Un Gobierno con más ventanas
El nuevo edificio de la calle Peña Herbosa sólo es una primera piedra dentro del largo camino que piensa recorrer el Gobierno de Cantabria para modernizar sus sedes. En la línea de meta le espera el proyecto de Moneo en Puertochico y, de paso, otras obras en el Palacio del Mueble o General Dávila. Desde el Ejecutivo dicen que su prioridad es abrirse al ciudadano y, quizá por ese motivo, Luis Castillo, ganador del concurso de proyectos y arquitecto de Ascan, ha dotado al llamado edificio puente de tantas ventanas. Ayudado por el diseño, el Gobierno espera mejorar la calidad de la atención al ciudadano, fomentar las relaciones entre los empleados públicos y tratar de aumentar su productividad “huyendo de zonas compartimentadas, como ocurre en las modernas empresas privadas”. Sólo los altos cargos y los directores de área contarán con despachos independientes.
Las nuevas dependencias poco o nada tienen que ver con la sede de Puertochico y, mucho menos, con la Quinta Labat, de donde procederán los definitivos ocupantes. No tanto por la estructura de hormigón del edificio como por sus aires diáfanos y funcionales. Los directores facultativos de la obra, Manuel Blanco y Francisco Salcines, destacan su comodidad, tanto para el funcionario como para el administrado y la funcionalidad, como resultado de haber concebido cada estancia con una finalidad específica. La imagen más noble se reserva para la moqueta que pisarán los altos cargos en los despachos de presidencia de las dos últimas plantas. En las zonas de mayor trasiego se ha optado por pavimentos más sólidos.
A falta de unos cuantos remates, el resultado es un edificio sobrio y, sobre todo, muy flexible, que puede modificar fácilmente su distribución interna en función de las necesidades. Antes de junio, más de 250 funcionarios se trasladarán a él de forma paulatina. Primero llegará el staff con tareas internas y, después, el personal de atención al ciudadano, confirma el director de Inspección y Calidad, Ramiro Bedia. Pero su estancia será transitoria, en tanto se derriba la actual sede del Gobierno en Puertochico y se construye la nueva, basada en el diseño de Moneo, lo que exigirá al menos dos años. Una vez deje de servir de ‘puente’, el edificio acristalado de Peña Herbosa se convertirá en sede definitiva de la Consejería de Industria.
Un terreno irregular
Después de dos años de obras, está previsto que Ascan entregue en abril este inmueble de 6.400 m2 construidos (unos 5.300 útiles), cuyo presupuesto ha sido de 7,8 millones de euros. Dos de los gastos más significativos han sido la cimentación con pilotes –que resultó imprescindible para afrontar los problemas planteados por las muchas oquedades de un suelo kárstico– y la inversión en instalaciones especiales de vigilancia, electricidad, megafonía y medidas contra incendios.
El Edificio Puente se levanta en el solar que ocupaba el Colegio Calvo Sotelo, dedicado en su última época a la formación de adultos. El lugar tenía a su favor su situación céntrica y cercana a la sede del Gobierno y, en contra, la ubicación del solar, encajado entre dos bloques de viviendas antiguas y con un suelo muy irregular, de rocas y tierra.
Tras la conflictiva experiencia de la reconstrucción del Mercado del Este y del aparcamiento de la Plaza de la Esperanza, se tomaron algunas cautelas añadidas, y antes de tirar el viejo colegio, se llevó a cabo una inspección de los edificios colindantes y se presentó un acta notarial con los informes técnicos. Pero bastaba con el movimiento de las máquinas pesadas por el solar para que vibrasen los edificios contiguos y, a la vista de los problemas que comenzaban a surgir, el Gobierno decidió parar las obras durante un tiempo y negociar con los vecinos.
La excavación fue muy complicada porque el terreno sobre el que se asienta el edificio administrativo es muy irregular y, para evitar alarma social en una zona tan céntrica, se decidió prescindir de las voladuras –el método habitual para mover las rocas– y se optó por usar cementos expansivos que, a través de pequeñas perforaciones, logran partir la roca. El uso de micropilotes en la cimentación también disminuyó el posible daño sobre los edificios anexos.
El solar tenía otra dificultad más: la diferencia de cotas que hay entre la calle posterior (Bonifaz) y el sótano que da a Peña Herbosa es de unos ocho metros, por lo que se hizo un arriostramiento destinado a sujetar el terreno, con anclajes de hasta más de 20 metros.
