Enrique Conde se proclama nuevo presidente de una CEOE que vuelve a estar dividida
Cuatro meses después de renovar a Vidal de la Peña, los empresarios aceptan a su sucesor con solo un 60% del voto frente a Emérito Astuy
Las elecciones a la CEOE cántabra que ha ganado Enrique Conde, propietario de la ingeniería Soningeo, han vuelto a reproducir las divisiones históricas de la patronal. Conde representaba la continuidad de Vidal de la Peña, aunque la especial personalidad de éste no parece que admita continuismos. Una estrategia mal planteada por su parte, ha forzado la celebración de elecciones apenas cuatro meses después de ser renovado en el cargo, y si entonces no apareció un rival, esta vez sí. Afloraron las mal disimuladas diferencias internas, con una candidatura del hostelero Emérito Astuy que hacía muy incierto el resultado. Conde se impuso por poco más de cien votos, en una campaña incómoda para muchos empresarios, presionados por uno y otro bando. Astuy tenía el apoyo cerrado del sector hostelero, cuya patronal es más grande que la propia CEOE, y el de quienes consideran que Vidal de la Peña había puesto la patronal al servicio del PP. Queda por ver si en el nuevo Comité Ejecutivo se produce una integración o se mantiene una brecha histórica que nunca llega a cerrarse.
Los estatutos de la CEOE cántabra contemplan la posibilidad de nombrar hasta tres vicepresidentes. Los tuvo Lope Carral, los tuvo Miguel Mirones y los tuvo Gema Díaz Real. Lorenzo Vidal de la Peña, convencido de que los vicepresidentes son unos ‘levantasillas’, de los que uno no debe fiarse demasiado, acabó por aceptar solo uno, Javier Rodríguez, del que estaba convencido de que no tendría aspiraciones a sustituirle, como así ha sucedido. De haber tenido vicepresidentes, cualquiera de ellos podía haber sido designado presidente interino de la patronal, tras el salto de Vidal a la política, y probablemente hubiese concluido los cuatro años de mandato como tal.
Al renunciar Rodríguez a asumir la presidencia y no existir más vicepresidentes, los estatutos de la CEOE no contemplaban otra posibilidad que convocar elecciones, justo lo que Vidal de la Peña no quería.
Todo el proceso ha resultado paradójico, si se tiene en cuenta que Vidal se presentó a la reelección en enero y nadie se atrevió a hacerle frente, porque no es fácil montar una candidatura alternativa a quien está en el cargo. No cabía esperar entonces que, nada más ser reelegido, aceptase una oferta del PP y se marchase, sin haber preparado más a fondo la sucesión ni haber avisado con más tiempo a su equipo. Unos días solo, que aprovecharon para recabar avales de las patronales sectoriales, con vistas a impedir cualquier otra candidatura, aunque no fueron los suficientes para lograr su propósito.
La división interna, nunca resuelta del todo, ha resurgido esta vez y llegó a poner en serio peligro la victoria del sucesor oficial, Enrique Conde. Aunque no se le conoce adscripción política, el hecho de que su mentor se haya convertido en el número 2 del PP cántabro para las regionales y que el Comité Ejecutivo de Vidal de la Peña estuviese cuajado de cargos orgánicos del PP (lo cual resulta incompatible, según los estatutos de la patronal) ha hecho recaer sobre las espaldas de Conde el malestar de muchos asociados por esa politización, como también lo ha creado en otra asociación que preside, la nacional de concesionarios Ganvam, ya que a muchos empresarios les incomoda pensar que la patronal está al servicio de un partido.
Conde se ha comprometido a hacer un equipo más abierto e integrador (después de las elecciones ha asegurado que incluiría a alguno de los miembros de la otra candidatura) pero no ha mantenido ningún contacto con su rival en este sentido.
Tampoco parece haber un interés especial en recomponer las relaciones con el Gobierno, al haber divulgado –ya después de la victoria–, su malestar por las llamadas que atribuye al consejero de Industria, Francisco Martín en favor de Emérito Astuy. Y no es que la candidatura de Astuy fuese más cercana al PRC o al PSOE, porque también se asegura que recibió ayuda del expresidente Ignacio Diego, y hay incluso quien interpreta lo ocurrido en la CEOE como una pugna entre las dos corrientes enfrentadas en el PP.
