Carpetazo a un año difícil

Los accionistas del Santander no están acostumbrados a que baje el precio de sus acciones, y menos a una caída del 30% en un ejercicio. No era el único problema. Emilio Botín se veía citado ante los tribunales por el bonus pagado al ex copresidente Amusátegui y acababa de conocerse que la salida de Corcóstegui había conllevado un desembolso para el banco de 108 millones brutos. Además, se veía obligado a presentar una reducción de los beneficios después de una década de constante crecimiento. Con semejante escenario, optó por esperar a que el panorama se despejase en lo posible y suprimió la junta de febrero. La operación salió razonablemente bien, porque para la junta de junio el precio de la acción se había revalorizado un 22%, algo más tranquilizador para el accionista que el mantenimiento del dividendo, a pesar del descenso del beneficio en casi un 10%.
Las juntas del Santander hace tiempo que no son tranquilas, pero ese es un mal que se generaliza en todas las empresas. En el caso del Banco cántabro, se produjo un cambio radical en 1993 cuando el Banco de España intervino Banesto, lo revendió y procesó a sus administradores. Algunos de ellos, como Rafael Pérez Escolar, iniciaron entonces una campaña implacable contra el nuevo propietario que recuerda vivamente la que mantuvo Ruiz Mateos contra los hermanos Valls, copresidentes del Banco Popular, tras la expropiación de Rumasa.

El currículo procesal de Pérez Escolar

Pérez Escolar y varios abogados próximos tratan de sembrar cada año la desconfianza sobre la evolución del Banco. A veces en términos muy teóricos, con impugnaciones que siempre acaban perdiendo en los tribunales. En esta ocasión con argumentos que pudieran enganchar más fácilmente en otros accionistas (aseguran que en lugar de beneficios, el pasado año tuvo unas pérdidas de 1.265 millones de euros que se reflejan en el descenso del patrimonio neto).
Esta vez, el Banco había preparado mejor el escenario y Botín recibió a Pérez Escolar con un detallado currículo judicial de sus últimos años antes de darle la palabra: Condenado por el Tribunal Supremo a una pena de cuatro años de prisión menor, más la accesoria de suspensión de todo cargo público por un delito de apropiación indebida mientras fue consejero de Banesto; y otra condena de cinco años y ocho meses de prisión por delito continuado de estafa. Botín recordó que Pérez Escolar también ha tenido que indemnizar a Banesto con 816 millones de pesetas por su participación en las operaciones denominadas Centro Comercial Concha Espina y Oil Dor.
Las intervenciones críticas en la junta eran el peaje inevitable de un año complicado. Argentina volvió a empañar las cuentas, lo que ha convertido la aventura del banco en el país austral en la más cara de su historia. Afortunadamente están Brasil y México para dar satisfacciones y lo cierto es que ambos países se han convertido en una mina de oro para el Santander, sobre todo el primero, a pesar de que el beneficio aportado por ambos no pudo llegar al espectacular nivel del año anterior por la perjudicial diferencia cambiaria que se ha producido al revalorizarse con fuerza el euro.
Botín no escatima elogios a las autoridades brasileñas y al propio Lula, con quien podría mantener severas diferencias ideológicas. Pero el financiero cántabro se jugaba mucho en aquel país y no puede por menos que estar agradecido. Apostó tan fuerte en la compra de Banespa, al ofrecer un precio que los mercados consideraron desmesurado, que una evolución negativa de la inversión hubiese puesto en serios apuros su credibilidad como banquero. Pero Brasil salió adelante y su banco tiene unas posibilidades inimaginables. Tanto que, en cualquier balance de la trayectoria de Emilio Botín al frente del Santander, sobrarían motivos para recordarle con solo dos operaciones, la de Banesto y la de Banespa, dos compras cuyo precio decidió personalmente. Los dos bancos son hoy tan joyas de la corona como el Santander matriz y sin ambos no puede entenderse la evolución del grupo.

El decimotercer banco del mundo

Botín recordó que en 1987 (el año que accedió a la presidencia) el Santander era el séptimo banco por capitalización del país y el 136 del ranking mundial y ahora es el primero en España y decimotercero a nivel mundial. El banco valía entonces 3.200 millones de euros y ahora cotiza en 38.000, pero está convencido de avanzar algún puesto más a medida que siga subiendo la cotización de las acciones, algo que puede ocurrir rápidamente si no empeoran los dos factores que han penalizado las cuentas el pasado año: la evolución cambiaria de las monedas latinoamericanas y el crack argentino.
Esa perspectiva inmediata le ha llevado a mostrar un optimismo llamativo ante la junta e, incluso, a desdecirse del cambio de política sobre previsión de resultados. De nuevo se ha atrevido a marcarse una cifra de beneficios: 2.500 millones de euros, lo cual supondría un 11% más que el año pasado, en que ganó 2.250, pero aún no alcanzaría los 2.534 que aventuró a comienzos de 2002 cuando aún no habían aparecido los nubarrones más negros que ensombrecieron ese ejercicio.

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