‘Los niños son los mejores clientes que existen’

Santos Calle, propietario de Calzados Covadonga Infantil

Calzados Covadonga Infantil echa la persiana tras 43 años de historia. Al abrir la zapatería, Santos Calle decidió seguir la tradición familiar, ya que sus abuelos y su padre regentaron durante décadas varias con el mismo nombre en Torrelavega –la fundada por su abuelo aún se mantiene–. Santos y su mujer, María Abarca, han formado el equipo perfecto y su jubilación deja un hueco en el comercio de Santander y en el corazón de muchas familias, a las que ha calzado durante varias generaciones. Calle se jubila con la misma sonrisa que le ha caracterizado todos estos años, aunque echará de menos el trato con sus pequeños clientes.


Pregunta.- ¿Cómo se adentró en el comercio la familia Calle?

Santos Calle.- A mis abuelos, que eran maestros, les destinaron a Cantabria. Los sueldos de aquella época no debían ser muy buenos y decidieron compaginar su trabajo docente con la apertura en Torrelavega de una zapatería para adultos –Calzados Covadonga, que se llamó así por sus raíces asturianas– y a día de hoy continúa abierta, regentada por unos primos. En el año 60, mi padre decidió abrir otro Calzados Covadonga pero para niños, que ya está cerrado.

P.- Y usted, ¿siempre quiso ser comerciante?

SC.- No, yo estudié Magisterio. Después, tuve que hacer la mili y, al acabar, mi padre me propuso apoyarme económicamente para que abriera mi propia zapatería en Santander. Y así lo hice, pensando que para unos años estaría bien y que luego haría otras cosas, pero han pasado 43 años…

P.-¿Cómo le conquistó lo que iba a ser temporal?

SC.- Conocía la idiosincrasia de un comercio, ya que los veranos y en mi tiempo libre había estado mucho en la tienda. Además, me gusta el trato con la gente, especialmente con los niños, que es divertidísimo y se aprende mucho con ellos.

P.- ¿Quiénes han sido los clientes de Calzados Covadonga estos años?

SC.- Hemos vendido zapatos para niños desde San Vicente hasta Castro Urdiales, pasando por Reinosa… A toda Cantabria y también a gente que venía de provincias limítrofes, como Bilbao. 

Cubríamos un espectro muy grande, ya que teníamos desde el número 18, para los bebés de 10 meses, hasta el 41 para niños con 12 años. Un abanico tan amplio es una barbaridad hoy en día.

P.- ¿Cómo han cambiado las modas en este tiempo?

SC.- Mucho. Aunque el calzado clásico –que a nosotros nos encanta– se sigue vendiendo, especialmente para los bebés, cada vez se utiliza más el de tipo sport. 

Es cuestión de gustos y también del ritmo de vida, ya que si el niño va a la guardería o al aula de dos años es normal que le compren unas playeras en lugar de un zapato de estilo inglés. Hay que estar en el mundo real.

P.-¿Y las formas de consumo? 

SC.- Han cambiado muchísimo. Ha habido un giro de 180 grados en todo. Antes se compraba poco, lo más necesario, pero era de mucha calidad. En invierno, el zapato y la deportiva para el colegio y las zapatillas de casa; y en verano, la sandalia y la alpargata o la playera. Ahora se sigue buscando calidad, pero a un menor precio, para comprar más.

También es verdad que antes había muy pocos modelos y muy poca variedad de colores. Era muy práctico y muy fácil tanto para el comerciante como para el cliente. Ahora hay muchísimos modelos diferentes, con colores y tejidos muy variados.

Incluso ha cambiado la forma de pedir a las fábricas: antes podíamos pedir de un modelo los números que quisieras, en función de tus clientes y tus ventas, pero ahora hacen packs surtidos y te obligan a cogerlos al completo, por lo que se te quedan muchos más pares.

P.- La llegada de los centros comerciales en su momento fue una revolución, y, años más tarde, aparecieron las compras online. ¿Cómo se ha vivido desde detrás del mostrador?

