El índice del PIB está en Barajas
Antes llovía y se confiaba en que antes o después escamparía. Ahora buscamos en el teléfono si mañana habrá más de un 60% de probabilidades de lluvia o no. Dentro de poco, el propio armario tendrá una pantallita recomendando el abrigo en función de las previsiones del día y de nuestra actividad social. Sin embargo, la vida es más sencilla que todo eso. En los seis primeros meses de 2022 han llegado a España casi 500.000 inmigrantes, y de ellos solo un 10% impulsados por la guerra de Ucrania. El resto viene con la perspectiva de tener un trabajo, y lo han encontrado sin consultar ninguna estadística de coyuntura del país. Ellos son el mejor termómetro para saber cuándo sube y cuándo baja el PIB.
Entre 2012 y 2016 España perdió medio millón de habitantes, que en realidad eran extranjeros llegados al calor del ciclo expansivo anterior. La crisis financiera y la del ladrillo les expulsó sin contemplaciones, pero a partir de ese último año empezaron a regresar al mismo ritmo que mejoraba la economía. España volvía a ser un destino atractivo y no solo para los turistas. Pero no tanto como este año. A pesar de esos 100.000 fallecidos de más a consecuencia del Covid y a reproducirnos menos que nunca, crecemos en población como solo crecíamos con el baby boom. La ecuación, obviamente, no encajaría sin esa oleada de extranjeros. Sin ellos, en estos primeros seis meses del año nuestro saldo vegetativo (los que nacen menos los que se mueren) hubiese sido francamente negativo, pero ha sido positivo en casi 200.000 habitantes más y hemos alcanzado una población histórica de 47,6 millones de personas.
En el primer semestre, España ganó 200.000 habitantes, a pesar de tener muchas más defunciones que nacimientos
Las agoreras previsiones económicas que se vienen haciendo desde que en febrero comenzó la guerra de Ucrania, y especialmente para España –aunque está mucho más alejada del conflicto que Alemania, por ejemplo– no han hecho mella en esta enorme riada de inmigrantes, y habría que analizar por qué. Aunque no miren las tablas del PIB, ni consulten los informes de los think tanks bancarios, saben perfectamente a donde van y por qué. Llegan porque alguien de su entorno les ha animado y porque encuentran trabajo y en el momento en que el trabajo flojee, la flecha de entradas y salidas cambiará de dirección, antes de que lo diga el PIB o las estadísticas de paro registrado, igual que los consumidores se han escandalizaron con la subida de los huevos o de la mantequilla antes de que lo viniese a confirmar el IPC.
Por el momento, ese flujo intensísimo de extranjeros que llegan a España a trabajar no se ha detenido, aunque es muy improbable que en este segundo semestre haya llegado otro medio millón, porque el sector turístico ya no los necesita tanto como en verano. Y ellos son los que empiezan a pagar las pensiones o los que pueden hacer crecer la economía, porque la decadencia de los nativos es dramática. En solo ocho años, el censo de niños en las escuelas de infantil y Primaria de Cantabria ha descendido nada menos que un 25% sin que nadie se lleve las manos a la cabeza. Es más, acabamos de aceptar la contratación de más maestros, que al parecer es lo único que preocupa. Llegará el día en que tengamos solo maestros y no niños, o los tendremos, pero extranjeros.
Perdidos en las pequeñas polémicas políticas diarias de las que nadie se acuerda a los seis meses, nadie se toma la molestia de analizar a fondo estas tendencias demográficas que son las realmente importantes a medio plazo.
Con 5,6 millones de residentes extranjeros y dos millones de personas nacidas fuera del país nacionalizadas, la inmigración no es un problema para España por el momento. Y mientras sigan entrando al ritmo del último año querrá decir que nuestra economía los necesita. Pero hay que reconocer que ni izquierda ni derecha tienen un plan para encajar esa población que sigue llegando de la mejor forma posible o para aumentar la natalidad, confiados probablemente en que España tiene aún mucho margen para mantener este flujo sin que surjan problemas, o en la idea de que muchos se marcharán en cuanto llegue una recesión.
Los únicos que hacen estrategias son los inmigrantes que tienen un enorme olfato para detectar, a miles de kilómetros, las oportunidades de empleo.
Tanta que con tener un contador en Barajas para saber los que llegan y los que se van, tendríamos al día la evolución del PIB.
Lo que no resulta fácil de entender es el motivo de que la colonia china se mueva exactamente al contrario de todas las demás. En el primer semestre se fueron 8.000 chinos más de los que han llegado. ¿Qué saben ellos que no sabemos los demás? Quizá que el negocio de los bazares ya no es como era, o que los barcos que llegan de su país con estas mercancías son menos y los fletes cada vez más caros, lo que les hace menos competitivos. Veremos si es una tendencia coyuntural o si nos están advirtiendo de que China ya no va a ser la fábrica de Europa, al menos en la misma medida que hasta ahora.