Llegan los molinos… y arrasan

Pocos sectores deparan tantas novedades como el energético. Si se suman los proyectos de todo tipo que están ahora mismo sobre la mesa, Cantabria no solo quedaría abastecida de energía, sino que se convertiría en una productora neta. Pero los proyectos son muy volátiles: aparecen unos y desaparecen otros en función de las coyunturas o de las licencias, porque en muchos casos sus promotores son personas ajenas al sector cuyo objetivo es sacar adelante una iniciativa que requiere recorrer muchos pasillos de todas las administraciones públicas y, una vez obtenida la licencia, vendérsela a una compañía energética de las que ya están en el mercado español o de las que aspiran a entrar.
Desapareció el proyecto de ciclo combinado que una multinacional pretendía hacer en el valle de Buelna y ya es muy dudoso el que pretendía instalar Sniace, con dos grupos de 400 Mw cada uno, aunque figuraban en el Plan Energético de Cantabria. En cambio, crecen espectacularmente las expectativas para las energías renovables, que en la región apenas estaban representadas por un puñado de pequeños saltos de agua en el Nansa y por la central de bombeo de Aguayo, que de noche consume excedentes eléctricos de la central nuclear de Garoña y de día eleva con sus turbinas la capacidad de generación hidroeléctrica de Cantabria hasta los 429 megavatios.

El doble de la aportación prevista

Si se ponen en marcha los parques eólicos que Industria está dispuesta a autorizar (1.000 MW), la región prácticamente llegaría a abastecerse de un tercio de la energía eléctrica que consume a través de recursos endógenos tan renovables como el agua y el sol. A este porcentaje habría que sumarle las dos plantas que está previsto construir alimentadas con residuos forestales, las dos de residuos sólidos urbanos que ya están en funcionamiento, varias de biogas, media docena de minicentrales hidráulicas y el huerto solar que pretende hacer en Valdeolea la misma empresa hispano-china que construirá una planta de fabricación de paneles solares en Mataporquera. El resultado final serían cerca de 1.800 megavatios de potencia en energías renovables, un 40% de las necesidades eléctricas de la región.
El proyecto para la obtención de energía de las olas que se va a fondear en Santoña próximamente es más significativo como desarrollo de una nueva fuente de energía que por su aportación eléctrica en sí, pero da una idea de cuántos frentes se han abierto frentes en el terreno energético.
También hay que tener en cuenta que Cantabria, aunque no tiene centrales térmicas, es una de las regiones que más ha utilizado la cogeneración, presente en casi todas las grandes fábricas, dado que puede producir simultáneamente electricidad y vapor y eso mejora sensiblemente el rendimiento energético. Las industrias que producen su propia electricidad y pueden venderla a un precio bonificado generan en la región 194 Mw, pero hay otras dos cogeneraciones (Sniace Cogeneración y Repsol Química) que por su tamaño no pueden aspirar a este régimen y que suman otros 169 Mw más.
Por una y otra vía, la comunidad autónoma se acercaría a cubrir la mitad de su consumo eléctrico con energías renovables o más sostenibles que las tradicionales. Un porcentaje que poco o nada tiene que ver con las previsiones del Plan Energético, a pesar de que se hicieron hace solo tres años.
Con el anterior consejero de Industria, Cantabria había hecho una apuesta por las energías renovables relativamente modesta si se comparan con los objetivos de la Comunidad Europea o los del propio país. Se trataba de conseguir que cubriesen un 19% de las necesidades energéticas regionales. Europa pretende obtener por esta vía el 22% en el 2010 y España superar el 29%. El Gobierno regional se justificaba entonces por el limitado potencial hidroeléctrico de la región y, sin decirlo, por el retraso del plan eólico. Pero, como se ve, en este sector todo puede cambiar en muy poco tiempo.
El problema será encontrar los emplazamientos para la instalación de los mil megavatios de potencia eólica que se han convertido en el objetivo del Gobierno, ya que el propio Plan Energético excluía tantas zonas por sus potenciales riesgos ambientales que difícilmente se podrá instalar un número tan elevado de molinos (alrededor de un millar), teniendo la región unas dimensiones geográficas tan limitadas. El propio Plan indica que, a la vista de la experiencia que se obtenga de los primeros parques que se instalen se podrían rectificar unos criterios tan restrictivos, pero no antes de concluir su vigencia (2011), lo que casa difícilmente con el deseo gubernamental de una implantación inmediata.

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