Verdades y mentiras de estudiar oposiciones
En este artículo se analizan algunos mitos y falsas creencias comunes sobre el mundo de las oposiciones.
Primero: opositar es fácil.
Opositar no es ni fácil ni difícil; depende, en gran medida, del umbral de sacrificio de cada persona. Aprobar una oposición implica un trabajo de fondo que requiere, como mínimo, unos meses de dedicación. Aquellas personas con una capacidad media o alta para sacrificarse, recorrer el camino y cumplir con las exigencias de la prueba tendrán mayores posibilidades de éxito. No será fácil, pero sí asequible. Por el contrario, quienes no estén dispuestos a realizar el esfuerzo necesario, busquen atajos o se excusen constantemente, encontrarán que aprobar se convierte en algo difícil o incluso imposible.
Segundo: el que estudia mucho, aprueba.
No existe una relación perfecta entre el tiempo dedicado al estudio y la nota alcanzada. Si bien es imprescindible dedicar muchas horas, estas deben ser de calidad. El tiempo de estudio eficaz es aquel que incluye la elaboración de resúmenes personales, esquemas, repasos periódicos, realización de test justificados y simulacros de examen en condiciones similares a las reales. En contraste, las horas de baja calidad, como la simple lectura o la asistencia a clases sin valor añadido (donde solo se leen las normas sin explicaciones prácticas ni técnicas mnemotécnicas), aportan poco a los resultados finales.
Tercero: cuanto más bajo es el nivel de entrada, más fácil es aprobar.
La dificultad de una oposición está determinada por tres factores: el número de aspirantes, las plazas ofertadas y el nivel de dificultad del examen. En general, cuanto más bajo es el nivel de estudios requerido, mayor es el número de aspirantes, lo que incrementa la competencia y eleva la nota de corte. Por este motivo, a igualdad de plazas, resulta más estratégico optar por oposiciones que exijan un nivel educativo más alto, ya que suelen presentar menor competencia. Las administraciones pueden dejar plazas desiertas si los aspirantes no alcanzan el nivel mínimo exigido, pero también tienden a rebajar las notas de corte cuando necesitan cubrir esas vacantes. Al final, lo que más interesa a un opositor es la relación entre el número de plazas y la cantidad de aspirantes.
Cuarto: cuanto más caro es el producto, mayores son las posibilidades de aprobar.
Para superar una oposición, es fundamental contar con materiales de estudio y servicios adecuados que permitan alcanzar el nivel requerido. En oposiciones típicas de la Administración General, las pruebas suelen consistir en uno o varios test, o en un test y una prueba escrita. La clave está en dominar la técnica de los test y, en su caso, la redacción. Esto exige interiorizar conceptos y desarrollar una agilidad destacable en las pruebas.
Respecto a los temarios, estos deberían considerarse únicamente como guías o, directamente, evitarse. Frecuentemente, generan una falsa sensación de seguridad al opositor, ya que suelen alterar el texto original de las normas, omitiendo información que puede resultar crítica. Es más eficaz resumir personalmente las normas del BOE, centrándose en las más importantes, idealmente aquellas que abarcan al menos el 80% de las preguntas de exámenes anteriores. Además, es recomendable leer y practicar con test basados en esas normas.
En cuanto a los test, contratar un servicio especializado puede ser una inversión muy valiosa. Por ejemplo, plataformas como oposapiens.com permiten realizar test de forma ágil desde dispositivos móviles o el ordenador, con preguntas actualizadas y respuestas justificadas. Estos servicios ayudan a estudiar mientras se practica, ofrecen estadísticas para medir el nivel de progreso y resultan muy económicos en comparación con otros métodos tradicionales.
En conclusión, es importante desechar las falsas creencias relacionadas con las oposiciones y gastar únicamente en aquellos recursos que realmente aporten valor comprobado al opositor.