¿Qué lujos ofrece Cantabria?
Cada vez son más los establecimientos que apuestan por la clientela VIP, que solo busca tranquilidad y gastronomía
Se puede alquilar un velero de gran eslora con patrón por 400 euros la media jornada o alojarse en hoteles de Gran Lujo, como el Real o el Palacio Boutique Antique. Se puede jugar en el campo de golf en el que creció Seve, comer en uno de los pocos restaurantes tres estrellas Michelin que existen y hasta se ha podido pernoctar en el Centro Botín, junto a las obras de arte allí expuestas. ¿Es suficiente la oferta de Cantabria para conquistar a ese turista de lujo que busca los lugares más exclusivos?
Hace un siglo nadie dudaba de que veranear en Santander era lo más exclusivo, porque aquí lo hacía la Familia Real, que arrastraba a toda la Corte y a los periodistas de Madrid que relataban sus días de ocio para unos lectores ávidos de fantasear sobre la vida de los ricos. Esa presencia estival producía un efecto transformador sobre todo el entorno, al impulsar la creación del Club Marítimo, el Casino, el Campo de Golf de Pedreña, el Hotel Real, el Campo de Polo de La Magdalena, el Hipódromo de Cueto y el propio palacio, razón de ser de todo ello.
Ya no es la nobleza la que pone de moda los sitios pero sigue habiendo una ruta internacional de lugares que se asocian al lujo, y estar en esa ruta suele ser un buen negocio, como lo fue en su día para Santander, San Sebastián, Biarritz, Cannes o Baden Baden, que aún hoy sacan mucho partido de aquella herencia.
En octubre, una joven heredera mexicana se casará en Cantabria, en la misma pequeña iglesia trasmerana en la que se casó su abuela antes de emigrar, con un gran desplazamiento de personas de aquel país, que han reservado hoteles y restaurantes. También está rehabilitando, a su costa, la iglesia. No es la única representante de la alta burguesía que elige Cantabria para su boda. También lo hacen influencers e hijos de conocidos empresarios españoles más o menos vinculados a la región, lo que a su vez genera el interés de otras personas de gran capacidad económica.
Otros personajes influyentes demuestran el creciente interés que suscita la región. En los últimos tiempos, han adquirido casa en pueblos de Cantabria Ignacio de la Colina, presidente en España del banco norteamericano de inversión JP Morgan, que se ha quedado con el imponente Palacio de Sánchez de Movellán, en Roiz, y Marcos de Quinto, que fue vicepresidente mundial de Coca Cola, se ha convertido en el nuevo propietario del palacete de la escritora Josefina Aldecoa en Mazcuerras por unos dos millones de euros, un edificio de 700 metros cuadrados con un espléndido jardín de más de 7.000.
También ha apostado por Cantabria el polémico jefe de gabinete de Isabel Díaz Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, que ha comprado una casa solariega de 20 habitaciones en Piélagos por la que ya han pasado la propia presidenta de la comunidad madrileña o el alcalde de Madrid, José Luis Almeida, y su esposa, Teresa Urquijo.
Cinco estrellas
No solo se venden antiguos palacios. La urbanización que se va a construir junto al campo de golf de Santa Marina, en las proximidades de Oyambre, ha dejado claro el renacido interés de las clases acomodadas madrileñas por Cantabria. No obstante, la oferta de viviendas de lujo en la región es escasa y la alternativa está en los hoteles.
Aún son pocos los hosteleros que se atreven a promover un hotel de cinco estrellas, y la inmensa mayoría de los que se abren optan por las tres o las cuatro estrellas, para asegurarse un público potencial más numeroso, sin que eso les condicione para poner el precio de las habitaciones.
El Hotel Real, el único cinco estrellas de la capital, es una de las apuestas seguras de los turistas de lujo. Como señala Eurostars, la cadena que lo gestiona, “el Real no es un hotel de Santander, es ‘el hotel’ de Santander, y tanto los ciudadanos como los visitantes lo tienen como referencia de la ciudad. Es un emblema”.