SC.- El impacto del centro comercial se notó, pero no fue tan fuerte como ha sido el online, que aunque se venía percibiendo desde 2017, ha sido tremendo a raíz de la pandemia. 

Antes de 2020, la gente compaginaba más las compras presenciales con las que se hacen por Internet, pero desde entonces, hay mucha gente que compra prácticamente todo por Internet. Se ha notado mucho.

P.- ¿Qué ha sido lo mejor de estos 43 años?

SC.- Trabajar en casa y con ilusión, tanto para la compra como para la venta. Y trabajar con niños, ya que son el mejor cliente que existe. Además de lo divertidos que son, con cada compra se entusiasman de una manera…

Aunque muchos fabricantes nos proponían vender también zapatos de caballero y señora, nunca quise. Nuestros clientes han sido los niños desde el principio hasta el final.

P.- ¿Y lo peor? ¿algún recuerdo negativo?

SC.- Los dos meses cerrados de la pandemia y lo que supuso después tanto para nosotros como para los fabricantes, porque aunque durante el tiempo que estuvimos cerrados los fabricantes se portaron muy bien con nosotros y aplazaron los pagos, toda esa mercancía que recibimos nunca se vendió. 

Hubo meses sin eventos, por lo que el calzado de ceremonia no se vendió, y con gran parte del calzado del día a día ocurrió parecido. Los confinamientos nos hicieron perder clientes, sobre todo los que acudían de otros municipios. Después de estar tiempo sin poder venir, encontraron otras alternativas y perdieron esa costumbre.

P.- Primero Bermúdez, después La Cigüeña de París, y ahora Calzados Covadonga. ¿Dónde van a calzarse los niños santanderinos?

SC.- Queda Villasante, que ha reforzado la línea infantil y es una chica estupenda, que viene de familia de comerciantes y controla muchísimo. Sabe lo que hace y sabe calzar a los niños, que es importante, ya que es mucho más difícil que a los adultos.

P.- ¿Cómo se han tomado la noticia del cierre los clientes?

SC.- Con mucha pena. Ya hay varios niños que han llorado al enterarse… Y es que los niños aquí han venido a jugar, no a calzarse. Hay algunas abuelas que se enfadan porque entran corriendo, pero es lo que hemos querido siempre:tener una tienda que fuese un sitio agradable para los niños.

P.- ¿Le hubiera gustado que sus hijos continuasen la tradición familiar?

SC.- No. Ellos han estudiado sus carreras, trabajan independientemente y no están vinculados a este negocio. 

Nosotros siempre les hemos animado a que pensaran libremente su camino y más viendo la evolución del comercio y sabiendo que este modelo de negocio tiene una fecha de caducidad. Algo en lo que, por desgracia, no nos hemos equivocado.

P.- Ahora que el local está en alquiler, ¿qué le gustaría ver el día de mañana en él? 

SC.- No he pensado en ello, pero que quien entre lo haga con las mismas ganas que hemos tenido nosotros en todos estos años.

Sí que nos haría ilusión que sea algo vinculado al mundo del niño. Quizá algo tan concreto como lo nuestro ahora esté obsoleto, pero hacen falta tiendas para niños, que cubran todas sus necesidades:ropa, calzado, elementos de puericultura, juguetes… Todo lo que necesita un niño desde que nace hasta los seis años, por ejemplo. Si te especializas y compaginas la venta presencial con la online, para llegar a otros puntos de España –algo que a nosotros nos ha cogido tarde– puedes triunfar.

P.- ¿A qué va a dedicar su tiempo libre?

SC.- Ahora nos vamos de viaje, que llevamos 17 años sin coger vacaciones. En este tiempo solo hemos cerrado el día que se casó nuestro hijo y el día que nació nuestro nieto Pelayo.

Después, no lo hemos pensado, pero seguro que a disfrutar del aire libre, de la playa y de la montaña. Disfrutar de las cosas normales y sencillas como pasear y hacer deporte. Pero, sobre todo, de no tener que estar mirando el reloj todo el día.

María Quintana

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