Energías, materiales y huelgas trastocan la recuperación del sector metalúrgico
La imposibilidad de trasladar la subida de costes en los contratos firmados merma la rentabilidad de las empresas
Cuando el viento soplaba muy a favor, todo ha pasado a complicarse para el sector metalúrgico cántabro, que sufre la perturbación de costes y suministros causada por la pandemia y la guerra de Ucrania: precios disparados de la energía y de las materias primas, interrupciones en los acopios y, finalmente, una huelga del personal por la reclamación de una subida salarial que compense el IPC. Todas estas circunstancias están provocando una tormenta perfecta en un sector que da empleo a más de 20.000 personas en la región y hacen tambalearse las previsiones para este año. Sin embargo, hay pedidos y los empresarios miran al futuro con esperanza.
La industria del metal no descansa. Ni siquiera la pandemia le hizo perder volumen de trabajo, aunque sí le supuso una auténtica carrera de obstáculos que han tenido que ir salvando. Las previsiones del sector en la región para este año eran muy halagüeñas y, de hecho, en general, los niveles de actividad son altos o muy altos. Como reconoce Tomás Dasgoas, presidente de la asociación empresarial Cantabria Metal, “se pueden comparar a los previos a la pandemia en volumen, pero con una gran diferencia, el complejo contexto en el que los tenemos que gestionar”.
Y es que, como toda la industria, están sufriendo el importante incremento de los precios de la electricidad, del gas y del petróleo, intensificada por la guerra en Ucrania. La situación es preocupante, ya que da empleo a más de 20.000 empleos en la región.
La factura energética de las grandes empresas metalúrgicas que son devoradoras de kilovatios siempre ha sido abultada, pero en lo que llevamos de año se ha hecho insostenible.
El precio medio de la electricidad en el mes de abril ha sido de 191,69 euros el megavatio hora, casi un 200% superior al que pagaban un año antes. A ese factor se le ha sumado el fortísimo incremento de los precios de las materias primas, que han disparado las cotizaciones de los metales.
Considerando únicamente el factor energético ya hay muchas empresas del metal que “independientemente de su tamaño, están sufriendo un gran deterioro en sus márgenes e incluso, entrando en pérdidas”, asegura Dasgoas.
Escalada energética
Para algunas, como las fundiciones, el coste de la energía eléctrica puede superar al de la mano de obra, aunque la realidad es muy distinta para un taller. “El gasto en energía en el sector es muy variado y depende de los procesos –puede suponer desde el 5% al 50% del coste–”, explica el presidente de la asociación empresarial. Por ello, son muchas las empresas de la región que han tenido que parar en algún momento de los primeros meses del año, especialmente en marzo, cuando los inasumibles picos en los precios eléctricos provocaron un desplome del consumo cercano al 30%, la mayor caída desde que estalló la crisis del coronavirus.
Las fábricas de Ferroatlántica (Grupo Ferroglobe) aplicaron medidas como volver a producir solo en las horas más baratas y ya habían decidido el cierre de algunos hornos desde enero, pero a comienzos de marzo, la planta de Boo de Guarnizo (Astillero) llegó a paralizar totalmente su actividad. Posteriormente, estuvo varias jornadas con solo uno de sus cuatro hornos en funcionamiento. En la actualidad, mantiene en activo tres de ellos.
La fabricante de estufas de leña y pellets Hergom, de Soto de la Marina, también tuvo que parar cinco días de marzo por el mismo motivo.
Reinosa Forgings & Castings no solo realizó paradas en marzo por los elevados precios, sino que además puso en marcha un Expediente de Regulación Temporal de Empleo para toda la plantilla hasta diciembre de 2023 que puede tener una afección máxima del 45% de la jornada individual anual de sus 549 trabajadores.
Las grandes metalúrgicas de la región no son las únicas afectadas. También lo están otras muchas de menor tamaño, la llamada industria auxiliar, en la que se encuadran talleres de distintos gremios.
Su gasto medio mensual en electricidad suele suponer en torno a un 5% de los costes totales, un porcentaje que parece muy reducido en comparación con las grandes compañías electrointensivas, pero también han notado esa subida que ha mermado sus márgenes. Y, como advierte David González, gerente de Mademan, no son las únicas: “También han subido los combustibles y el resto de suministros que utilizamos recurrentemente. Todo suma en la cuenta de resultados”.
El auténtico problema no es tanto que suban los inputs como el no poder repercutirlos en los precios. Quienes mejor lo tienen son las empresas que no están catalogadas como electrointensivas aunque también tienen un alto consumo, que pueden diluir la subida con el valor añadido de sus productos, “pero no lo suficiente como para mantener la rentabilidad”, manifiesta el presidente de Cantabria Metal.
