Peldaño a peldaño
Para un joven delineante familiarizado con la madera por su trabajo como modelista para la fundición, diseñar una escalera de caracol era un reto en el que poner en juego todos sus conocimientos. Vicente Andrés lo aceptó y el resultado determinó su futuro. Quince años después de aquel primer encargo se dispone a inaugurar una fábrica en Parbayón capaz de producir al año 2.500 escaleras interiores y desde la que se abastecerá a clientes de toda España. Las invitaciones para acudir a ferias en diversas ciudades del país se suceden, e incluso desde el sur de Francia se reclama la presencia de esta empresa cántabra para conocer las propuestas imaginativas que ha introducido en la fabricación de escaleras.
La intención es hacer de la escalera algo más que un elemento funcional para convertirla en una pieza clave en la decoración de interiores. En esa dignificación, Andrés conjuga su formación técnica con la fantasía del diseñador. El cine ha sido fuente de muchas de las referencias visuales con que se alimenta la imaginación de este artesano de la madera, que no ha cambiado de filosofía en su transformación industrial. El inmenso esqueleto de tiranosaurio que decora el hall de Jurasic Park, la ampulosa escalera del Titanic o la perfección mecánica de una simple hélice del avión pilotado por el Barón Rojo, son imágenes cinematográficas en las que se ha inspirado para diseñar alguno de sus modelos más espectaculares.
De la escalera artesanal al kit de montaje
La nueva fábrica ha sido pensada para atender el incremento de la demanda que ha producido el tirón de la vivienda. En los últimos años, la moda de los duplex y la proliferación del chalet como segunda residencia han devuelto a la escalera el importante papel que siempre jugó en las viviendas unifamiliares. Su uso se ha generalizado y han vuelto a ser un elemento arquitectónico habitual en las viviendas, aunque los constructores demandan un modelo básico, de elaboración muy estandarizada, cuya fabricación en cadena requiere de unas instalaciones que desbordaban la pequeña fábrica que Vicente Andrés poseía en Liaño.
Sin descuidar la vertiente artesanal, Andrés ha construido en el polígono de La Yesera una fábrica de 1.900 metros cuadrados dotada de la más moderna maquinaria, en la que ha invertido más de 1.322.000 euros (220 millones de pesetas). “Esta fábrica va a producir dos tipos de escaleras —explica—, la de diseño o artesanal y la industrializada. La idea es abarcar todo el mercado, tanto en precio como en calidad”.
En la exposición de 400 m2 que ocupa la primera planta de la nueva fábrica, 33 modelos de escalera ofrecen a los potenciales clientes diversas soluciones para sus viviendas, pero si el cliente tiene alguna idea preconcebida, la escalera se diseña de acuerdo con sus especificaciones.
Atendiendo a la mayor o menor complejidad de los diseños, al tipo de material empleado y al trabajo manual que requieren determinados modelos, los precios pueden oscilar entre los 1.800 euros (300.000 pesetas) de un modelo básico fabricado en pino o jatoba y los cerca de 30.000 euros (5 millones de pesetas) en que se valoró la escalera de roble fabricada para una casona de Treceño.
En la creación de la nueva fábrica el empresario ha volcado toda su experiencia en el sector para optimizar el rendimiento del proceso de producción. Tres diferentes áreas de trabajo desarrollan coordinadamente las tareas de tronceado, serrado, mecanizado y lijado de las piezas. En una cuarta sección se construyen las escaleras artesanales y se procede al ensamblaje de las piezas para asegurarse de que han sido elaboradas correctamente.
La fabricación en cadena descansa en una máquina de mecanización por control numérico, de nueve metros de longitud y cinco cabezales, capaz de fabricar tres escaleras en una jornada de trabajo. Esta máquina, única en Cantabria, ha requerido una inversión cercana a los 300.000 euros (50 millones de pesetas). Un programa informático permite introducir en ella las órdenes que convertirán las planchas de madera en las zancas, pasos, pilastras y pasamanos de la escalera. El resultado final es un kit preparado para el montaje, lo que simplifica al máximo la instalación.
Aunque el proceso de fabricación se ha mecanizado en alto grado y las aplicaciones informáticas facilitan la tarea de diseño, queda todavía un elemento en la construcción de escaleras que requiere un trabajo artesanal: los ejes de las escaleras de caracol. “Todavía no hay una máquina que consiga hacer los ejes helicoidales” —señala Vicente Andrés—; “hay que fabricarlos a mano, tallándolos como haría un escultor”.
Una posible franquicia
El potencial de producción de la nueva fábrica desborda holgadamente el mercado regional. Cuando dentro de unos meses las instalaciones alcancen su máximo rendimiento, los 35 operarios con los que contará serán capaces de construir 2.500 escaleras al año en un solo turno de trabajo.
Par dar salida a esta producción, Vicente Andrés está pensando en crear una red comercial que podría adoptar incluso la forma de franquicia. “El año que viene vamos a acudir seguramente al sur de Francia; queremos llegar también a Madrid y a Barcelona, y para ello nos planteamos crear una franquicia o una red comercial que distribuya nuestras escaleras”, explica.
Casi la cuarta parte de las que fabrica en la actualidad ya van destinadas a viviendas situadas fuera de Cantabria. La empresa cuenta con clientes en el País Vasco, Asturias, Burgos y Valladolid, gracias a su participación en ferias y muestras dedicadas a los sectores de la decoración y el mobiliario, entre ellas la torrelaveguense de Habitat, una cita obligada para Vicente Andrés, que atribuye a su participación en ella, hace ahora siete años, el impulso que ha alcanzado como empresario.