VERANEANTES DE PASO
Como si una enorme explosión en el centro del país lanzase a los madrileños hacia las costas, el verano entrega el protagonismo a las regiones de la periferia, y entre ellas a Cantabria, que, sin embargo, ha dejado de ser el Parlamento de estío de los años 80, cuando la Universidad Internacional Menéndez Pelayo era el altavoz elegido por todo aquel que quisiera hacerse notar en mitad de la atonía estival. Políticos, intelectuales, empresarios y periodistas vuelven de nuevo a la región, pero su paso es aún más efímero que el de los turistas normales que, con 2,2 días de estancia media, se encuentran entre los más fugaces del país.
En los últimos años la Familia Real ha tenido una presencia relativamente frecuente en Cantabria, pero nunca como en este verano, que hace recordar a los años en que la Corte se trasladaba a Santander. El Rey visitó la base de radares de Soba y un mes después ha vuelto acompañado de la Reina para inaugurar la reproducción de la cueva de Altamira. El Príncipe de Asturias, que el pasado año estuvo en visita oficial, llegó ahora para embarcarse en el buque-escuela Juan Sebastián Elcano y la Duquesa de Lugo, que abrió junto a su marido la exposición sobre el Marqués de Santillana, ha vuelto con motivo de una prueba hípica celebrada en la campa de la Magdalena.
La abundante presencia de la Familia Real, aunque ha estado relacionada con acontecimientos muy concretos, no es tan casual como pudiera parecer, dado que existía en la Zarzuela un cierto sentimiento de deuda con la región, como consecuencia de los muchos años de inestabilidad institucional que padeció Cantabria que dificultaron la presencia de la Corona. Otra estrategia premeditada es el reparto de los miembros de la Familia Real por distintos lugares de veraneo del país, aunque sea en visitas cortas, para tratar de satisfacer las aspiraciones de todos, en lugar de concentrarse exclusivamente en Mallorca. Con ello se intenta, además, que el efecto inducido que tiene su presencia sobre el turismo quede más repartido.
Los ilustres son huidizos
En realidad, las estancias cortas dan imagen pero no propician un auténtico traslado de la moderna corte de políticos, banqueros y empresarios que suelen coincidir con los reyes en sus lugares vacacionales de invierno o verano. A Cantabria vendrán, como todos los años, quienes ya son fijos porque, en su mayoría cuentan con casa en la región, como el consejero delegado del BSCH, Angel Corcóstegui, el presidente de IBM, Juan Carlos Usandizaga, los periodistas Manuel Martín Ferrand –que se ha sumado a quienes no quieren más líneas de alta tensión– y Alfonso Ussía –que también mantiene otra polémica ecologista, pero esta vez contra el alcalde de Comillas–, los economistas Enrique Fuentes Quintana y Guillermo de la Dehesa, los empresarios Francisco (Pancho) Pérez, Tomás Pascual, Pedro Ballvé, etc.
Otros turistas conocidos vendrán sólo de paso, con estancias cada vez más cortas, en una época en que hasta las vacaciones se hacen deprisa. Tres días de hotel –a lo sumo una semana durante la Feria de Santiago– y a otro lugar. Quedan muy lejos aquellos tiempos en que Pablo Garnica (Don Pablo) llegaba a Noja a comienzos del verano y podía gobernar durante tres meses desde su finca el que entonces era el mayor banco del país. Incluso los ponentes de la UIMP renuncian a aprovechar los dos o tres días que antes podían permanecer en el palacio y que en el caso de un ex presidente del Tribunal de Cuentas llegaron a ser casi dos semanas, con familia y todo, hasta que alguien le advirtió de que debía buscar otro lugar para pasarse las vacaciones. Ahora, las estrellas de la jornada, llegan en su avión privado con el tiempo justo para dar la conferencia e inmediatamente después vuelven a Parayas para aprovechar la tarde en Madrid, lo que reduce sensiblemente el encanto de la Universidad Internacional, donde antes los próceres del país deambulaban por los pasillos vestidos de manera informal y mezclados con los estudiantes. Ahora llegan como una aparición envueltos en una nube de asesores, guardaespaldas y ejecutivos que llenan el aula donde interviene su jefe y al desaparecer con él crean la sensación de que el curso puede darse por concluido.
Inevitablemente, cada semana hay algún seminario patrocinado por un ministerio, que incluye la correspondiente apertura por el titular del departamento que paga. Así van desfilando todos los ministros, en una rutina que ha restado trascendencia a las visitas. Su acogida en los medios de comunicación también es cada vez menor, habida cuenta de que los mismos ministros celebrarán idénticas ceremonias a lo largo del verano en varias universidades estivales más.
El desfile de cargos públicos llega en ocasiones a grados de saturación. El delegado del Gobierno, que acostumbra a acudir al aeropuerto para recibir y despedir a los altos cargos del Estado, no tendrá fácil decidir cuando en la misma mañana se le juntan tres Mysterè con otros tantos ministros que llegan y se van. Tampoco es sencillo resolver la seguridad de todas las personas con derecho a escolta pública que llegan en verano a Cantabria, dado que la dotación de policía ya resulta escasa para las necesidades de la región y debe hacerse cargo de varias decenas de veraneantes que por su cargo (miembros del Consejo del Poder Judicial, jueces del Supremo, presidentes de organismos públicos, etc.) o por pesar amenazas sobre ellos tienen reconocido por el Ministerio del Interior el derecho a ser escoltados.
El gotha del verano universitario se completa cada año con un par de premios nobel y la presencia de Vargas Llosa, pero sólo este último tiene auténtico tirón popular y atrae un grupo numeroso de personas de fuera del ámbito estricto de la Universidad.
Algo parecido ocurre en el Festival Internacional de Santander, por el que han pasado personajes de primera fila mundial pero distantes y efímeros.
Julio, un mes flojo
Entre los veraneantes de a pie ocurre algo parecido. Las últimas estadísticas del INE, referidas al mes de mayo indicaban una ocupación del 34,65% de las plazas –cuatro puntos por debajo del mismo mes del año 2000– frente al 55,37% del conjunto del país. En un turismo que no se mueve a través de tour operadores, el volumen de reservas no es muy significativo, pero resultaba cuando menos llamativo que las plazas reservadas para julio y agosto que en aquellas fechas tenían formalizadas los hosteleros eran del 0,02%, frente al 27,9% y 25,74%, respectivamente, del conjunto nacional. Una región, como Asturias, de estructura turística semejante, tenía un 7,64% de plazas reservadas para julio y el 8,27% para agosto.
En cualquier caso, es evidente que, como todos los años, se llegará a una ocupación cercana al 100 entre el 25 de julio y el 15 de agosto, pero un periodo tan estrecho no salva un verano y julio ha sido, según todas las opiniones, muy flojo, especialmente para restaurantes y cafeterías. Ni siquiera la apertura de la reproducción de las Cuevas de Altamira parece haber servido de revulsivo ante un turista que, por venir mayoritariamente en automóvil y no hacer reservas, puede reordenar las vacaciones en función de la meteorología. Si llueve, como ha ocurrido a comienzos de este verano, busca otros destinos o acorta su estancia en la región, algo que no puede hacer quien contrata un viaje programado.