52% de la capacidad termosolar en construcción.
Fernández no se olvidó en la charla de hacer referencia a la energía nuclear. En su opinión, a España “no le vendría mal” contar con dos o tres nuevas centrales nucleares.
También valoró el almacenamiento de energía. A su juicio, “la batería más real” que tiene España está en las plantas hidroeléctricas, que podrían producir energía en las horas centrales del día y convertirse en reversibles por la noche y los fines de semana, cuando el precio de la electricidad es muy inferior. Esta forma de almacenamiento “tendría poco impacto si se utilizan centrales hidroeléctricas ya construidas”, dijo.
La hegemonía del petróleo, no obstante, va a ser duradera, porque es una opción “baratísima”, dijo, a pesar de la evolución de los precios en las gasolineras. “De las once refinerías que hay en la Península Ibérica, yo he estado en ocho y el precio de salida del combustible es de poco más de 20 céntimos”, dijo. “El diferencial está en los márgenes de las petroleras, de las propias refinerías y el impacto de los impuestos”. Esa ingente capacidad de recaudación que tienen gasolinas y gasóleos es lo que, en su opinión, va a impedir que se popularicen de inmediato otros combustibles, porque cree que los estados no favorecerán aquello que les resta ingresos.
No obstante, vaticinó un protagonismo cada vez menor de las refinerías: “Veremos un cierre gradual, porque el coche eléctrico está ahí”. Eso sí, matizó que todavía le queda mucho recorrido hasta consolidarse como alternativa, debido a que deben reducirse los costes de las baterías. “Las tecnologías energéticas tienen que ser baratas y dejar márgenes a los estados para recaudar”, manifestó con el realismo que caracteriza a quienes proceden de un entorno rural y no han perdido esa referencia, aunque estén al frente de una de las mayores empresas del país y hablen todos los días con unos cuantos jefes del Ibex.
‘Las compañías que se apunten al hidrógeno verde tendrán mucho negocio’
Clemente Fernández hizo un repaso de los distintos tipos de hidrógeno disponibles en el mercado en función de la materia prima de la que se obtiene, como el negro (procedente del carbón); el gris (del gas natural); el azul (gas natural con captura de CO2), el marrón y hasta el esmeralda. “Si algo no le falta al hidrógeno son colores”, bromeó.
Dado que la mayoría requieren consumir otros combustibles y su huella ambiental no es precisamente neutra, destacó el futuro del verde, generado por energías renovables bajas en emisiones, aunque por el momento resulte el más caro de todos.
En la charla, animó a las empresas cántabras a que se apunten cuanto antes a las experiencias con hidrógeno, porque “se va a meter mucho dinero desde Europa”, pero aconsejó hacerlo con la idea de buscar otras alternativas más rentables.
Recordó algunos sonoros fracasos, como los biocombustibles obtenidos a partir de alimentos. “En su día ya vimos cómo acabaron los etanoles. El maíz no es para hacer combustible, es para la gente, y aquello produjo muchas hambrunas en África y Asia”, advirtió Fernández.
El empresario cántabro indicó que, en la actualidad, buena parte del biocombustible se obtiene de la soja argentina y, a su modo de ver, no tendría sentido instalar plantas en un país como España. “La producción está en Argentina y Brasil y el mejor lugar para crear centrales rentables es allí donde estén las materias primas”, opinó.