¿Hemos llegado al tope turístico?
En Mallorca buscan como evitar la nueva moda de decenas de miles de jóvenes españoles que se desplazan como una tormenta sobre la isla nada más realizar la EBAU. En muchas otras ciudades se han tomado medidas para tratar de prohibir los desembarcos desenfrenados de despedidas de solteros y hay monumentos naturales que ya no están abiertos al público sin tasa, como la playa lucense de Las Catedrales… No es un problema únicamente español, en Japón han construido un muro en uno de los pueblos donde los turistas acudían en masa para hacerse selfies con el monte Fuji de fondo, que ahora queda oculto. Esta es la cara b del éxito turístico, y cada vez la percibiremos con más intensidad.
¿Hasta qué punto un barrio es de sus pobladores o es de todo aquel que llegue de visita? No es fácil establecer hasta dónde llegan los derechos de unos y otros pero lo cierto es que en algunas ciudades turísticas, los vecinos se rebelan contra esas oleadas inacabables de viajeros que hacen imposible mantener su apacible vida diaria. No hablemos de las aceras y calles tomadas por la hostelería en todo el país, mientras los ayuntamientos no solo no frenan esa privatización del espacio urbano sino que lo alientan.
El BBVA ha elaborado un estudio del que se deduce que en España no caben más turistas, y el enorme río de personas y de dinero que llega cada año a nuestro país va a empezar a menguar. Es posible que ocurra pero no parece probable, porque el sector turístico español se ha profesionalizado mucho y es difícil encontrar en otros destinos la relación calidad/precio que le ofrece el nuestro a todos esos visitantes que, además, buscan sol, playas y seguridad, un factor que para ellos es muy importante, aunque nosotros no lo consideremos. Sentirse seguro en las calles y saber que ante cualquier problema de salud uno va a ser inmediatamente atendido como si estuviese en su casa (o mejor) es una combinación que pueden ofrecer muy pocos lugares del planeta. Y hay que tener en cuenta que si antes solo podían pensar en salir al extranjero los europeos, los estadounidenses y unos pocos privilegiados más, ahora está al alcance de las clases medias de gran parte del globo terrestre.
Con una estrategia turística inteligente, queda mucha España por comercializar
¿Qué hacemos entonces? ¿Nos conformamos con los 87 millones de visitantes que ya hemos alcanzado? ¿Esperamos a llegar a los 100, por tener un número redondo?
Nadie podrá establecer nunca de una forma rigurosa donde está el máximo e incluso si lo hay, pero todos sabemos que se acercará muy deprisa si la curva de visitantes se mantiene tal cual, a no ser que adoptemos otras estrategias. 87 millones de turistas son muchos millones si se concentran exclusivamente en dos o tres mil kilómetros de costa (España tiene 5.000 y parte sigue, afortunadamente, semivirgen) y en Madrid. No serían tantos si se repartiesen de forma proporcional por toda la superficie del país, pero ¿quién querría veranear en mitad de un secarral de la Meseta?
También serían una enormidad de llegar todos a la vez, porque estaríamos hablando de triplicar la población española, pero llegan a lo largo de varios meses, y no permanecen los 365 días del año sino unos días o semanas, de forma que solo en momentos de máxima afluencia coinciden más de 20-25 millones, y en esos momentos también hay una parte de los españoles que sale al extranjero, por lo que podemos llegar a sumar 60 millones de personas en los momentos de más intensidad, pero no 130.
El problema, por tanto, está en la concentración en fechas y en espacios geográficos. Aunque rebose una parte del país, todo el resto de la superficie nacional está vacío y eso invita a pensar si ha llegado el momento de diversificar los recursos y espacios. Dado que hay tanto interés en venir a España, aprovechemos esa inercia para crear nuevos destinos turísticos en lugares donde ahora no existen, aunque es obvio que construir una ciudad en medio de un desierto y tener un éxito descomunal como ocurre en Las Vegas es difícilmente repetible. Solo puede funcionar con una estrategia de mancha de aceite y añadiendo un escalón más a nuestro modelo turístico, creando mayoristas en los países emisores que puedan vender a los turistas alemanes y británicos algo más que las costas, incluso a bajo precio.
Siempre habrá un turismo de playa y cada vez será más voluminoso, pero las costas no pueden crecer, y un turismo de monumentos históricos que tampoco van a aumentar, pero queda mucho país donde explotar el turismo de nicho (paseos en la naturaleza, pueblos de interior con encanto o zonas residenciales donde vivir la jubilación a la luz del sol y no de la penumbra nórdica…). Incluso el turismo sanitario en ciudades del interior debería ser un buen negocio para España, que es capaz de ofrecer una atención de primer nivel a un precio muy competitivo, si somos capaces de abrir la mano para formar más médicos que ahora.
Así que no, no hemos llegado a la saturación del turismo, lo que hemos alcanzado es la saturación del modelo turístico. Lo bueno es que los empresarios del sector se han profesionalizado tanto que serán ellos mismos quienes encuentren estas salidas, y España va a mantenerse como un destino masivo, porque es un país geográficamente grande y diverso y porque tiene un sector muy competitivo.