Aguas revueltas
El cerebro humano tiene algunos automatismos que facilitaron la supervivencia de la especie pero que representan una debilidad en un mundo con menos peligros físicos y más trampas intelectuales. Los conocen bien los publicistas y se aprovechan de ello. También saben que es más fácil crear un estado de opinión negativo (porque ese mecanismo natural de autodefensa está preparado para atender antes a lo que teme) que revertirlo. Por eso, resulta muy fácil abonarse a la idea del hundimiento a los abismos de nuestra economía regional y, en cambio, parece una osadía advertir de que pintar un escenario demasiado dramático no conviene a nadie o sostener que las cifras no lo respaldan. Es cierto que en diciembre se plantearon media docena de eres en las mayores empresas de la región que parecían anunciar la catástrofe pero varios de ellos no se van a sustanciar. Y es cierto que el último trimestre ha sido realmente malo para el empleo, pero también lo es que Cantabria sigue teniendo una de las tasas de paro más bajas del país. Lo realmente preocupante es que el estado de opinión sea tan negativo cuando crecemos bastante más que la media de la Unión Europea, porque es inevitable concluir que si llegamos a decrecer nos tiraremos por las ventanas, como en el crash norteamericano del 29.
El Gobierno regional debería reflexionar sobre los motivos por los que no es capaz de transmitir optimismo. Y los empresarios deberían ser conscientes que vender pesimismo es un mal negocio. Los diarios deportivos saben que cuando pierde el equipo al que apoyan sus lectores, ya sea el Madrid o el Barcelona, lo mejor es pasar a hablar del partido siguiente, porque nadie quiere reavivar el lunes los disgustos del domingo y los periódicos no se venden. Ocurre lo mismo con la prensa económica, que pierde lectores cuando la bolsa baja.
Sabiendo esto, o debiendo saberlo, es menos entendible por qué el Gobierno regional se empeña en polemizar contra sí mismo, aunque sea a través de personajes interpuestos, como ha ocurrido con el ferry de Irlanda. Una pérdida dolorosa, pero no por lo que representa ahora mismo para el puerto, que es poco, como por las posibilidades que tenía de futuro. Irlanda es un país pequeño en población, pero con una economía muy boyante, al haberse convertido en un portaviones para el aterrizaje de las multinacionales norteamericanas que encuentran allí una doble alfombra roja: entran en el mercado comunitario y lo hacen pagando menos impuestos que sus competidoras del continente. Una fórmula de éxito tramposa e insolidaria pero que está ahí.
Hasta que se produjo el anuncio de cancelación de la línea, nadie sabía de quién era la responsabilidad de que los inmigrantes albaneses saltasen la valla del recinto portuario para colarse en los ferrys. Después de la polémica, tampoco lo hemos llegado a saber, pero lo que sí nos consta es que cualquier motivo puede ser bueno para que se enzarcen PSOE y PRC, los dos socios de Gobierno. Una disputa estrambótica, porque la Autoridad Portuaria y su presidente pertenecen a Puertos del Estado y, por tanto, resulta insólito que el delegado del Gobierno en la región encienda la mecha. En cualquier caso, desvela una herida sin cerrar: O bien estamos ante los rescoldos sin apagar de la polémica anterior, en la que el PSOE amenazaba con abandonar el Ejecutivo regional si Mazón votaba no a Sánchez, o bien los socialistas necesitan marcar el territorio, y vamos a vivir una legislatura de continuas puyas, que desgastarán a los dos partidos sin un beneficiario claro.
Esta vez, aunque el misil del PSOE fuese dirigido al consejero Martín, ha erosionado la figura de Jaime González, presidente de la Autoridad Portuaria, que se había ganado un respeto unánime después de que en el mandato anterior pusiese las pilas en un organismo que lo necesitaba como el comer, y todo el mundo es consciente de que tenía ofertas mucho más sustanciosas que quedarse en Santander. Que te toque torear en una plaza de segunda (y nuestro puerto nunca va a ser como el de Bilbao o el de Gijón) no significa que no puedas jugar sin complejos, y Santander, con sus limitaciones, lo ha hecho, hasta convertirse en el puerto que más mercancías rodadas mueve en toda la Cornisa y el segundo con mayor crecimiento de España.
El ferry con Irlanda ha actuado como el Macguffin que empleaba Hitchcock para despistar al espectador; es un baja importante, pero no crítica. También son importantes la docena de líneas regulares que se han establecido y que permanecen. Y Santander sobrevivió a pérdidas peores, como la de Toyota que, por cierto, quizá vuelva.
Alberto Ibáñez