Astander vuelve al trabajo con un contrato de 12 millones de euros

La vuelta a la actividad de Astander, tras el largo conflicto que durante meses ha mantenido casi paralizado al astillero, no ha podido iniciarse con mejor pie. La imagen de sus diques vacíos, telón de fondo de las negociaciones que desembocaron en el acuerdo laboral logrado en diciembre, ha cambiado con la llegada de un buque que no sólo asegura carga de trabajo para los próximos meses, sino que permitirá cubrir en apenas un semestre la modesta facturación prevista para todo el ejercicio.
El barco que ha entrado en los diques es un pipe-carrier especializado en el tendido de tuberías submarinas y en tareas de apoyo a plataformas petrolíferas. Entre las reformas que ha contratado destaca la construcción de un helipuerto y nueva maquinaria, lo que, junto a otras tareas, permitirá ingresar al astillero cerca de 12 millones de euros.
Este es el segundo barco que ha entrado en los diques de Astander desde comienzos de año, aunque los trabajos en el primero tan sólo representaron medio millón de euros. En cualquier caso, la suma de ambos contratos sitúa al astillero en camino de lograr los mejores resultados en mucho tiempo si en la segunda mitad del año consigue mantener el mismo ritmo de actividad.
La llegada de barcos no es algo que pueda preverse, ya que, tanto en el mercado de las reparaciones como en el de las transformaciones, la elección de un astillero u otro depende de factores que van desde el precio que ofrecen a la mayor o menor proximidad del lugar donde se encuentra el barco en ese momento.

Una plantilla redimensionada

Astander cuenta actualmente con una plantilla de 147 trabajadores, pero en el acuerdo pactado con los sindicatos se prevé reducir esta cifra hasta dejarla en sólo 92 empleos directos en 2007. Las salidas se harán por la vía de las prejubilaciones, a medida que los operarios vayan cumpliendo los 52 años. Una solución en la que han colaborado generosamente las administraciones públicas, y en la que el propio Gobierno cántabro ha comprometido ayudas cercanas a los seis millones de euros para los próximos cinco años.
Esta drástica reducción de plantilla busca lograr un astillero más competitivo, al reducir los costes laborales directos, aunque se producirá una situación paradójica. El número de trabajadores que figura como objetivo es insuficiente para mantener la actividad en tres turnos, como exige una gestión rápida de los barcos que entran a reparar –ningún armador quiere tener los buques parados– y eso hará imprescindible el recurrir más intensivamente a las contratas.
El comité de empresa entiende que habrá que definir un nuevo modelo organizativo para el astillero y no descarta que la plantilla pueda volver a crecer. De hecho, en el acuerdo se contempla la posibilidad de que ingresen trabajadores a finales de 2006, si la situación del mercado lo permite.

La aspiración de GSW

Aunque la actividad de Astander está orientada a la reparación y transformación de barcos, otra empresa de la zona, Global Steel Wire parece interesada en contactar con el propietario del astillero, el grupo canario Italmar-Astican, para explorar la posibilidad de dar otro uso a uno de los diques: el desguace de barcos viejos para alimentar con su chatarra los hornos de Nueva Montaña.
GSW importa la chatarra a través del Puerto de Raos, donde cuenta con un muelle en concesión desde septiembre de 2002. Sin embargo, el desacuerdo con la Sociedad de Estiba que opera en el puerto ha impedido hasta ahora la normal explotación de esa terminal. Una prueba de este desencuentro es la estampa que ha presentado el abra del Sardinero durante varias semanas, con hasta siete barcos fondeados sin poder descargar la chatarra que traían para GSW.
La legislación comunitaria prohíbe el desguace en ribera y lo confina en los astilleros. Eso hace imposible proveerse de chatarra desde las antiguas instalaciones de Recuperaciones Submarinas en Maliaño, pero no en Astander. Si la siderúrgica pudiese alquilar uno de sus diques para desguazar buques, se garantizaría un suministro de acero de la mejor calidad y a un coste inferior al del mercado internacional, ya que utilizaría la planta del grupo Celsa en Polonia como central de compras para adquirir barcos achatarrables procedentes de las numerosas y envejecidas flotas bálticas.
La integración de ambas actividades en el astillero no es fácil, dado que obligaría a renunciar a uno de los diques. Si fuese alquilado a GSW el de mayor capacidad –donde entran buques de hasta 50.000 toneladas– Astander perdería el 70% de su capacidad para obras de transformación y eso podría convertirse en inicio del fin de una actividad para la que se requiere mano de obra muy cualificada, algo que no puede decirse del desguace.

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