Nada es lo que parece

APAGONES INDUCIDOS.- El escándalo Enron, en EE UU, no sólo ha dejado tocadas a las auditoras, sino que está poniendo en tela de juicio la eficacia de muchos otros organismos reguladores. Ahora se ha sabido, por ejemplo, que los famosos apagones de California no eran tan achacables a la insuficiencia de las centrales de generación como a las prácticas de Enron para manipular artificialmente los precios en el mercado eléctrico mayorista y para chantajear a las administraciones públicas con la amenaza de no tener garantizado el suministro, lo que las llevó a firmar contratos a precios muy superiores a los habituales.
CUMBRE SIN MINISTROS.- La cumbre de turismo de Santander ha sido curiosa. En primer lugar, por la presencia de sólo cuatro ministros comunitarios que, a excepción del español, apenas tienen nada que decir sobre el turismo, ya que tanto Luxemburgo como Bélgica o Finlandia son países poco significativos como emisores y como receptores, por lo que difícilmente pueden fijar la política comunitaria. Pero lo más sorprendente es el anuncio del vicepresidente Rato en la post-cumbre, al incluir en el plan de excelencia turística de Santander un enorme acuario que se instalará en La Magdalena. La idea sería muy plausible de no haberse aprobado un reformado en la obra del Museo Oceanográfico para hacer lo mismo en San Martín. ¿Es que acaso va a haber dos, uno a un kilómetro de distancia del otro? ¿Es que no hablan entre sí el Ayuntamiento y el Gobierno regional?

PARA UNOS SI, PARA OTROS NO.- La desaparición progresiva del subsidio agrario en Andalucía y Extremadura (el conocido PER) puede tener un fondo razonable pero una puesta en práctica más que dudosa. El PP, que después de criticar el PER con tanta dureza no se ha atrevido a suprimirlo en estos seis años de gobierno, propone ahora mantenerlo indefinidamente para aquellos que ya lo han disfrutado alguna vez y no admitirlo para nuevos perceptores, una desigualdad discutible legal y moralmente. Si el PER sólo propicia el fraude, como sostiene el Gobierno, lo lógico es hacerlo desaparecer, o al menos mejorar el control.

ANUNCIOS PRECIPITADOS.- Hay decisiones rápidas y algunas realmente atropelladas. Spanair anunciaba hace unas pocas semanas que ponía en servicio dos nuevos vuelos entre Santander y Madrid. Al día siguiente, Air Nostrum ampliaba a nueve sus enlaces con la capital de España y un día más tarde Spanair no sólo se volvía atrás de su decisión de 48 horas antes, sino que suprimía todos los vuelos entre Santander y Madrid. A lo que se ve, decir mañana para algunos es hablar de largo plazo. En cualquier caso, queda claro que hay empresas imprevisibles.

EL AGUJERO ARGENTINO.- Lo bancos y las grandes empresas españolas han perdido en Argentina durante el primer trimestre más de dos billones de pesetas, una cuantía desmesurada y más preocupante de lo que parece. Con cantidades muy inferiores probablemente se hubiese conseguido reconducir la economía del país, si las autoridades norteamericanas y europeas hubiesen puesto un mínimo interés en un problema que, a tenor de lo visto, parece que va a recaer casi exclusivamente sobre los hombros de nuestro país. Lo peor para Argentina es que antes o después se va a repetir la experiencia de 1984, cuando el Banco de Santander y otras entidades tuvieron que salir del país con más pena que gloria vendiendo la deuda a bajo precio, porque quien ha quedado escaldado dos veces es muy difícil que vuelva una tercera.
DECEPCION.- Hace solo seis meses los expertos en nuevas tecnologías recobraban la euforia al analizar el rapidísimo crecimiento de las ventas de líneas ADSL en el país. Pero después de tantos escarmientos, nadie había reparado en que, en realidad, se trataba de un mero trasvase de usuarios de otros sistemas de tarifa plana a la nueva banda ancha. Una vez que se ha producido este desplazamiento mayoritario, el ritmo de nuevas altas se ha reducido a casi la mitad y ahora se comprueba que en realidad sólo el 15% de los clientes de ADSL no tienen experiencia anterior en Internet. Desafortunadamente para Telefónica y otras compañías comercializadoras que se hacían ilusiones, no se trata de un aumento vertiginoso de los usuarios de Internet, acercándonos a la media europea, sino de un mero cambio de vehículo.

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