“Los productos fitosanitarios deben estar bajo el control de los técnicos agrícolas”
P.– ¿Por qué reclaman los ingenieros técnicos agrícolas el control sobre el uso de produtos para el control de plagas?
Angel García Fogeda, presidente del Colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas.– El uso de los productos fitosanitarios es cada vez más restrictivo por parte de Europa. Sin embargo, hoy en día producir sin la utilización de estos productos es prácticamente inviable, sobre todo cuando estamos hablando de producción intensiva. Pues bien, si se quiere que el medio ambiente no se vea afectado por la utilización de productos fitosanitarios, el responsable de la utilización de esos productos no puede ser una persona con interés económico en la explotación, porque si un agricultor tiene una plaga su primera preocupación es salvar su producción y es muy lógico que intente utilizar todos los productos que pueda. Si recae sobre el agricultor la utilización responsable de esos productos, vamos a tener un problema para que esos objetivos se cumplan en la medida que quiere la ley.
P.– ¿No se fían de lo que está ocurriendo ahora?
AGF.– Yo entiendo que es mucho más fácil que exista un técnico responsable que pueda determinar la dosificación del producto, en qué momento se aplica, cuándo puede salir ese producto al mercado, etc. Si esa persona no tiene interés económico en la explotación velará más por la protección del medio ambiente y por que la utilización del producto sea correcta. Cuando la Ley de Sanidad Alimentaria salga y lo haga en los términos en que está consensuada, y nosotros tengamos en el Boletín Oficial la responsabilidad que ya tenemos en la práctica, intentaremos desde el Colegio dar un nivel básico de formación en la utilización de productos fitosanitarios.
P.– ¿Por qué se insiste tanto en el Congreso sobre la accidentalidad agraria?
AGF.– Muchos de los accidentes laborales que se producen en el campo no se reflejan en las estadísticas. Nuestro sector es el segundo después de la construcción en siniestralidad. Hay una normativa que es muy difícil que llegue a la agricultura como puede llegar a la industria, donde es muy fácil organizar cursos de empresa. Nosotros hemos empezado por formar a los formadores para hacer después labores de difusión.
P.– ¿Pueden ser los transgénicos la respuesta a las necesidades alimenticias mundiales?
AGF.– Sobre esto sólo puedo dar una opinión personal, porque creo que la organización colegial todavía no tiene definida una postura. La pregunta es si esa manipulación de una parte de los genes de la planta para añadirle una serie de características que la defienden mejor ante plagas, heladas, etc. se podría conseguir de forma natural. Los investigadores dicen que tienen la seguridad de que sólo se modifica ese gen, pero yo parto de la base de que la complejidad de los seres vivos es enorme y a lo mejor hay algunas cosas que se escapan al investigador. Creo que un desarrollo natural de esa mejora genética es, a priori, mucho más aconsejable, aunque en asuntos de mercado es muy difícil esperar quince años cuando algo se puede lograr en dos… Por otro lado está el tema comercial. Ahora mismo quien está en condiciones de producir transgénicos es, en realidad, una empresa norteamericana –Monsanto–, y el problema es que es un monopolio.
P.– Una de las críticas que suelen hacerse a los transgénicos es el riesgo que suponen para la biodiversidad. ¿Realmente son un peligro?
AGF.— Cuando tienes un cultivo que es muy potente, evidentemente dejas de cultivar otras variedades autóctonas, que tienen un valor genético importante pero menos valor comercial y eso supone que con el tiempo se pierden. El que tengamos por ejemplo variedades distintas de garbanzos o lentejas en cada zona tiene un valor importantísimo, aparte del culinario, es un valor genético insustituible. Pero no sólo pasa con los transgénicos. Las líneas de producción comercial muy uniformes también van en contra de la diversidad. Vamos buscando unos tomates redondos, lisos y de gran tamaño, y eso condiciona la producción de otras variedades. Estamos consiguiendo cantidades importantes pero el sabor de los productos se está perdiendo y una de las cosas que se valorarán más en el futuro será la calidad.