En realidad, la política ha sido un marco meramente circunstancial, porque las diferencias internas de la patronal cántabra afloran reiteradamente sin que nadie las tenga que alentar desde el exterior, aunque es cierto que la beligerancia contra el Gobierno del PRC y PSOE que ha mantenido Vidal de la Peña durante su mandato ha creado incomodidad en el Ejecutivo, si bien en todo momento ha evitado entrar públicamente a los trapos que le lanzaba el presidente de la CEOE con sus “más trabajar y menos romería” o con los desaires en el Plan Estratégico. Vidal ha tenido una actitud mucho más crítica con el Gobierno de Revilla que con el de Ignacio Diego. “Los cántabros recordaremos 2018 como el año en que nos sentamos a mirar cómo España crecía”, dijo no hace muchos meses. Las estadísticas dicen, sin embargo, que fue, tras Madrid, la comunidad que más creció el año pasado.
Desentendimiento creciente
Conde tendrá que buscar la forma de recuperar las muchas empresas que se han ido de la CEOE en estos últimos años. A pesar de que Lorenzo Vidal de la Peña prometió hacer crecer el censo, recuperando a los que habían abandonado anteriormente y a las patronales que estaban fuera de la CEOE, de las más de 800 asociados que había cuando llegó al cargo solo quedan 523. Una pérdida de afiliados que se traduce también en una pérdida de influencia social.
En la pequeña empresa la crisis ha hecho estragos y en la más grandes el desentendimiento de la patronal cada vez más evidente. Se sienten capaces de tener interlocución con el Gobierno por sí mismas o simplemente no creen que la CEOE les aporte lo suficiente. Entre las que se han dado de baja están Evobus, Telefónica, Sniace, Konica Minolta… La propia Gema Díaz Real, presidenta de Sniace, que presidió la CEOE, no solo la ha mantenido al margen de la patronal sino que ha permanecido completamente ajena al reciente proceso electoral. Y es que la CEOE, por una razón o por otra, nunca acaba dejando un buen regusto en los presidentes salientes.
Pérdida de afiliados
Vidal ha tenido un grupo de incondicionales, pero también se ha encontrado con empresarios que se han ido marchando discretamente.
Por unos u otros motivos, el censo de la CEOE cántabra se ha reducido sustancialmente. Gema Díaz Real dejó la patronal con algo más de 800 afiliados y a la salida de Vidal, cuatro años después, quedaban solo 523. Y al menos un 40% de ellos, a tenor de los resultados, parecen no estar especialmente contentos con el anterior presidente, aunque Vidal presume de haber saneado económicamente la CEOE (los gastos se han reducido drásticamente al despedir a la mayor parte de la plantilla) y de haber hecho la que considera la mayor aportación a la región, el famoso Plan Cantabria 2030. Un plan que, además del coste ya declarado, obligará a pagar una cuantía importante cada año a sus autores para ir implementando las medidas propuestas aunque, por lógica, solo puede hacerlo el Gobierno.
En realidad, las tesorería de la patronal sigue bajo mínimos. A la salida de Lope Carral, en 2006, como recordaba el anterior presidente de la Cámara torrelaveguense Antonio Rincón en las redes sociales, dejó en caja 1,2 millones de euros y cuando salió Mirones, en 2011, había casi 3 millones. La posibilidad de recuperar aquella economía tan holgada parece ahora un espejismo.
Las elecciones son traumáticas en CEOE
La cultura de CEOE siempre ha sido la de evitar las elecciones. La dirección saliente dejaba un candidato in pectore que, por lo general, no encontraba contrincante. De esa manera se soslayaron, durante mucho tiempo, las tensiones internas.
Esa tradición se rompió a la salida de Lope Carral de la presidencia, cuando, tras dimitir, fue necesario constituir un nuevo órgano de gobierno, y Miguel Mirones, presidente de los hosteleros en aquel momento, desafió al candidato que debía suponer la continuidad, el constructor Fidel González Cuevas. Ganó, en unas elecciones cargadas de tensión que dejaron un rastro demasiado largo, y esa división afloró de nuevo a su salida. A punto estuvo su candidata, Gema Díaz Real, de ser superada por el industrial corraliego Emilio Alonso.