El edificio presenta dos entradas, la principal, de Peña Herbosa, por la que se accede a la planta de servicios (bajo la que se ubica un aparcamiento subterráneo de dos alturas) y la puerta posterior, de Bonifaz, a la altura de la primera planta, por la diferencia de cota. Para una mejor organización, el Gobierno pretende que todos los funcionarios entren a sus oficinas por la calle Bonifaz, mientras los ciudadanos que acudan a realizar alguna gestión lo hagan por Peña Herbosa.
Instalaciones especiales
El edificio cuenta con alta tecnología en sistemas de comunicación e informática. Todo su perímetro está controlado desde una centralita y rodeado de cámaras de seguridad y alarmas. Cada una de las plantas dispone de un núcleo central de servicios con un patinillo de instalaciones, aseos (también para minusválidos), tres ascensores, una escalera y un área de informática y comunicaciones.
No obstante, el centro neurálgico de telecomunicaciones se encuentra en la primera planta, que alberga una sala de informática y telefonía, un transformador y un grupo electrógeno que entraría en funcionamiento si se produjera algún fallo en la corriente. En la séptima planta –una azotea de uso interno– se han ubicado los equipos de aire acondicionado con paneles de insonorización y una sala de calderas para el sistema de aire acondicionado, que recorre el edificio a través de un falso techo de 40 centímetros y permite conseguir frío o calor, en función de las necesidades de cada época.
Entre las instalaciones especiales de seguridad se encuentran las columnas secas de agua en las escaleras de acceso a cada planta, los detectores de incendios o las puertas de salida antipánico. Un suelo técnico estratificado en arce permite mover las tomas eléctricas de los despachos en un radio de acción de metro y medio.
Moderno y funcional
Si algo define al Edificio Puente es su aspecto exterior, formado por un muro cortina de vidrio y aluminio, tanto en la fachada delantera como en la posterior. De hecho, el arquitecto se permitió una licencia artística y la fachada de Peña Herbosa simula, para algunos, una gran pantalla de televisión (más bien un videowall) con ventanas que podrían abrirse desde el interior del edificio.
Dentro, la sensación de modernidad la transmite la combinación de materiales: madera clara –de fresno en las paredes y de arce en el suelo–, aluminio, vidrio, acero inoxidable y piedra.
Junto a las salas de reuniones y la mencionada zona común, cada nivel se divide en un espacio abierto de trabajo para los funcionarios de un servicio y un despacho con una superficie mínima de 15 m2 para el consejero y los directores generales.
El edificio tiene dos estancias comunes más amplias: la sala de reuniones en la primera planta, con capacidad para 32 personas –el doble de las que caben en la sala de Puertochico– y la de prensa, de unos 140 m2. Además, los empleados públicos contarán con vestuarios y duchas, de los que hasta ahora no disponían, y el parking subterráneo, donde también se ubica el servicio de cartería y el archivo, les facilitará el aparcamiento, especialmente, al presidente, que dispone de una plaza cerrada con acceso directo al ascensor.
De todo ello, el ciudadano de a pie probablemente sólo verá la planta baja, a la que accederá a través de una entrada ajardinada –separada por cerezos y enredaderas– para realizar gestiones. En un patio de 90 m2 se ubica el área de información y registro, con sistema automatizado de espera, y otros espacios anexos, “para concentrar la gestión y que el ciudadano no tenga que peregrinar por las plantas”, señala Bedia.
El despacho del presidente
A diferencia de los demás, el despacho del presidente del Gobierno y de la vicepresidenta, ubicados en la sexta planta, tienen el techo abovedado, el suelo con moqueta, una oficina para sus respectivas secretarías personales y un baño. Junto a ellos estará la sala común, que se destinará a las reuniones del Consejo de Gobierno. Pero quizá lo más llamativo de la última planta son las terrazas que, por su altura, dan la sensación de sobrevolar la bahía.
Aunque el nuevo edificio está preparado para albergar 347 puestos de trabajo, los 250 que pronto pasarán a ocuparlo no serán sus futuros inquilinos. Pero no cabe duda de que cuando hayan de abandonarlo en este peregrinaje de sedes, tendrán un rictus de nostalgia, algo que probablemente no ocurra ahora, con su salida del Palacio de la calle Casimiro Sáinz, que nunca resultó práctico ni airoso.