Los nómadas digitales, unos visitantes de gran interés a los que nadie presta atención

La buena calidad de vida, el clima,el surf, los precios y las opciones de ocio y restauración atraen ya a varios cientos de españoles y extranjeros

Cada vez más personas pueden elegir dónde vivir sin estar condicionadas por su lugar de trabajo, y ciudades de todo el mundo se están esforzando por captar estos teletrabajadores con un alto nivel de ingresos ofreciéndoles ventajas fiscales y permisos de residencia a medida. La envidiable calidad de vida y la cercanía a la naturaleza de Cantabria atraen a extranjeros y españoles de otras provincias, pero ese potencial apenas se está aprovechando, al no existir una estrategia adecuada. Ni el sector público ni el privado han sabido reaccionar hasta el momento.


Nadie olvidará marzo de 2020, aquel momento traumático en el que la vida de los españoles y de los ciudadanos de muchas otras partes del mundo cambió de repente tras la adopción de estrictas medidas destinadas a frenar el incremento desbocado de casos de Covid-19. Meses de confinamiento domiciliario, seguidos de muchos más de restricciones sociales y laborales. En ese contexto, la posibilidad de trabajar desde el domicilio particular se convirtió rápidamente en norma, y lo que hasta entonces era un privilegio reservado a un puñado de profesionales del sector tecnológico se extendió a muchas otras actividades para mantener el país funcionando en medio de la pandemia.

De la noche a la mañana, el debate en torno al teletrabajo comenzó a ocupar portadas en los principales diarios y revistas, y también se hizo necesario regular de algún modo una realidad sobrevenida. Se habló mucho de la productividad, del impacto económico, de riesgos laborales o de conciliación, temas que generaban ―y aún generan― mucha polémica entre empresarios, trabajadores y otros actores de la economía productiva.

Los espacios de trabajo compartido o coworking, como el Work Café del Santander, son una de las reclamaciones de los teletrabajadores.

Tres años después, el teletrabajo se ha afianzado en nuestro país como una opción que muchas empresas ofrecen a sus empleados de forma completa (cuando su domicilio se convierte en su lugar de trabajo habitual) o parcial (pudiendo trabajar desde casa algún día a la semana). En su mayoría, son profesionales cualificados de sectores como las nuevas tecnologías, las telecomunicaciones o el marketing, además de comerciales, periodistas y, en menor medida, de atención al cliente.

Aunque muchas empresas han dado algunos pasos atrás en los dos últimos años, el teletrabajo ha dejado de ser una excepción de la que casi nadie sabía nada. Según la Encuesta de Población Activa, el porcentaje de personas que trabajan ocasionalmente en su domicilio pasó del 2,9% de la población ocupada (539.000 personas) a comienzos de 2020 al 5,6% (1,1 millones) a principios de 2022. Si bien siguen siendo cifras modestas, se puede observar una clara tendencia al alza. Sin ir más lejos, en el portal de empleo InfoJobs se registraron 290.768 vacantes con alguna opción de teletrabajo entre enero y abril de 2022, cuando en las mismas fechas de 2021 eran la mitad, y en 2018 apenas llegaban a 4.250. La tendencia en otros países de nuestro entorno es muy similar.

La oportunidad que nadie quiere desaprovechar

Un mayor número de profesionales cualificados teletrabajando implica muchas más personas con un poder adquisitivo medio-alto pueden escoger dónde vivir de forma permanente o, al menos, una parte del año. Este hecho no ha pasado desapercibido para algunos gobiernos, regiones y municipios que han visto en esta nueva realidad una potencial fuente de ingresos para sus economías.

Varios países europeos expiden ya visados específicos para los llamados “nómadas digitales” (España aprobó en diciembre de 2022 su Ley de Startups, que incluye este tipo de medidas), y ciudades como Málaga han sabido aprovechar la situación para aumentar rápidamente su población laboral y afianzar su condición de nuevo polo tecnológico del sur peninsular. Otras ciudades, como Barcelona o Cádiz, e incluso pequeñas localidades como  el municipio lugués de Foz, han puesto en marcha campañas para captar teletrabajadores.