El perfil de sus huéspedes es cada vez más variado, desde parejas buscando un alojamiento especial y un entorno único hasta turistas vacacionales que lo escogen como su campo base para conocer la región. También se ha ampliado mucho la procedencia: “siempre hemos tenido muchos clientes ingleses, pero cada vez registramos más visitantes de otros puntos de Europa. Y aunque tradicionalmente venían muchos mexicanos, se han incrementado los huéspedes de otros países de Latinoamérica”.
Pero el cambio que más sorprende es el de la edad “que ha descendido ligeramente”, y es que el lujo también atrae a los jóvenes que pueden pagarlo. Tras la pandemia, no ha sido infrecuente ver en los salones del Real jóvenes profesionales europeos teletrabajando con su ordenador.
Es evidente que las motivaciones de la clientela son cada más diversas y eso se nota en los pasillos. “En el Hotel hospedamos tanto a turistas que realizan escapadas cortas para conocer, sobre todo, Santander, como a clientes vacacionales e incluso algunos habituales para los que nos hemos convertido en su segunda residencia”, agrega la cadena. Pero hay un factor común: buscan “un turismo no masificado” y se sienten muy atraídos por “la excelente gastronomía que ofrece la zona y su gran patrimonio cultural y natural”.
Fuera de la capital han aparecido otros hoteles de cinco estrellas. Son la Casa de Marqués, en Santillana (un edificio reformado del siglo XV, que fue residencia del Marqués de Santillana), y el Costa Esmeralda, en Suances, un edificio de piedra tradicional con una decoración moderna centrada en el mundo del motor. Ambos son propiedad del expresidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria Ángel Cuevas.
A pesar de que son de un precio similar (una noche en temporada alta puede costar unos 230 euros), los perfiles de sus clientes son muy distintos, según su propietario.
En Casa de Marqués, el 90% son extranjeros, sobre todo, parejas de más de 50 años. “Un 30% proceden de Inglaterra; un 10% o 15%, de Francia, y el resto de lugares muy variados: Egipto, Israel, Brasil, Miami…”, desgrana Cuevas, que subraya que cada vez llegan más clientes de EE UU y Latinoamérica.
En el Costa Esmeralda, de Suances, la clientela es nacional en un 80%, especialmente de Madrid y Castilla y León, pero el perfil varía según las estaciones. “En primavera y otoño se aloja gente joven, parejas sobre todo. En verano, la mitad son matrimonios en torno a los 50 años, y la otra mitad familias de unos 40 años con niños pequeños”.
Aunque la capacidad económica que se le supone a unas familias jóvenes que puedan veranear con sus hijos en hoteles de cinco estrellas haga presumir lo contrario, no piden nada especial. Cuevas destaca que, por lo general, solo buscan tranquilidad. “Les gustan los hoteles pequeños y tranquilos, y aunque hacen planes para el día, suelen regresar pronto, para disfrutar de las instalaciones, tomar algo y cenar”.
El lujo apartado, triunfa
En este reducido censo de hoteles de gran lujo, el más reciente es el Palacio Helguera Boutique & Antique, situado en un entorno rural bastante apartado (Las Presillas, cerca de Puente Viesgo), lo que no le ha impedido alcanzar un éxito inmediato tanto de público como de crítica, ya que acaba de obtener la primera Llave Michelín de la región.
Esta mansión, con una finca de seis hectáreas, fue construida entre los siglos XVII y XVIIII por el conde de Santa Ana de las Torres y es la apuesta de la interiorista y empresaria catalana Malales Martínez Canut, que ha convertido el edificio en un espectacular hotel de once habitaciones que guardan la estética original del palacio y en un anticuario donde prácticamente todo está a la venta.
