Editorial

El presidente regional ha reanudado las visitas a las grandes fábricas en este final de legislatura, quizá porque el tiempo apremia y eso le permite un contacto directo con grandes colectivos laborales. La idea, en cualquier caso es inobjetable. Pero no tanto el mensaje. Con machacona insistencia, y van cuatro veces al menos, el presidente se queja de la escasa valoración que los medios de comunicación dan a las informaciones sobre la actividad de las industrias locales y el consiguiente desconocimiento popular sobre lo que ocurre en las fábricas.
La apreciación no sólo es subjetiva, sino que tiene bastante poco que ver con la realidad. En primer lugar, porque en ninguna otra región española hay tantas publicaciones referidas a la economía local y en el caso de Cantabria Económica, llevamos ya once años exponiendo públicamente la realidad de nuestras empresas, con sus éxitos y sus problemas. Tampoco conviene olvidar que los periódicos de Cantabria están entre los primeros de carácter regional que incluyeron en sus páginas una sección de Economía.
Todo ello ha contribuido a que cualquier ciudadano de Cantabria conozca las fábricas más importantes de la región infinitamente mejor, por ejemplo, que un madrileño o un catalán conoce las suyas, entre otros motivos, porque al haber muchas menos resulta más sencillo retener sus avatares en la memoria.

Pero también es distinto el tono. La sensibilidad social que hay en Cantabria hacia las fábricas es muy difícil encontrarla en algún otro lugar, y eso se refleja también en las informaciones. Todos somos conscientes de que vivimos en una región industrial y que eso comporta algunos costes, pero todos estamos a la vez orgullosos de contar con un tejido fabril sólido, porque en el fondo son las grandes industrias las que nos hacen creer en nosotros mismos. Aunque la realidad haya demostrado que las sociedades más evolucionadas hace tiempo que han dejado de estar vinculadas a los monos de trabajo, para nosotros las circunstancias son muy distintas. Las fábricas no sólo siguen siendo nuestra espina dorsal, son la única articulación de nuestra economía. En la ganadería no hay empresas, en la construcción las promotoras son poco más que un globo de aire que cuando se deshincha permite ver lo poco que había dentro y el sector servicios, a pesar de aportar el doble de PIB que la industria, es una inmensa suma de endebleces, donde sólo la Administración puede considerarse una gran compañía.

Si alguien ha minusvalorado la industria no han sido los medios de comunicación. Han sido los propios dirigentes regionales que durante década y media intentaron convencer a los cántabros de que nuestro destino es la hostelería. Dirigentes que en muchos casos confundían el turismo con todo el sector servicios, una sinécdoque tan desmesurada como engañosa cuando el PIB del sector servicios sobrepasa el 67% del Producto Regional y nuestro turismo, en el mejor de los casos llegará al 10%. Dirigentes que, además, no tuvieron reparo ninguno en respaldar recalificaciones urbanísticas que emparedaron todas las industrias locales entre urbanizaciones, al parecer con la sana intención de que los vecinos conociesen más de cerca lo que ocurre en las fábricas.
Posiblemente sea muy útil gastar más de mil millones de pesetas al año en decirles a los demás que Cantabria es una gran reserva natural, pero parece poco congruente lamentarse al mismo tiempo, como hace el presidente, de que en el resto del país Cantabria no sea considerada una región industrial. De cara al ciudadano que vive en otro lugar es muy difícil asimilar dos ideas tan aparentemente contradictorias al mismo tiempo, pero en el interior somos muchos los que recordamos cada día la importancia de la industria en la región. Se podrá decir más alto, pero difícilmente más claro de lo que ya lo hemos dicho.

ALBERTO IBAÑEZ

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