Algunos de los miembros de la comunidad de teletrabajadores Cantabria Remota en un encuentro en un bar de Santander el invierno pasado.

La llegada de estos nómadas digitales se produce en lugares tan distantes como Finlandia, Portugal, Estonia, Tailandia, Antigua, Barbuda, Grecia o Australia, que compiten por atraer a emprendedores y trabajadores con un alto poder adquisitivo ofreciéndoles períodos de residencia extendidos y ventajas fiscales. La mano ganadora la tienen, en todo caso, los países con un clima más agradable, siempre que sea posible disponer de una buena conexión a internet en las ciudades y en zonas rurales.

Como descubrió el año pasado el Centro de Innovación social de la Diputación de Málaga, el contacto con la naturaleza y la tranquilidad son los principales incentivos para los trabajadores en remoto, que también valoran positivamente la existencia de buenas infraestructuras digitales y planes de ocio o que la comunidad local sea inclusiva y les haga sentir seguros.

La calidad de vida como factor diferencial

Aunque otros lugares hayan tomado la delantera, el potencial del teletrabajo no ha pasado desapercibido en Cantabria. Una prueba de esto es que la recién investida presidenta del Gobierno regional, María José Sáenz de Buruaga, propuso durante la campaña convertir la comunidad en “destino del teletrabajo del norte de España” a través de medidas como la apertura de espacios de coworking, bonificaciones fiscales y precios especiales para el transporte por motivos laborales a las grandes ciudades del país.

La región tiene muchos atractivos que ofrecer, desde la cada vez más amplia oferta gastronómica a un catálogo de opciones de ocio que no ha dejado de crecer en los últimos años, un clima sin las temperaturas extremas de otras zonas de España y un entorno idóneo para practicar deportes de aventura. Todo esto, junto con la cercanía a la naturaleza, precios más baratos y una capital segura (Santander encabeza los rankings de ciudades más seguras del país, que a su vez está entre los más seguros del mundo) y en la que desplazarse a pie resulta muy cómodo. Una combinación muy atractiva para aquellos profesionales que quieran alejarse de las grandes urbes y llevar una vida más tranquila sin renunciar a las comodidades.

Quizá debido a todos esos factores, cada vez es más fácil encontrar teletrabajadores, tanto españoles como extranjeros, en el entorno de la bahía de Santander. A pesar de no haberse articulado un plan institucional de atracción de talento nómada, las condiciones creadas por la pandemia, el auge del surf y el tiempo menos lluvioso de lo habitual de los últimos dos años han propiciado que cada vez más personas se muden a la región para teletrabajar.

Muchos son cántabros que residían fuera y han regresado tras la pandemia gracias a la posibilidad de mantener sus empleos trabajando en remoto, pero también han venido españoles de otras regiones atraídos por la vida tranquila y unos alquileres mucho más baratos que en Madrid, Bilbao o Barcelona, y extranjeros enamorados de los paisajes naturales de Cantabria y encantados con la posibilidad de surfear durante todo el año en Liencres o Somo.

Las ventajas que aportan son muchas: gasto directo en establecimientos de la región e impuestos, sin alterar el mercado laboral local, y una  evidente oportunidad para desestacionalizar la industria turística, un objetivo que la comunidad autónoma se ha fijado desde hace mucho tiempo.

Los primeros teletrabajadores

Quienes ya teletrabajan desde Cantabria no necesitaron una campaña específica para reparar en las bondades de la vida en la región. Han venido de forma espontánea y son la prueba de que Cantabria tiene mucho que ofrecer a quien quiere establecerse aquí mientras trabaja para una empresa de fuera, pero también sirven de testigo para detectar carencias que, de suplirse, podrían contribuir a la llegada de muchos más teletrabajadores y aprovechar una oportunidad que no conviene dejar pasar.

