El ajuste blando puede dejar paso al ajuste duro
empresas que han perdido proporcionalmente más empleo y no se ha enterado nadie; pequeñas empresas sobre las que nadie lleva estadística”.
Los empresarios no ven motivos de alarma
Los nubarrones que según los sindicatos se ciernen sobre las grandes empresas del sector (los expedientes de Sidenor, BSH o la posible reorientación de ENSA hacia la calderería más convencional) son relativizados desde la orilla de la empresa. «Toda situación de recesión genera preocupación, pero no es alarmante», puntualiza Gómez Otero, presidente de Pymetal Cantabria, que se muestra tranquilo ante la recuperación de los mercados: «Si analizamos los índices del resto del mundo, y en especial los registrados en EEUU, se está produciendo un crecimiento en torno al 5’8%, y ese es un síntoma de que la economía se está recuperando».
El mercado ya no sólo exporta los vaivenes, también exige competitividad, flexibilidad y agilidad para adaptarse a ellos. «Pero lamentablemente esa es una situación que se va a producir siempre, con o sin crisis», señala Gómez Otero. «Las empresas que no estén preparadas para competir en los mercados en que nos movemos, cada vez más globalizados y cada vez más competitivos, van a sufrir esos problemas. No es necesario que haya una crisis regional, nacional o mundial, siempre hay empresas que no están en condiciones de competir y al final no van a poder subsistir. Hay que ser competitivos, esa es la solución».
Las empresas hermanas Mecobusa y Fundimotor, son, en opinión de Gómez Otero, un ejemplo de adaptación a las borrascas del mercado internacional. Ambas, ligadas a la firma japonesa Nissan, que aún no ha desvelado los efectos que tendrán en las factorías cántabras sus nuevas relaciones con Renault, levantan cabeza tras el ajuste de su carga de trabajo eventual, o el caso de Bosch, que siempre ha estado incorporando y desincorporando plantilla. ]No hay que preocuparse”, dice Gómez Otero, quien en cambio cree que los problemas estructurales sí son merecedores de un tratamiento especial, ante casos como los de Trefilerías Quijano o Greyco. Su visión es optimista: “Las empresas se han ido reconvirtiendo en los últimos años y están en situación de afrontar la crisis. Estamos en uno de los mejores momentos de la industria en la historia reciente».
Los otros problemas
Sobre el sector metalúrgico sobrevuelan otras sombras más allá del monocultivo automovilístico. Problemas o carencias que tienen en su propia definición su única solución: suelo, infraestructuras, formación y competitividad.
Miguel Ángel González Colsa, de USO, no teme ser franco y opina que muchas empresas de Cantabria podrían considerarse obsoletas si se echa una mirada a la competitiva industria global con la que compartimos el mercado. Un vacío que debe llenarse con urgencia, es la falta de trabajadores cualificados, cada vez más escasos, en todas las economías, pero que en Cantabria comienza a generar una escasez preocupante.
El metal como motor
«La industria siempre fue el motor de la economía de Cantabria”, dice García Cobián. «Hay que empujarla, no digo con ventajas fiscales como las que utiliza el País Vasco, que son un dumping social e incluso fiscal». La solución pasaría, en su opinión, por la llegada de una gran empresa que actúe como motor: “Da igual que haga ascensores que molinos de viento. ¿Pero es posible que eso suceda hoy, en un mercado tan globalizado?», se interroga recordando el fallido intento de generar una industria nueva. Aquella empresa-milagro de la gama blanca era LG, que finalmente optó por instalarse en Vitoria. Otra tentativa de crear desde Candemat una empresa tractora dividida en tres divisiones, aeronáutica, ferroviaria y de automoción tampoco pudo sustanciarse.
El metal no sólo es siderurgia y componentes de automóvil y lo cierto es que la situación es muy buena en otros subsectores vinculados con la construcción, en algunos casos con posiciones muy brillantes: «Cantabria tiene un subsector al que no se le concede la suficiente importancia pero que es un gran exportador de nuestras producción, las puertas metálicas», recuerda García Cobián. Lo cierto es que empresas cántabras como Puertas Roper, con una fortísima implantación en Camargo y Astillero, Puertas Castilla, en Torrelavega o Alsaplas tienen hoy una posición envidiable en el país y han demostrado la eficacia de saber encontrar un nicho de mercado y afianzarse en él. «Es un sector que se tiene que potenciar y en el que se debe investigar. No somos titulares de nada –dice, recordando que compartimos liderazgo nacional con un fenómeno similar en Cádiz– pero para Cantabria es un subsector que proporciona mucho empleo y está manteniendo su producción».
Buscar un hueco en el mercado
La oportunidad está en encontrar fórmulas semejantes que hagan crecer la rama metalúrgica en otras direcciones, sin desmerecer ni olvidar la industria ligada al automóvil que mueve buena parte del sector. Una búsqueda que nos retrotrae a las necesidades de la industria: formación y desarrollo tecnológico.
«Hay que potenciar aquellos sectores de nuestra gama que sean susceptibles de ampliación y que tenga una gran introducción en el mercado», apuntan desde CC OO, que propone tomar la dirección que lleva el viento: «¿Por qué no crear una industria propia a partir de la aprobación de los parques eólicos de Cantabria? Se podría intentar que algunas fases de la producción se hiciesen en Cantabria. No todo es alta tecnología, que puede estar en manos de las grandes multinacionales, y la fabricación se puede hacer aquí». Un subsector que ya no es tan desconocido en la región y en donde despuntan dos ejemplos muy distintos: Talleres Martínez, pionero en los grandes mecanizados, un trabajo de altísima cualificación; y Cantarey, que ha reorientado sus mecanismos de producción hacia el sector eólico.
Oportunidades y huecos que abren nuevas vías en un sector tradicional en la región y que demuestran que el metal tiene aún mucho recorrido. Empresas de reciente creación se han convertido en un referente, como el Grupo Bravo, que en siete años ha creado un entramado empresarial que exporta buena parte de su producción; el Grupo Filcon, con un crecimiento de las ventas muy rápido, o los Talleres Serrano, una empresa familiar que ha dejado patente su capacidad para desarrollarse en varias direcciones distintas al mismo tiempo.
Pequeñas y medianas empresas que están demostrando que se puede exportar a nuestros socios comunitarios, el mercado internacional natural de Cantabria. Proyectos que junto al Centro Tecnológico de Componentes creado en la Universidad de Cantabria, demuestran que en el sector metalúrgico no está todo dicho y sigue teniendo unas expectativas de crecimiento muy importantes.