Durante el invierno su público suele ser nacional (de Bilbao, Madrid, Valencia y Barcelona, principalmente), mientras que en verano, el 70% son extranjeros, especialmente ingleses llegados en el ferry, franceses, alemanes, suizos, mexicanos y norteamericanos. “Vienen atraídos por los premios que hemos recibido, algo que se valora mucho en el extranjero”, asegura la propietaria.
“Aunque la media de los huéspedes es de 45 a 50 años, también hay muchas parejas de 30 o 35 años, pero acabamos de tener un matrimonio de japoneses de 80 años”, subraya Martínez Canut.
Quizá por la riqueza de su decoración y su historia, son clientes interesados en el arte y la cultura. “Yo estoy encantada, porque viene gente muy interesante”, comenta complacida su propietaria. Por discreción y porque en algunos casos le obligan a firmar contratos de confidencialidad, solo admite que en su palacio se han alojado “personas de familias reales de otros países y actores conocidos”. Solo es notorio que se alojó el príncipe Alberto de Mónaco en su visita para presidir la inauguración del centro de interpretación que lleva el nombre de su bisabuelo junto a las cuevas de Puente Viesgo.
Martínez Canut confiesa que algunos de sus clientes vienen a Cantabria con el único motivo de poder comer en el Cenador de Amós o en otros lugares restaurantes conocidos; también hay quien llega para practicar surf, pero la mayoría no traen más plan que conocer la región. “Nosotros les recomendamos qué hacer, desde ir al bosque de las secuoyas a pasear con bicicletas eléctricas, visitar el museo de Puente Viesgo o las cuevas del Castillo…”.
“Vienen a descansar y a estar tranquilos en un lugar no masificado, por lo que hacen planes normales durante el día, pero les gusta disfrutar de las instalaciones del hotel, que tienen que estar a la altura”, agrega. El Palacio Helguera cuenta con gimnasio, jacuzzi y dos piscinas –cubierta y descubierta–, además de un área wellness, pero también pueden disfrutar de la gastronomía cántabra sin salir del hotel, en su restaurante Trastámara.
Malales Martínez Canut es una amante de Cantabria y después del tiempo que lleva en la región cree que tiene muchos motivos para ponerse de moda en el campo del “turismo de lujo, por el que yo he apostado”. “No busquemos masificación, busquemos calidad”, sentencia. Para atraer a ese perfil de visitantes, aconseja a los hoteles “poner más mimo en la decoración y en el servicio que ofrece el personal, porque hay que estar a la altura”.
Está tan convencida del futuro que tiene Cantabria en este mercado top que trata de encontrar otra propiedad: “Me han arrebatado alguna joya que me encantaba, pero sigo buscando para expandir este tipo de hoteles boutique de lujo en Cantabria. Creo en ello y los números me avalan. Si no se masifica y hay inversores y gente que apuesta por este tipo de turismo, puede seguir creciendo”.
Otras residencias de lujo
Aunque su lujo no se mida en estrellas, la comunidad ofrece otros alojamientos que despiertan el interés de estos turistas VIP, como el hotel rural Molino Tejada, un antiguo molino del siglo XVI rodeado de 15.000 metros cuadrados de jardines frondosos cerca del nacimiento del Ebro, en Valderredible.
La propietaria es la diseñadora y creativa Celia Tejada, residente en San Francisco desde hace 40 años, que apostó por invertir en su tierra natal hace ya más de un lustro.
Dispone de nueve suites con nombres ilustres de la literatura y en el exterior cuenta con una piscina y una sauna turca. Junto al viejo molino ha añadido dos cabañas, una de ellas intervenida por el artista urbano cántabro Okuda.
Tejada ha demostrado que Valderredible puede atraer a personas de todo el mundo dispuestas a conocer este singular espacio. Personas que, una vez allí, suelen alargar su estancia.
