Los hoteles consiguen rentabilidades históricas por la alta ocupación y la fuerte subida de precios

Todos los indicadores anuncian un verano turístico espectacular

La temporada turística de Cantabria va a tener este año más meses, más ocupación y mayores precios que nunca, tres factores que multiplican la rentabilidad por habitación. El fin de las restricciones a los viajes, los refugiados ucranianos y los cientos de extranjeros que trabajan en el crucero de lujo ‘Evrima’ han llenado los hoteles fuera de temporada, hasta el punto que han abierto muchos de los que solían permanecer cerrados, y las reservas turísticas anuncian un verano de récord, algo que esta vez reconocen hasta los propios hosteleros.


Las viviendas siguen lejos de alcanzar en Cantabria el precio que marcaron en 2008. Hay muchos sectores donde tampoco se ha conseguido retornar a aquellas cifras del boom, pero no es el caso de los hoteles. Desde 2019 se ha producido un encarecimiento insólito y hoy los precios baten todos los récords históricos.

La crisis económica de 2008, que dejó a muchos españoles sin la posibilidad viajar y estrechó la capacidad de gasto de casi todos los demás provocó una guerra de precios en el sector para conseguir ocupación. Los descensos tocaron suelo en Cantabria en 2013 y a partir de ese momento las tarifas empezaron a recuperarse lentamente, pero no volvieron al punto de partida hasta 2019, con un verano que los hosteleros recuerdan como magnífico para sus intereses.

Esa trayectoria se interrumpió en 2020 como consecuencia de la pandemia y el año pasado ya quedó claro que los turistas estaban deseosos de recuperar el tiempo perdido, algo que los hoteles aprovecharon para subir los precios casi un 20%, un salto con pocos precedentes. Visto que la ocupación no se resintió por ello, en mayo de este año han aplicado otro 20% más, de forma que la habitación de un hotel en Cantabria pasaba a ser un 44% más cara que en los mejores momentos del boom económico de la primera década del siglo.

Pero lo que de verdad define los ingresos de un hotel no son los precios, porque de poco vale tener tarifas muy altas si no se vende ninguna habitación. El indicador más realista para el sector es el ingreso por habitación, que combina precios y tiempo de uso. Y también la ocupación mejora, lo que refleja de una manera más rotunda el fortísimo incremento del negocio que vive la hostelería. Desde octubre, los ingresos por habitación se vienen duplicado mes a mes con respecto al año anterior y en algunos meses, como ha ocurrido en noviembre o en el pasado abril, se han triplicado.


El empleo en la hostelería ya supera las cifras prepandemia

Los empleos en la hostelería y agencias de viaje aumentaron un 18,2% en Cantabria durante el pasado mes mayo en comparación con el mismo mes del año anterior, lo que ha llevado al sector a alcanzar los 21.642 afiliados. A pesar de la importancia de este incremento, está porcentualmente por debajo del nacional (20,7%) lo que indica que el repunte turístico es generalizado.

No obstante, Cantabria ha sido una de las comunidades que menos cierres de establecimientos ha sufrido durante los dos peores años de la pandemia y los datos de creación de nuevos negocios en este sector ratifican el optimismo de los empresarios ante el futuro inmediato, porque en mayo aumentaron un 1,6%, tres décimas más que en el conjunto nacional. También es una de las siete comunidades donde la hostelería ha superado la cifra de afiliados a la Seguridad Social que tenía antes de la pandemia, a pesar de las dificultades para encontrar personal.


Más plazas, más ocupación… y más caras

A la vista de estos datos, cuesta entender que en el último invierno se produjese una enorme tensión entre los hosteleros y el Gobierno a consecuencia de las restricciones que aún sufrían los establecimientos, especialmente los de ocio nocturno. Los dramáticos augurios que hacía el sector contrastan con las magníficas cajas realizadas desde entonces y con las perspectivas históricas de este verano.

Los hosteleros reconocen las subidas de precios que están aplicando pero aseguran que los costes les han subido aún más. No obstante, llueve sobre mojado, porque ya se produjo una subida muy importante el pasado verano, cuando aún no se vivían esas tensiones inflacionistas.

En encarecimiento no ahuyenta a los clientes y ese es un magnífico síntoma de la solidez de la demanda. Las reservas de los hoteles de la región para este verano prácticamente les garantizan el lleno, y de nuevo van a ser los turistas nacionales los que lo propicien, aunque se observa una evolución rapidísima en la clientela internacional, que en los últimos meses ha alcanzado el 32,2% de las habitaciones contratadas, con una subida del 1.011% respecto al año anterior.

Es evidente que multiplicar por once el turismo extranjero de un año para otro no es posible sin que medie una circunstancia especial, y en este caso, se han juntado varias que no se volverán a repetir, empezando por la eliminación de las restricciones que muchos países mantenían a la salida de sus nacionales, especialmente Gran Bretaña. Pero hay otras razones de peso. La guerra de Ucrania ha provocado una auténtica diáspora de sus nacionales por distintos países y el Gobierno español ha estado pagando las estancias de cerca de 500 refugiados en hoteles cántabros.

La mayoría de estos establecimientos, que cobraban algo más de 50 euros al día por la habitación y pensión completa, han declinado seguir acogiéndolos con la llegada de la temporada turística, cuando pueden conseguir unos ingresos por habitación bastante más altos, y el Estado se ha visto obligado a buscarles otros alojamientos, muchos de ellos en las residencias de estudiantes de Uneatlántico, que en verano se quedan vacías.

Ha habido otra circunstancia más que ha colaborado a disparar las cifras de clientes extranjeros, los trabajos para concluir el crucero de lujo ‘Evrima’ en los astilleros de Astander. Más de 400 operarios foráneos, muchos de ellos polacos, han pasado el invierno en los hoteles de Santander y municipios limítrofes, al decidir la compañía armadora que era la única forma de conseguir personal especializado y acelerar los trabajos. Una aceleración que solo ha sido relativa, porque la huelga del metal ha acabado por retrasar, por sexta vez, el viaje inaugural del barco.

Todo ello ha dado lugar a que la clientela internacional, que nunca supuso más del 20% de las pernoctaciones en hoteles de Cantabria, llegase a superar esta primavera el 32%.

Altas expectativas

La inusual presencia de visitantes nacionales y foráneos en una época en la que los hoteles suelen tener poca ocupación dio lugar a que se duplicasen las plazas en oferta, al abrir un 93% más de establecimientos que en mayo del año anterior. Muchos de los que solo trabajan la temporada de verano se sumaron a la campaña atraídos por la expectativa de negocio.

Pese a llegar a ofrecer 18.044 plazas, frente a las poco más de 9.000 habituales de la temporada baja, la ocupación ha subido casi diecinueve puntos, hasta alcanzar un 43,7% (el  57,8% los fines de semana). Se trata de una tasa histórica para un mes que no forma parte de la temporada turística y tanto por este hito como por la subida de precios en más de un 20%, este mayo se podría incluir, con todo derecho, en una temporada alta que puede llegar a durar más de cinco meses, si septiembre se comporta como apunta. Era la aspiración histórica del sector turístico, que siempre ha pedido estrategias públicas para estirar la campaña, con un éxito solo modesto hasta ahora. Es cierto que el comienzo del otoño se está comportando bien en los últimos años, pero no es fácil saber qué parte del éxito le corresponde a una bonancible climatología.

Con esta base de partida, el Gobierno de Cantabria ha augurado un año turístico “excepcional». La región «está de moda», según Miguel Ángel Revilla, y tiene por delante un «verano extraordinario». Por lo pronto, ya ha ganado en extensión con esta primavera inédita.

Las altas expectativas de los hoteles urbanos y de playa no se reproduce miméticamente en los restantes ámbitos hosteleros. Ni siquiera en los alojamientos rurales, que tienen un buen número de reservas pero no llegarán ni de lejos a los porcentajes de ocupación de las ciudades.

Bares y restaurantes también han subido significativamente los precios, pero se encuentran con más reticencias al gasto por parte de los clientes, a los que la inflación les ha hecho perder capacidad adquisitiva y eso les lleva a administrar más lo que gastan. El hecho de que la oferta hostelera haya aumentado (hay más establecimientos que antes de la crisis sanitaria) también significa que la tarta turística se va a repartir entre más negocios, pero nadie va a tener esta vez motivos de queja. Incluso las olas de calor que padecen en otros lugares del país parecen empeñadas en colaborar en llenar los establecimientos turísticos cántabros, un refugio a prueba de excesos climáticos.

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