La pandemia impulsa el trabajo a distancia pero los expertos avisan: «No es conciliación ni teletrabajo»
La aparición del Covid-19 ha provocado cambios en la rutina diaria de los ciudadanos que también repercute en el ámbito laboral pues en numerosos sectores se ha impuesto el trabajo a distancia para evitar la propagación de la pandemia y siguiendo las recomendaciones del Ejecutivo, que contempla en su plan de desescalada que el teletrabajo sea preferente hasta la fase 3, es decir, al menos hasta mediados de junio. Varios expertos, no obstante, alertan de que el modelo actual no es el que ellos defienden ni implica una mayor conciliación.
«Esto que vivimos ahora mismo, no es conciliación ni teletrabajo», zanja el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), Jose Luis Casero, y socio de Humanos en la Oficina. «Estamos ante una situación de confinamiento y privación de libertad de movimientos que origina una situación de prestación forzosa y obligatoria de trabajo. Pero eso no es el teletrabajo que todos hemos defendido y seguiremos haciéndolo», afirma Casero, que se declara defensor de «la flexibilidad horaria y el teletrabajo como modelo de organización de empresas y entidades».
«Para empezar, ni antes ni ahora ni después, todo sector productivo puede teletrabajar. Pero además, ahora, aquel tipo de actividad o función que lo permita lo debe hacer de manera obligatoria, urgente y no planificada. E incluso con falta de herramientas y espacios adecuados; sin redes privadas seguras y en donde la protección de datos brilla por su ausencia», alerta.
Como señala Casero, «ante situaciones de normalidad, un teletrabajo bien planteado y desarrollado es un modelo de productividad y conciliación en el que gana la empresa y el trabajador». Sin embargo, prosigue, «ante situaciones de crisis sanitaria, el trabajo confinado en el domicilio con herramientas tecnológicas inadecuadas puede ser un parche de respuesta para seguir adelante mínimamente».
Un estudio publicado por EAE Business School relativo al impacto del Covid-19, y publicado en abril, indica que la crisis actual ha impulsado al teletrabajo en España en un 88% de las empresas frente al 4% de antes de la pandemia. Países Bajos, Finlandia y Luxemburgo son los países europeos que contaban con más teletrabajadores antes de la crisis sanitaria (con porcentajes del 14%, del 13,3% y del 11%, respectivamente), el triple que en España, que apenas alcanza el citado 4%, según datos de Eurostat recogidos en un estudio monográfico del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicados recientemente.
En cualquier caso, Randstad alertaba en marzo, tras el real decreto-ley de medidas urgente aprobado por el Gobierno que promovía el teletrabajo, que solo 4,4 millones de españoles, el 22,3% de la población ocupada, puede teletrabajar.
De cara al futuro, Casero considera que «es el momento de planificar bien lo que se hará después de la situación de confinamiento» y aboga por «planificar, crear planes de gestión de incidencias y teletrabajo, no necesariamente vinculado a crisis, sino como elemento generador de ventajas para empresa y para el empleado», al tiempo que apuesta por la fijación de objetivos, herramientas tecnológicas, protocolos o comunicación interna en las empresas.
«HUMANIZAR EL TELETRABAJO»
Una reciente encuesta realizada por IESE Business School revela que más del 40% de los españoles se sienten «muy estresados» por el trabajo en remoto en estas circunstancias de emergencia sanitaria y concluye que sólo el 15% de los encuestados consideran que tienen un gran apoyo por parte de su jefe. Además, indica que apenas el 11% de las personas que están teletrabajando están solas en su hogar y añade que el 40% de las mujeres y el 21% de hombres tiene dependientes en casa, de los que ella es la principal responsable.
Por ello, para la directora de Fundación SERES, Ana Sainz, el reto pasa por tener «empresas más humanas que sepan dar respuestas a los empleados», es decir, por «humanizar el teletrabajo» al que, a su juicio, «se ha llegado de un modo accidentado». En cualquier caso, para Sainz la situación actual va a implicar «un antes y un despues» porque «se ha descubierto que esto funciona y que esto se va a quedar».
Por su parte, la socia de CVA –empresa organizadora de los Premios Empresa Flexible, que reconocen buenas prácticas en la materia–, Marisa Cruzado, pide «ser conscientes de que esta pandemia ha sido la primera, pero nada indica que vaya a ser la última» por lo que insta a establecer «modelos de organización social y del trabajo» que permitan «reaccionar de forma más rápida y eficaz si llega el momento».
«Con la crisis del Covid-19 las empresas han enviado a teletrabajar a sus empleados y han surgidos dos grandes problemas. Uno de procedimiento: los empleados no tienen las habilidades necesarias para que el teletrabajo sea eficaz; otro tecnológico: ha habido que «desempolvar» portátiles, hacer conexiones masivas a los UPN, los servidores se han sobrecargado y la tecnología falla», relata.
Para Cruzado, la crisis del Covid-19 ha generado una «realidad distópica» en la que se constata que, aunque se disponía de la tecnología, no se estaba utilizando para teletrabajar y, a pesar de estar en la era del conocimiento, se mantenía una organización tradicional de modelo de trabajo. Precisamente, según el Flexímetro –un estudio realizado en 2019 con los datos recogidos con los Premios Empresa Flexible–, el 63,89% de las empresas tenían un programa de teletrabajo implantado. Sin embargo, menos de un 40% de los empleados se acogían a él, y de esos, solo un 18% teletrabaja el 20% de su jornada, es decir, solo un día a la semana.
A juicio de Cruzado, «cuando pase la crisis sanitaria y se recupere paulatinamente la normalidad, es probable que se produzca un repunte de presencialismo inicial. Primero por necesidad de socializar y por el miedo a perder el puesto de trabajo» aunque, a medio plazo, prevé que «se continuará invirtiendo en IA y nuevas tecnologías y a una reorganización del modelo con más teletrabajo». «La crisis habrá hecho caer algunas de las barreras emocionales y sociales que frenaban el avance del teletrabajo como opción en muchos sectores en los que era posible tecnológicamente desde hace años», augura.
Mientras, la directora ejecutiva de la Red Española del Pacto Mundial, Cristina Sánchez, anima al sector privado a «analizar y potenciar los efectos positivos que está teniendo el teletrabajo, tanto desde el punto de vista de reducción de emisiones, como de las posibilidades que tiene para favorecer la conciliación».
LA CONCILIACIÓN «PRECISA DE MÁS CAMBIOS»
El módulo sobre conciliación entre la vida laboral y la familiar de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2019, reflejaba que casi la mitad de trabajadores (el 49,55%) no pudo modificar el año anterior su jornada laboral para poder asumir responsabilidades relacionadas con el cuidado de otras personas.
En cualquier caso, el actual modelo provocado por la pandemia tampoco favorece la conciliación, como advierte Casero, que defiende que esta opción «ha de partir de la libertad de las personas». «Espero que no se demonice ni el derecho fundamental de conciliación ni el modelo de organización deseado del teletrabajo, en el que siempre insistiremos en su carácter parcial porque el trabajador (y la empresa) también precisan del contacto humano y físico. De ahí que debe ser voluntario, parcial y pactado», apostilla.
«No porque hagamos teletrabajo vamos a conciliar mejor porque la conciliación pasa por un respeto de los horarios de trabajo, por flexibilizar, y en estos momentos de crisis queda camino por recorrer. Impulsar la conciliación precisa de cambios más estructurales», concluye por su parte Sainz.