También apuesta por este público la compañía Wishome, propietaria del chalet de Oyambre ‘La Gaviota’ en el que se alojó la cantante Shakira para recomponerse de su ruptura con el exfutbolista Gerard Piqué. La compañía –propiedad del Grupo Reacciona, de Luis y Javier Javaloyes– también dispone de ‘La Península’, en Pechón; ‘Villa Evarista’, en Prellezo, o ‘Rumoroso’, la primera casa que adquirieron, pensando, inicialmente, en un uso particular. A Isabel Fernández, la copropietaria, le propuso su marido, Javier Javaloyes, alquilarla cuando ellos no la usaran y, a pesar de su reticencia inicial, aceptó bajo la condición de conocer previamente a las familias que se alojasen. Así sigue siendo a día de hoy en todas las casas que han ido adquiriendo.
Estas viviendas no solo están situadas en ubicaciones muy singulares sino que tienen una cuidadísima decoración y todos los requisitos para convertir la estancia de sus ocupantes en idílica: barbacoas, jardines con piscinas climatizadas, terrazas con vistas espectaculares…
“En cada una tenemos todos los servicios de un hotel de cinco estrellas: servicio de habitaciones y concierges que están pendientes de las necesidades de los huéspedes las 24 horas del día, además de la posibilidad de contratar cocineros, niñeras o conductores”, explica Fernández.
Hay familias que ya se han hecho asiduas de estas casas. «Algunas han reservado periodos del año de forma vitalicia”, asegura la responsable del proyecto. Por lo general, sus clientes son familias de Madrid y Barcelona, pero están empezando a tener cada vez más público internacional, encabezado por mexicanos y venezolanos.
Lo habitual es que sus estancias sean de unas dos semanas, y aunque las casas, decoradas al más puro estilo de los Hamptons costeros en los que descansan los neoyorquinos ricos, tienen capacidad para ocho o diez personas, quienes las reservan no suelen llenarlas. Las tarifas dependen de la temporada y de la casa elegida, pero oscilan entre los 2.500 y 4.000 euros por día.
El precio no es un inconveniente para este tipo de turistas, que disfrutan de la gastronomía regional, clases de surf –la propia empresa las concierta con escuelas locales– y, sobre todo, privacidad, un lugar tranquilo y un clima suave.
“Cantabria es magia y tiene de todo: un clima maravilloso, no está masificado…”, apunta la madrileña, que ratifica la teoría de que el calentamiento atrae un nuevo turismo: “Hay mucha gente que veraneaba en Baleares o Cádiz y, por la subida de temperaturas, está cambiando su destino vacacional al norte”, dice.
Es de entender, por tanto, que Wishome haya decidido comprar más viviendas en la región.
Experiencias diferentes
A pesar de que en Cantabria los turistas de más alto poder adquisitivo disfrutan prácticamente de los mismos atractivos que el común de los mortales –lugares alejados de la masificación y paisajes que invitan a realizar actividades al aire libre–, con pocas diferencias, como hacer unos recorridos en el campo de golf de Pedreña, a veces buscan experiencias diferentes.
Es frecuente que los visitantes más habituales, con casa en la región, tengan amarrados sus propios barcos en alguno de los puertos deportivos de la comunidad. Otros recurren a los alquileres. Jesús de la Hoz, propietario de Náutica Puerto Gris, reconoce que son cada vez más los hoteles de lujo que le envían clientes para contratar su velero ‘Klaudia’, de quince metros de eslora. “Piden salir dos o tres horas a ver puestas de sol, y durante ese tiempo también degustan a bordo productos cántabros junto a jamón, vino y champagne”, explica.
En estas salidas suele llevar un marinero-camarero que se encarga de atender a los invitados, por lo general parejas de cierta edad. La procedencia se reparte casi a medias entre españoles (especialmente madrileños y castellanos) y extranjeros, entre los que destacan los mexicanos, alemanes y, cada vez más, los estadounidenses.
“Un cliente muy agradecido es el nacional del interior. Valora muchísimo la atención y entiende la calidad del producto”, explica De la Hoz, que a su vez destaca “las muy buenas propinas de los mexicanos y los americanos”.