Ya ha nacido incluso una incipiente comunidad en línea, denominada Cantabria Remota y vertebrada en torno a un grupo de Whatsapp y una página de LinkedIn que cuenta con más de 200 seguidores. Todos son conscientes de que se trata solo de una parte de los teletrabajadores que residen en la región, porque suponen que hay muchos más sin detectar. Entre los miembros de este grupo, que han llegado a organizar algunos encuentros informales en Santander, hay profesionales de más de 20 nacionalidades, incluyendo a personas de Polonia, Chile, Chequia, Bélgica, Inglaterra, Ucrania, Panamá, Austria, Alemania, Etiopía, Croacia, Colombia, Canadá o Suiza. Los perfiles son muy diversos, aunque destacan por su número quienes trabajan en áreas técnicas y relacionadas con las nuevas tecnologías.

Miembros de Cantabria Remota durante la presentación del espacio de coworking IBE (Innovation Business Ecosystem) de CEOE-CEPYME en Santander, en febrero de este año.

Entre lo que más echan en falta quienes llevan algún tiempo teletrabajando en Cantabria es disponer de una red mejor estructurada de profesionales de su campo, más opciones para socializar y conocer gente, y espacios de coworking modernos y bien equipados que cuenten con salas de reuniones y cabinas insonorizadas para llamadas. Esto se va resolviendo poco a poco. CEOE-Cepyme abrió a principios de año un centro de coworking de dos plantas en su sede y el Banco Santander cuenta desde el año pasado con un Work Café en la capital regional, que combina una oficina comercial con varias salas de encuentro y trabajo para profesionales, además de disponer de cafetería.

Lugares como estos permiten que los teletrabajadores puedan reunirse con clientes, socializar con otros profesionales o, simplemente, salir de casa por unas horas para trabajar desde otro lugar.

Volver a casa para vivir mejor

Cantabria suma cada día más talento retornado, personas que salieron de la comunidad para estudiar o desarrollar su carrera y, ahora que las circunstancias lo permiten, regresan al lugar de origen para vivir con más tranquilidad, estar más cerca de sus seres queridos o formar una familia. Muchos de ellos lo hacen teletrabajando para empresas establecidas en otras partes de España o en el extranjero.

Manuel Moreno es un ingeniero de software selayense establecido en Santander desde hace tres años, cuando volvió a la región con un contrato en remoto para New Relic, la empresa estadounidense para la que trabajaba en Barcelona, donde llevaba viviendo ocho años. La justificación es fácil de entender: “Vivir en Santander es mucho más barato, y además tengo a mi familia cerca”, dice. Advierte, eso sí, que trabajar desde casa exige ser disciplinado pero confiesa que no echa en falta nada en particular en su nueva vida en Cantabria. Hace hincapié, no obstante, en la importancia de la infraestructura tecnológica en las zonas rurales: “Llegué a plantearme vivir en Selaya, pero la fibra óptica no llegaba a mi casa, y necesito internet para trabajar”.

Santander fue también el lugar elegido por la ingeniera civil Lidia Ruiz cuando regresó el año pasado de Inglaterra, donde había estado trabajando seis años. “La ciudad está bien comunicada por aire y por carretera, lo que me permite visitar a mis clientes cuando lo necesito y viajar cuando me apetece mientras mantengo aquí mi base de operaciones”, y apostilla que “Cantabria es un lugar maravilloso donde vivir”. En la actualidad, Ruiz tiene su propia firma de consultoría en gestión de proyectos, equipos y procesos de transformación, Go Management Solutions, y trabaja con clientes de todo el mundo de forma remota.

