Nada es como parece
LA CUERDA SE TENSO DEMASIADO.- Desde que el Mundial se jugó en España, hay la tentación de rentabilizar el espectáculo con numerosas sedes, lo que supuestamente multiplica el gasto de los turistas-hooligans. Pero la ecuación comienza a fallar. El número de visitantes que se ha desplazado a Japón y Corea ha sido bastante menor del esperado y las razones están en la dispersión de los partidos, que al final obligan al turista a seguir la mayoría de ellos por televisión desde su hotel o estar en ruta permanente. Es probable que en japonés también exista algún refrán para advertir que la avaricia rompe el saco, aunque nadie se acordó de él en esta ocasión. Eso sí, hay que reconocer que los gobiernos de Japón y Corea han sabido reaccionar con rapidez e imaginación al recomendar a sus ciudadanos acudir a los partidos vestidos con los colores de los equipos en liza y animarles como si fueran auténticos hinchas, lo que al menos ha dado color al espectáculo.
POCO CUMPLIDORES.- El Protocolo de Kioto, destinado a limitar las emisiones de gases al medio ambiente empezó con serios tropiezos, como la indiferencia de EE UU, el país que más gases nocivos libera, pero el resto de los países desarrollados comprometidos se han tomado el trabajo en serio y han reducido sus emisiones. La excepción más notoria es la de España, donde no sólo no ha decrecido sino que aumentando la aportación de CO2 y ya es un 26,2% superior a lo previsto. Curiosamente, los países europeos más industrializados, como el Reino Unido, Alemania o Francia, son los que más han reducido sus emisiones y ya están bastante por debajo de los objetivos fijados.
‘DERROCHE’ EN SANTANDER.- El Ayuntamiento de Santander tiene un programa de ayudas para propiciar la creación de nuevas empresas, una denominación que parece prometedora, hasta que se conocen las cuantías. Sólo se subvencionan los alquileres del local del negocio, hasta un máximo de un millón de pesetas, pero para conseguir ese millón el nuevo empresario tendría que haber alquilado un local de 800 metros cuadrados en el centro mismo de la ciudad, que al precio actual del metro cuadrado apenas le cubriría la renta de un par de semanas. Podría pensarse que la ayuda va dirigida a iniciativas más modestas pero tampoco en estos casos resulta operativa. Quien monte un negocio sobre un local de 60 metros cuadrados en una zona preferente de la ciudad, pero no en el mismo centro, obtendría una subvención máxima de 43.000 pesetas. Para conseguir una cuantía tan “decisiva” en la vida de una empresa, los solicitantes tendrán que presentar, además de las correspondientes instancias, la documentación acreditativa de la sociedad y de sí mismos como personas físicas, una memoria del proyecto, copias del contrato de alquiler y de las facturas mensuales, documento de vida laboral de los promotores, copia de los contratos de sus trabajadores, certificados de la Seguridad Social y de Hacienda que acrediten estar al día en los pagos, declaraciones juradas de no deber nada al Ayuntamiento de Santander (¿por qué no es el propio Ayuntamiento el que comprueba si le deben algo?), plan de inversiones con justificantes de los pagos ya realizados, plan de financiación, cuenta de resultados previsional y cualquier otro documento que los técnicos municipales consideren conveniente. Una retahíla de trámites y documentos que probablemente le cuesten al solicitante más de lo que pueda obtener como subvención. Cabe imaginar la fiebre empresarial que va a producir semejante “generosidad” en las ayudas.
SIN ALUMNOS.- En sólo cinco años se ha reducido a la mitad el número de quienes se presentan a la Selectividad en Cantabria. La fortísima caída, que alguien debiera explicar dado que excede ampliamente al efecto del descenso de la natalidad, ha supuesto que, por primera vez, haya más plazas universitarias que demandantes y la proporción será muy superior después de retirar de la lista a los suspendidos (aproximadamente un 18% en cada convocatoria) y a los aprobados que se van a cursar sus estudios a otros distritos universitarios. Dado que el número de profesores, de centros y de personal auxiliar va a seguir siendo el mismo, el problema que plantea este brusco descenso de la demanda no es pequeño, porque dispara los gastos por alumno. Y el horizonte que nos espera es aún más complicado, ya que la Ley de Calidad de la Enseñanza parece dispuesta a aumentar los filtros que han de superar los alumnos de secundaria y, por tanto, a reducir aún más el número de universitarios. Así que el próximo problema será qué hacer con todos los edificios que se van a quedar vacíos en la Universidad y con una plantilla de profesores, contratados de por vida, que no tendrán alumnos, como ya empieza a ocurrir en algunas ramas.