El propietario de Náutica Puerto Gris subraya la importancia de cuidar este tipo de turismo, que deja grandes cantidades de dinero, y lamenta que Santander no disponga de un pequeño pantalán en el centro de la ciudad para que las embarcaciones de alquiler puedan recoger a sus clientes sin tener que ir a Raos “que es un incordio para muchos. Teniendo en cuenta que es un turismo caro, deberíamos poder atenderlos mejor”.
Este tipo de salidas oscilan entre los 400 y 600 euros, pero esta empresa también ofrece travesías casi a la medida, para satisfacer a una clientela más amplia. Navegar en este gran velero de Santander a Londres y vuelta en diez días tiene un coste de 6.200 euros.
En cambio, en Cantabria no hay oferta para quienes prefieren embarcaciones de motor de gran lujo. Aunque hay varias empresas que se dedican al alquiler de barcos, no disponen de esos grandes yates que se pueden encontrar en otras costas, porque la demanda no lo ha justificado hasta ahora. No obstante, existe la posibilidad de traer el yate ‘Oliver Design’ desde el País Vasco, por 4.000 euros al día, con patrón y capacidad para doce personas.
Lujo y gastronomía en tierra
Quien prefiera las experiencias en tierra firme, puede rememorar los glamurosos viajes de los ferrocarrilles europeos de lujo en el tren más sofisticado pero también más clásico. El Transcantábrico es una joya ferroviaria convertida en un lujoso hotel con históricos vagones originales de los años 20 y suites de primera clase, que ofrece un recorrido de ocho días y siete noches entre San Sebastián y Santiago de Compostela.
Los pasajeros de este Orient Express español se detienen en varios puntos a su paso por Cantabria: Unquera, Cabezón de la Sal y Santander. También tienen coches esperándoles para acercarles a Potes y Santillana del Mar.
Sus 14 suites están compuestas por habitación, salón y baño privado, equipadas con todas las comodidades (ducha de hidromasaje y sauna de vapor, televisión, ordenador, consola de juegos, conexión wifi…) y su precio es de 17.800 euros en las cabinas dobles (8.900 euros por persona) o de 15.400 euros en las individuales.
Pero si hay algo que mueva a los viajeros de lujo es la gastronomía y, más en concreto, los restaurantes que figuran en la Guía Michelin. Este tipo de experiencias se ha convertido en una de las motivaciones más importantes para explorar un destino, ya sea nuevo o conocido.
En esa constelación de la Guía, nada luce tanto y tiene tanto capacidad de atraer público de todo el mundo como un triestrellado, la cumbre de la gastronomía. Por eso, Villaverde de Pontones se ha convertido en un lugar de peregrinación gracias al restaurante del reconocido chef Jesús Sánchez. El Cenador de Amós, con tres estrellas Michelin (cuatro, si incluimos la verde que reconoce el compromiso ambiental) atrae a viajeros de todos los continentes dispuestos a no reparar en gastos para vivir una experiencia que dura entre tres y cinco horas.
Enclavado en una casona palaciega del siglo XVIII, ofrece un menú con 21 preparaciones por 275 euros (bebida aparte) y cuenta con más de 2.500 botellas de vino.
El efecto que causó la entrega de la tercer estrella Michelin fue inmediato, con reservas desde todo el mundo, que no han cejado desde entonces, lo que indica la capacidad que ha adquirido la gastronomía como prescriptora del turismo de lujo.
Aunque algunas de las experiencias citadas solo están al alcance de algunos privilegiados, la mayor parte de los atractivos que ofrece Cantabria no hacen distingos entre clases sociales y el común de los mortales puede disfrutar de su clima, su tranquilidad, sus paisajes y la gastronomía popular. Lujos asequibles, lo que a veces hace más complicado ofrecer planes singulares para los públicos más pudientes. Basta un ejemplo: ni siquiera Revilla, siendo presidente de la comunidad, pudo conseguir una excepción para invitar al presidente norteamericano Barak Obama a una visita privada a la Cueva de Altamira.
María Quintana