“Si no habido más paradas en el sector es por la obligación de cumplir los compromisos adquiridos con los clientes, ya que ninguna empresa puede poner en peligro su viabilidad futura perdiendo también los clientes”, agrega.
Una solución temporal
La Unión Europea ha autorizado a España y Portugal una medida que permitirá abaratar hasta un 30% la factura de la luz, lo que puede ser un balón de oxígeno para la industria, sobre todo la que compite en el exterior.
En la configuración actual de los precios eléctricos, el gas determina el precio de la electricidad siempre que se necesite recurrir a su uso en la generación eléctrica, como ha venido ocurriendo este invierno. La denominada ‘Excepción Ibérica’ se basa en que la península apenas está interconectada eléctricamente al continente y por ese aislamiento; por tanto, el impacto de la crisis energética es mayor y los precios suben más.
Esta medida permite intervenir el mercado eléctrico fijando un tope al gas en torno a una media de 50 euros/MWh, lo que se traducirá en una rebaja inmediata de la factura de los consumidores durante doce meses. Se calcula que supondrá una mejora para el 37% de los consumidores domésticos y el 70% de los industriales acogidos al mercado regulado, pero no tendrá ningún efecto hasta que la Comisión Europea dé su visto bueno al decreto aprobado por los consejos de ministros de ambos países. Es decir, que pueden transcurrir semanas hasta que tenga una incidencia directa sobre el recibo mensual de la luz.
“No sabemos en qué va a quedar esta excepción. Entendemos la complejidad de aplicarlo, pero se está perdiendo un tiempo muy valioso en poner esta medida en práctica, mientras las empresas y los puestos de trabajo están en peligro”, lamenta Dasgoas.
Su temporalidad también genera incertidumbre y desconfianza en el sector. “Aunque cualquier bajada en los costes energéticos puede suponer la salvación de puestos de trabajo en el sector, si esta medida dura un año, y además hay que devolver de alguna manera el coste ahorrado, el problema se habrá diluido para prolongarle en el tiempo”, manifiesta con cierto escepticismo el presidente de Cantabria Metal.
Materias primas y logística
La energía no es el único problema con el que ha tenido que lidiar esta industria. El alto precio de las materias primas y de los fletes también han hecho saltar las alarmas del sector siderometalúrgico de la región.
Acero, aluminio, bronce y otras aleaciones han subido entre el 15 y el 150%, y la escasez de algunas materias primas está provocando retrasos en los procesos de producción.
“Las materias primas que venían de Ucrania y Rusia son las que más han incrementado su precio”, subraya el presidente de Cantabria Metal, y son muchos los materiales suministrados por estos países: acero, lingotes de hierro, ferroaleaciones…
En el caso de Mademan y de muchas otras metalúrgicas, esos suministros suponían tradicionalmente en torno al 25% de sus gastos mensuales.
Esta empresa camarguesa utiliza mucho hierro en sus distintas presentaciones. “El precio de las materias se ha llegado a duplicar en un año y medio y eso supone un problema para nosotros. Nos está generando mucha incertidumbre a la hora de aceptar nuevos trabajos, porque tampoco sabemos cómo va a evolucionar a partir de ahora”, constata González.
Estas incertidumbres derivan en problemas de suministro: “No hay estocaje. Los intermediarios evitan almacenar producto en un momento tan complicado como el actual”. Esto se traduce en que materiales que antes podían conseguirse de un día para otro ahora tardan semanas en ser servidos, lo que genera retrasos en los trabajos que realizan estas empresas.
“Algunos de estos materiales han llegado a incrementarse en un 600% y, en el caso del níquel, su cotización ha llegado a estar parada alguna semana después de la escalada producida por la falta del metal de origen ruso”, recalca Dasgoas.
También han colaborado las rígidas medidas aplicadas por el Gobierno chino ante la última ola del coronavirus, que están provocando embotellamientos y retrasos en el puerto de Shanghái, el más grande del mundo.
En muchos casos, son las empresas quienes están asumiendo esta subida exponencial de precios, sobre todo cuando se trata de contratos ya firmados. “La repercusión de los costes en proyectos anteriores es imposible: todo se asume con pérdida o bajada de márgenes. Los proyectos actuales ya se ofertan con estos incrementos, pero en la negociación hay que asumir cierta pérdida de rentabilidad ya que en todos los países del mundo la situación no es la misma y en este sector nuestros mercados son mundiales”, explica Dasgoas.