El poder de la Junta Directiva
Enrique Conde (Camargo, 47 años) además de propietario de Soningeo, participa en empresas del sector inmobiliario y la construcción en Latinoamérica y formó parte del primer Comité Ejecutivo de Vidal de la Peña (el equipo que el presidente designa con absoluta libertad para gobernar el día a día de la CEOE). Era el tesorero, pero lo cierto es que su presencia fue muy esporádica, y sus rivales le acusaban de haber dejado la responsabilidad en manos de Joaquín Fernández Berjano. Tras las elecciones de enero, Vidal de la Peña no le volvió a incluir en el Comité Ejecutivo. También ha sido decano del Colegio de Ingenieros de Caminos y presidente de la Unión Profesional, formada por el conjunto de colegios profesionales.
Si se tiene en cuenta que ha sido la Junta Directiva la que ha marcado los destinos de los últimos presidentes de la CEOE (tanto para ponerlos como para quitarlos), Conde deberá formar su equipo de gobierno de la CEOE con más mano izquierda que su antecesor, ya que las elecciones han revelado una contestación interna. La Junta (formada por los presidentes de las sectoriales y las grandes empresas) puede resultar anodina, como con Vidal de la Peña, o completamente desestabilizadora, como con Mirones o Gema Díaz.
Las heridas parecían cerradas cuando el propio equipo de Gema Díaz se rompió y provocó que la empresaria torrelaveguense convocase anticipadamente elecciones como una cuestión de confianza. Ni siquiera se llegaron a celebrar, porque Lorenzo Vidal de la Peña, que sorprendentemente se hizo con el respaldo del aparato, consiguió la mayoría de los avales de la Junta Directiva, lo que evitaba llegar a la votación de afiliados. Eso no impidió que volviese a reabrirse la herida y un alejamiento evidente de muchas empresas, que han dejado de sentirse cómodas entre tantas marejadas. De hecho, en las últimas asambleas generales de la CEOE cántabra la asistencia ha sido mínima y a las otrora multitudinarias juntas directivas, en las que participan más de medio centenar de presidentes de asociaciones sectoriales y grandes empresas, apenas acuden ahora ocho o diez.
La victoria de Enrique Conde significa, en teoría, la continuidad de Vidal de la Peña, que ha sido quien le eligió personalmente, pero lo probable es que el régimen de funcionamiento sea muy distinto. Una CEOE más sosegada, más previsible que con Vidal y menos politizada. Aunque no sea del agrado del Gobierno, que no olvida la demanda que les interpuso para forzarle a comprar en casi cinco millones de euros la sede de su empresa, acogiéndose a una cláusula del Parque Tecnológico, lo probable es que las tensiones se disipen progresivamente.
El Gobierno es el primer interesado en no mantener guerras institucionales y Conde deberá evitar nuevas sangrías, porque la CEOE ha quedado muy debilitada. No está como hace tres años, en trance de suspensión de pagos y liquidación, pero sí ha caído radicalmente su censo de empresas (y por tanto sus fuentes de ingresos) y su plantilla está en cuadro. También necesita que el Gobierno le financie los gastos que va a generar anualmente el Plan Cantabria 2030, lo que resulta una paradoja si se tiene en cuenta que Vidal de la Peña lo convirtió en un arma de guerra.
Los resultados de las elecciones regionales también darán indicios de por donde van a ir las relaciones entre la patronal y el gobierno. Si el PRC obtiene un gran resultado y el PP pincha, como en las generales, no será fácil mantener en la CEOE el tono beligerante que tenía Vidal de la Peña, que será uno de los principales afectados, como candidato del PP. Si los populares consiguen formar gobierno y el propio Vidal de la Peña tiene un cargo en él, todo resultará radicalmente distinto. Lo que nadie alcanza a imaginar es a Vidal de la Peña como un diputado más en la bancada popular durante cuatro años.