En el caso del santanderino Guillermo Sánchez, site trainer manager para Europa, Turquía y Egipto en Amazon, el teletrabajo le ha dado la oportunidad de volver a su ciudad natal y formar una familia junto con su mujer, también empleada de la multinacional estadounidense. Para Sánchez, 2022 supuso el fin de una década viviendo fuera, primero en Londres y luego en Praga y Barcelona. “Aquí se puede disfrutar de una buena calidad de vida sin dejar de estar en un entorno urbano”, apunta. “Además, el teletrabajo me permite conciliar mejor ahora que acabo de tener un hijo”, añade.

En busca de olas y una vida más lenta

Al margen de los cántabros retornados, a Cantabria llegan también teletrabajadores de otros lugares. En algunos casos, se trata de profesionales cuyas parejas son de Cantabria y que deciden acompañarlas en el viaje de vuelta al poder mantener sus empleos en remoto. En otros caso, son personas que buscan escapar del barullo de las grandes capitales globales o surfistas aficionados que encuentran en la costa del Cantábrico algo que muy pocos lugares de Europa ofrecen:poder trabajar y disfrutar de las olas en el mismo día.

El surf trajo desde Polonia a Karol Swieca y Aneta Szotek. Él trabaja como programador para una startup norteamericana y ella es redactora técnica en una empresa tecnológica. Buscando vivir cerca del mar y practicar su deporte favorito en un lugar con inviernos relativamente suaves, se mudaron con su perro a Laredo hace diez meses, y medio año más tarde se trasladaron a Santander. “Elegimos Laredo porque tenía una playa muy grande con buenas olas y era muy fácil encontrar alquileres a buen precio en invierno. Sin embargo, pronto descubrimos que no se podía hacer mucho en esos meses, así que vinimos a Santander. Los alquileres son más caros, pero hay mucha más vida en la calle, más cosas que hacer, y enseguida hemos hecho amigos”, explica Karol, quien también señala algunas dificultades a las que se enfrentan los nómadas digitales que vienen por unos meses: “No es posible contratar fibra en un piso si no tienes una cuenta bancaria española y un NIE, algo de lo que no dispone un ciudadano europeo que se encuentre aquí temporalmente”. Entre las ventajas, el programador polaco valora muy positivamente las buenas conexiones por carretera con las provincias vecinas y la posibilidad de llegar a las principales capitales europeas desde Parayas. “El aeropuerto de Santander fue uno de los motivos por los que elegimos Cantabria para vivir”, reconoce.

También atraído por las olas llegó desde Madrid la pasada primavera José Manuel Carranza, un ingeniero de software que teletrabaja desde Ajo para la empresa tecnológica estadounidense Twilio. De momento, tiene la intención de permanecer en la región hasta octubre. “Había venido a Cantabria anteriormente para surfear y conocía la región. Me gusta mucho el clima, que no es excesivamente cálido en verano, y que Cantabria no sea todavía demasiado turística”, manifiesta el programador. A cambio, destaca que le resultó “imposible” encontrar una vivienda en el arco de la Bahía de Santander por la que no le exigieran “una barbaridad” en los meses de verano. “No es fácil encontrar alquileres cuando quieres estar por aquí más tiempo que alguien que viene de vacaciones, y tampoco quieres comprometerte a un contrato de un año o más”, agrega.

Su opinión, como las de otros nómadas digitales, denota que Cantabria cuenta con atractivos claros para los teletrabajadores. Sin embargo, para atraer a un número suficiente como llegar a tener relevancia en la economía regional será necesario replantear la oferta residencial y hotelera y tener en cuenta sus necesidades, que son muy distintas a las de un turista. La oportunidad que presenta este creciente nicho de mercado, con miles de trabajadores nórdicos que buscan lugares con encanto en el sur de Europa, bien lo merece.

José MªSainz-Maza del Olmo

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Un comentario

  1. Que prueben a cotizar en el lugar donde residen y así no tienen problemas de que les dejen contratar internet, es muy bonito venir a subir precios del alquiler pagando impuestos fuera.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora