El agujero negro de las 50.000 prendas hospitalarias que desaparecen cada año
Tras muchas reclamaciones al SCS sin resultado, Amica lleva el asunto a los tribunales
Cada día hay 150 prendas de los hospitales de la región que no vuelven a los centros de lavado de Amica. No es por deterioro. Es porque alguien se las ha quedado, muchas veces de forma inconsciente, como la familia de un recién nacido que llega a casa con su jubón hospitalario, y otras por no prestar demasiada atención, como los servicios de ambulancias que, al trasladar a un enfermo a su vivienda, dejan con él toda la ropa del hospital que lleva encima, sábanas incluidas. Esas prendas no son del Servicio Cántabro de Salud, sino de Amica, una organización sin ánimo de lucro que se las arrienda y las lava, como hace con hoteles y restaurantes, y que ha llevado el caso a los tribunales porque no puede seguir soportando esas pérdidas.
Amica lleva décadas alquilando, lavando y planchando la ropa de cama y los uniformes de todos los hospitales de la región, y desde el primer día, las pérdidas de prendas han sido un problema, porque en los contratos no se estipula ninguna compensación para estas mermas. Pensó que lo podría evitarlo al colocar chips electrónicos con tecnología RFID (identificación por radiofrecuencia) en cada prenda, como hacen las tiendas, pero esa inversión cuantiosa, que inició en 2015, solo ha sido eficaz de medias.
Es cierto que se pierden menos prendas que antes pero aún superan las 50.000 al año, y aunque ha instalado máquinas expendedoras con las que es posible saber a quién se le entregaron la última vez antes de desaparecer es el Servicio Cántabro de Salud quien debiera efectuar las reclamaciones internas para la recuperación de las prendas, pero nunca lo ha considerado como un problema propio.
Las pérdidas ponen en grave riesgo los centros de empleo de Amica, donde se fabrican, lavan y planchan estas prendas
Amica lleva años reclamando una compensación económica en la vía administrativa. Al no conseguir ningún resultado, ha optado por la judicial, convencida de que allí se reconocerán sus derechos, con la misma seguridad que quien alquilaba películas de vídeo sabía que si alguno de los clientes no le retornaba la cinta estaba obligado a pagarla.
Al hacer público su problema, Amica también pretende dar un aldabonazo en la conciencia de quienes no se preocupan por retornar este material, y para que la sociedad sea consciente de las graves dificultades económicas que atraviesan sus centros de trabajo por este motivo.
Un primer expediente de 30.000 folios
Por el momento, ha presentado un recurso contencioso administrativo por la desaparición de 147.024 prendas entre 2015 y 2018 valoradas en 893.029 euros, de las que ha podido completar los registros informáticos, en los que constan las veces que fueron entregadas y devueltas cada una de ellas… hasta que no volvieron. La demanda incluye una petición de 57.235 euros por otros conceptos, por lo que la reclamación asciende a más de 950.000 euros y el expediente suma 30.000 folios.
La Asociación sigue trabajando para documentar otras 250.000 prendas desaparecidas posteriormente, lo que supondrá otra reclamación de mayor cuantía aún. En total, calcula haber tenido unas pérdidas de unos dos millones de euros en los últimos siete años y reconoce que eso ha ido provocando el ahogo financiero de la organización y pone en una situación crítica sus centros especiales de empleo, donde muchas personas con alguna discapacidad descubren las muchas que tienen, acceden al mundo laboral e impulsan su autonomía e independencia.
Las sábanas, toallas, uniformes de trabajo (casacas, pantalones, batas) y otros artículos textiles utilizados en la atención a los pacientes de hospitales y centros de salud son bastante más caros que los de uso doméstico, para poder resistir las altas temperaturas de los lavados, que tienen que asegurar una total desinfección en cada ciclo. En concreto, las sábanas están fabricadas con algodón 100%, con el objeto de evitar en lo posible las escaras y alergias en los pacientes, y tienen un gramaje (peso por metro cuadrado) muy superior al comercial, para poder resistir entre 90 y 110 de estos enérgicos lavados antes de ser dada de baja, pero la realidad es que muchas no llegan a los 30 ciclos, por la sencilla razón de que se pierden o alguien se las queda.
Tomás Castillo, director gerente de Amica, reconoce que “es doloroso ver algunas de nuestras sábanas y toallas colgadas en tendales particulares, o utilizadas como trapos en obras”. Su procedencia es inocultable, porque llevan bien visibles los anagramas del Servicio Cántabro de Salud, pero ni esta circunstancia ni siquiera el chip electrónico que indica en qué servicio se entregaron por última vez han erradicado el problema.
Que todos tomen conciencia del problema
Los responsables de Amica están convencidos de que los jueces atenderán estas reclamaciones. La reclamación va dirigida contra el Servicio Cántabro de Salud, que debería identificar a los responsables y repercutirles el coste. No parece probable que eso ocurra, pero sí cabe la posibilidad de que, a partir de ahora, haya un mayor control sobre quien recoge la prenda del dispensador automático, en el caso de no devolverla, y que los usuarios adquieran más conciencia de las repercusiones que tiene esta pérdida de material para la Asociación.
Amica justifica su demanda en la imperiosa necesidad de preservar los casi 400 puestos de trabajo que conllevan estos procesos contratados por la administración, desde la confección de las prendas a su gestión una vez puestas en uso (entrega, recogida, clasificación, lavado, planchado y reparto por las unidades y servicios del hospital). Todas estas tareas son realizadas por personas con alguna discapacidad que trabajan en el centro especial de empleo Soemca, y Amica enfatiza en esta circunstancia para pedir responsabilidad y colaboración en el uso de estas prendas tanto a los trabajadores del Servicio Cántabro de Salud como a las empresas externas. Una toma de conciencia que también extiende a la ciudadanía.
Medio millón de prendas en stock
Uno de los problemas a los que tiene que hacer frente quien acepta una contrata pública como la que tiene Amica es disponer de nada menos que medio millón de prendas (sábanas, toallas, uniformes…) que son las necesarias para atender a los tres hospitales y 54 centros de salud de la comunidad autónoma. Es el material textil que emplean a diario los 8.000 trabajadores del Servicio Cántabro de Salud que los atienden y los 1.500 pacientes encamados, incluyendo tanto las prendas que están en stock en los dispensadores, como las que están en proceso lavado, planchado o reparación.
Se trata de un enorme y costoso inmovilizado, un concepto económico que en este caso puede transmitir una idea errónea, porque si algo caracteriza este material es que está constantemente en movimiento entre las lavanderias y los centros sanitarios.
Por sí mismo, eso supone unos gastos financieros importantes, a los que en este caso se unen las elevadas pérdidas de material. Por ese motivo, una entidad social y sin ánimo de lucro, como Amica necesita resolver imperiosamente el problema de las prendas que desaparecen y en el próximo concurso está dispuesta a instalar máquinas de entrega incluso en los centros de salud, y detectores de chips como los que tienen las tiendas en las salidas de todos los centros, para aumentar el control. Eso evitaría también que los sanitarios salgan al exterior con sus uniformes, algo que no está permitido en ninguna comunidad, para evitar una contaminación de estas prendas, pero que en Cantabria es bastante habitual.