Chapuzas estratégicas
Kennedy llegó al poder en EE UU con la ayuda de una camarilla de amigos brillantes, pero ese círculo tan estrecho y demasiado moderno para la época molestaba en los altos estratos de la Administración y, sobre todo, del Ejército, que quería seguir teniendo el mismo papel que había tenido con los anteriores presidentes. Con la aprobación de varias leyes confiscatorias por parte del nuevo gobierno castrista que se había hecho con el poder en Cuba, la presión de los militares sobre el presidente estadounidense fue in crescendo hasta verse obligado a contar con ellos para tomar una decisión sobre la isla. Una presencia que a Kennedy le incomodaba, porque sabía perfectamente que el sector militar iba a exigir medidas mucho más belicosas de las que él estaba dispuesto a adoptar. Afortunadamente, se adelantó la posibilidad propuesta por la CIA y un grupo de exiliados cubanos, de ser ellos mismos los que llevasen la iniciativa, algo que los militares estadounidense respaldaron con entusiasmo en una reunión multitudinaria del presidente con toda la inteligentzia de las fuerzas armadas y de las oficinas federales.
Kennedy no tuvo más remedio que aceptarlo pero, cuando a las pocas horas de aquella disparatada invasión de exiliados cubanos con avionetas y yates de recreo llegaron noticias del ridículo desastre, comentó: “Si 50 de las mejores cabezas de EE UU pueden concebir un plan tan estúpido, nunca volveré a aceptar que ningún comité de expertos me diga cómo tengo que gobernar”.
Seguro que es nutrido el número de brillantes cabezas pensantes que hay en el BBVA y en las consultoras que le están asesorando a precio de oro, pero la decisión de presentar una opa hostil contra un banco catalán como el Sabadell en mitad de la campaña electoral de Cataluña y dejar entender, además, que se destruirán miles de empleos en esa comunidad, es otro ejemplo más de cómo la suma de inteligencias no garantiza nada. Han hecho historia, porque consiguieron que al día siguiente todos los partidos de Cataluña, desde la extrema izquierda de la CUP hasta la extrema derecha de Vox, se posicionaran en contra. Por supuesto, también el Gobierno catalán y, lo que es más decisivo para el éxito de la operación, el del Ejecutivo nacional.
Las opas las ganan o las pierden quienes presentan una oferta y quienes la aceptan o la rechazan pero hay que reconocer que el BBVA podía haber preparado mejor el terreno de juego. Si, además, la oferta se hace en acciones y no en dinero, la posibilidad de éxito es aún menor, porque está condicionada a que las acciones del BBVA no bajen (en ese caso, la prima podría ser incluso negativa). La propuesta, por otra parte, está diluyendo el valor de los títulos de sus accionistas, al tener que emitir muchísimos más para formalizar la compra.
¿Tiene sentido presentar una opa a un banco catalán en mitad de una elecciones catalanas?
Si a todo esto se añade la filtración inicial sobre las intenciones del BBVA, que lo precipitó todo, y otros errores de forma, es evidente que asistimos a un plan torpemente ideado y torpemente ejecutado. Un poco de sentido común hubiese resultado bastante más barato y eficaz.
Hay ejemplos más cercanos de cómo equipos muy prestigiosos pueden cometer errores estratégicos obvios. La decisión de publicar únicamente en internet el PSIR de La Pasiega, sin hacerlo en el Boletín Oficial de Cantabria puede considerarse razonable, porque ningún ciudadano tiene la poco entretenida afición de leerse el BOC cada mañana, pero con la constancia que tenemos en Cantabria de que un pequeño defecto de forma puede tumbar cualquier plan de urbanismo, los expertos que tomaron la decisión debieran haber tenido muy en cuenta que en esta materia hay que pecar siempre por exceso y cualquier cautela siempre es poca. El resultado lo vemos ahora: el principal proyecto de la región podría llegar a pararse porque las excavadoras pueden con casi todo, salvo con un papel oficial.
Algún día habrá que establecer un premio a quien logre sacar adelante un expediente administrativo sin tacha. Quizá con ese incentivo consigamos resolver el principal problema de Cantabria en la puesta en marcha de cualquier proyecto, que no es la falta de voluntad política o la de dinero. Ni siquiera los problemas técnicos de ejecución que pueda conllevar o la presión de grupos sociales en contra. Lo que puede acabar con cualquier proyecto es el papel intrascendente que se atascó en un negociado o el que debiera haberse cumplimentado y juez echó a faltar entre miles y miles de folios.
Un documento como los que se ven obligados a firmar cada mañana por docenas muchos políticos sin tiempo para poder leerlos, y como los que se tramitan por millones en este país que supuestamente quiere acabar con la burocracia. Habíamos conseguido sustituir muchos de ellos por formularios virtuales (en Alemania, por ejemplo, aún no se puede), pero vistos los riesgos de que un juez lo considere no válido, acabaremos por hacer las dos versiones para curarnos en salud en este reino irredento del burocratismo.