LA ISLA MAGICA

Sobre el agua y envuelta en una humedad infinita se encuentra la Isla de Pedrosa, un tesoro escondido al sur de la Bahía del que sólo hay referencias escritas desde 1869. Entonces era el lugar donde las personas sospechosas de contagio que llegaban al Puerto de Santander permanecían en cuarentena, una utilidad que se multiplicó con la llegada de quienes regresaban maltrechos de la Guerra de Cuba.
Sus especiales condiciones para el aislamiento –es prácticamente una isla dentro de la Bahía– convirtieron más tarde Pedrosa en un complejo sanitario para largas estancias, lo que en definitiva ha sido durante más de cien años. En la década de los cincuenta conoció su mayor esplendor, puesto que el Sanatorio era considerado una referencia nacional en el tratamiento de enfermedades relacionadas con los huesos, en especial, la tuberculosis ósea.
Cuando el país superó esta epidemia derivada de la guerra y el hambre, Pedrosa y el Hospital de Liencres pasaron a formar parte de un organismo nacional que agrupó los centros sanitarios un tanto singulares, el AISNA, pero, tras la transferencia a la autonomía, en el año 1984, su orientación sanitaria queda aparcada para siempre.
Seis años más tarde se convirtió en sede de una fundación pública surgida de la Consejería de Sanidad, denominada Fundis. Pero la fundación sólo recuperó uno de sus edificios para instalar en su interior un centro de rehabilitación y reinserción de drogodependientes.
En 2005, ya con el Gobierno de coalición PSOE-PRC, la entidad que gestiona la Isla de Pedrosa adopta su denominación actual, Fundación Cántabra para la Salud y el Bienestar Social y amplía su ámbito de actuación a otras áreas de los servicios sociales.

Hostelería y ayuda a domicilio

Tras la puesta en marcha del centro terapéutico para toxicómanos, en 1990, se pensó en dedicar la isla exclusivamente para la recuperación de estos pacientes, ya que permite sacarles de su entorno habitual e integrarles en un mundo nuevo, natural y sugestivo, pero los años han demostrado que hay espacio suficiente para otros usos relacionados con los servicios sociales y hacerlos compatibles.
La propia necesidad de buscar trabajo a quienes llegaban a Pedrosa para desengancharse de sustancias adictivas fue la que impulsó, en 2002, la creación de una empresa de inserción social, denominada Empredinser, que se dedica a la hostelería y a la ayuda a domicilio.
Tras la aprobación de la Ley de Dependencia, el Gobierno encomendó su puesta en práctica a la Fundación de Pedrosa en coordinación con los ayuntamientos. Con ocho de ellos ha alcanzado acuerdos y está negociando con varios, entre ellos, Santander. Su director, Miguel Angel Cavia, dice que la Fundación no puede abarcar toda la atención domiciliaria que se necesita en Cantabria pero “puede marcar unas pautas de calidad desde el ámbito público”, como más horas de dedicación a la persona dependiente o en servicios que exceden lo doméstico, como los cuidados personales o, simplemente, el acompañamiento.
Al calor de la nueva ley ha incorporado a 116 trabajadores en lo que va de año, con los que consiguen atender en sus domicilios a 160 personas que tienen un grado de dependencia alto y antes de que finalice el año está previsto doblar esta cantidad.
En la isla se han instalado unas cocinas centrales en las que se elaboran las comidas de forma individualizada, para ser enviadas, con ayuda de un equipo de repartidores, a las cafeterías de los centros sociales de mayores del Gobierno de Cantabria y al Centro de Día de Castro Urdiales.
Sobre la Fundación recaen también otros programas terapéuticos de las direcciones generales de Servicios y Políticas Sociales y Salud Pública. Con todas estas actividades emplea a más de doscientas personas: cincuenta en su organigrama, 35 en la empresa de hostelería y 116 en el servicio de ayuda a domicilio, pero de ellos, sólo 35 trabajan a diario en la isla.
Después de casi treinta años vinculado a los Servicios Sociales en Cantabria, Cavia recaló en Pedrosa en octubre del año pasado y “aunque la actividad es frenética, porque tenemos la ilusión de lanzar muchos proyectos, trabajar aquí es una delicia”, dice el director de la Fundación. De día, porque de noche la isla se vuelve, si cabe, más inquietante y misteriosa.

Menores y formación en servicios sociales

De los 165.000 metros cuadrados que tiene la Isla de Pedrosa, unos 10.000 están construidos en ocho edificios, aunque la mitad de ellos se encuentran en ruinas. El empeño de la Fundación Cántabra de Salud y Bienestar Social es lograr la recuperación de todos ellos, para ampliar sus actividades sociosanitarias y recuperar su valor arquitectónico.
Recientemente, la consejera de Servicios Sociales, Dolores Gorostiaga, mantuvo un encuentro con la ministra del ramo, Mercedes Cabrera, y decidieron que uno de los inmuebles de Pedrosa, conocido como ‘La Solera’, se destine a agrupar todas las dependencias regionales dedicadas a menores con problemas de conducta. En concreto, se destinará a los adolescentes más conflictivos, que requieren tratamientos en centros semicerrados, no sólo en el aspecto terapéutico, sino también en el psicológico, médico o educativo.
Este es sólo uno de los proyectos que planean sobre este paraíso natural en mitad de la Bahía.Otra construcción de los años cuarenta, denominada ‘La Picota’, que se encuentra a poco de entrar en la isla, podría convertirse en un centro de formación para profesionales que trabajen en el área de los servicios sociales y la dependencia.
A su vez, el más pequeño de los edificios en ruinas, la llamada ‘Casa del Director’, está previsto que se convierta en la sede institucional de la Fundación.

Reforma del centro de drogodependientes

La Fundación comparte ahora edificio con Empredinser, su empresa de servicios sociales y con las cocinas generales en uno de los edificios rehabilitados. La denominada ‘Casa del Administrador’ se utiliza como centro para menores con problemas de conducta y está gestionado por el Club de Los Ángeles.
La parte útil de la isla se completa con dos antiguas granjas de animales que han sido reformadas por los propios pacientes del centro de toxicómanos y ahora se utilizan para impartir talleres. La capilla también fue rehabilitada gracias a un curso de empleo del año 2002.
El centro de Rehabilitación y Reinserción Social de Drogodependencias (CRRD) constituye la parte más conocida de la Isla que, no obstante, resulta desconocida para la mayoría de la población. El edificio no ha sido modificado en los dieciocho años de trayectoria y ahora necesita una reforma de acuerdo con las exigencias de confortabilidad que demandan los usuarios, cuyo perfil ha cambiado mucho desde entonces. Y es que frente a los heroinómanos sin recursos que acudían en un principio a Pedrosa, la mayoría de sus pacientes actuales son dependientes del alcohol, la cocaína o los psicofármacos, con un estatus social más elevado.
La ampliación de plazas del CRRD para reducir las listas de espera, la construcción de pisos tutelados para quienes carecen de apoyos y el traslado de la sede de la Fundación a la ‘Casa del Director’ serán los proyectos que primero aborden. El resto no tiene plazo, pero la isla no perderá por eso el extraordinario encanto de sus veredas, de sus puestas de sol entre los eucaliptos o el delicioso embarcadero del teatro, que incluso en ruinas sigue siendo un lugar mágico, así como la escalera monumental que tiene a su izquierda para acceder a los edificios principales.

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