A pesar de que su eficacia ha conseguido hacernos pensar lo contrario, el engranaje del transporte mundial es extraordinariamente complejo y basta que uno de sus muchas piezas se desencaje para que todo se altere. Pandemia y combustibles han llegado a provocar que el valor de los fletes se multiplicase por diez con respecto al que tenían previamente. Después de muchos dientes de sierra, la subida podía calcularse a finales de mayo en torno al 240%.
La cadena logística no se detiene ahí sino que llega hasta la puerta del cliente final, y a este problema le siguió la huelga de transportistas, cuya capacidad para trasladar las subidas del combustible a las tarifas de los portes es mucho menor y bastantes empresas regionales han padecido roturas de suministros. Otras han tenido que modificar sus turnos de trabajo.
Con la huelga del transporte de marzo, Global Steel Wire (GSW) se vio obligada a parar su producción durante cuatro días por falta de materias primas. “Fue algo coyuntural y actualmente no hay problema de suministros”, explican desde la fábrica de Nueva Montaña. “Es una situación que hemos superado y el funcionamiento de la fábrica es normal”, añaden.
Para otras empresas siderometalúrgicas, el fantasma sigue acechando. “La huelga de transporte sigue siendo una amenaza y el caos logístico generado va a perdurar por mucho tiempo”, estima Dasgoas. “Aunque no hay un serio problema de desabastecimiento, los tiempos para acopiar material y la desinformación sobre cuándo se podrá disponer de ello es constante. Estos factores hacen que muchos clientes no vean España como un mercado fiable”, desvela.
Convenio paralizado
La agitación de las aguas han llegado a las propias plantillas. La inflación ha dado lugar a que la negociación del convenio colectivo se haya convertido en un campo de batalla, y los principales sindicatos convocaron una huelga general indefinida en el sector que empezó el 2 de junio por disconformidad con las actualizaciones salariales que admite la patronal.
Los sindicatos reclaman una subida del 6% el primer año de vigencia y de un punto más que el IPC en los siguientes, algo que la patronal que lo negocia, Pymetal, considera “inasumible”. Su propuesta era un 2% en los dos primeros años y, a partir del tercero, un 2,25%.
“No puede ser que los trabajadores sigan perdiendo poder adquisitivo mientras las empresas están aplicando las subidas del IPC a sus clientes”, sostiene Luis Díez, delegado sindical de UGT.
La patronal alega que estas subidas “no harían sino retroalimentar los incrementos del IPC y conduciría a muchas de nuestras empresas al cierre y a sus trabajadores al paro” y añade que tampoco pueden ser atendidas en “ninguno de sus extremos” otras pretensiones realizadas por los trabajadores como reducir en 13 horas la jornada laboral anual o complementar al 100% la incapacidad temporal por accidente y enfermedad profesional.
El gerente de Mademan también confirma que, en empresas como la suya, en las que el gasto más elevado es la mano de obra (entre un 65% y un 70%) las subidas que se demandan supondrían mucho dinero. “Para nosotros, que tenemos 90 personas en plantilla, es un tema muy sensible”.
Por su parte, el presidente de Cantabria Metal considera que, en el contexto actual, la huelga es algo inasumible. “La situación de las empresas es muy preocupante. Si a las tremendas subidas de costes, problemas en la cadena de suministros y huelga de transporte les sumamos ahora una parada por huelga, son muchas las empresas y miles los puestos de trabajo que están en peligro”, advierte.
“Y no olvidemos que los puestos de trabajo que se pierden en el sector del metal no se recuperan”, dice. “No es posible abrir empresas que cierran ni recuperar perfiles de profesionales que ya son escasos actualmente”, agrega Dasgoas.
A la espera de que patronal y sindicatos alcancen un pacto que ponga fin a la huelga indefinida y se traduzca en la vuelta a la normalidad en los principales centros de trabajo de la región, el sector regional mira al futuro con preocupación pero esperanza.
El sector cántabro del metal, caracterizado por una naturaleza que le empuja a sobrevivir, se ha estabilizado en las dificultades y espera recuperar la normalidad lo antes posible. “La industria del metal sobrevive gracias a las fuertes inversiones y arraigo en Cantabria. Somos un sector que vence las crisis con mucho sacrificio, innovación y tecnología”, asegura el presidente de Cantabria Metal, que insiste: “Si no estabilizamos la situación actual, el riesgo de perdidas de empresas y empleo es real y no será recuperable por la dificultades administrativas, de fuerte inversión y de captación de profesionales. Debemos entre todos proteger lo que tenemos, ya que la situación actual es de extrema dificultad”.
María Quintana