Panorama Internacional
Diplomacia automovilística
La reciente decisión de General Motors de no vender Opel ha servido para comprobar que los ejecutivos del automóvil son casi tan malos en asuntos políticos como los políticos en cuestiones de coches.
El anuncio de GM se produjo durante la visita de la canciller alemana a Estados Unidos y cogió al Gobierno por sorpresa, ya que puede suponer una pérdida de puestos de trabajo mucho mayor de lo que Angela Merkel ha prometido a sus votantes. Obama, por su parte, ha invertido casi 50.000 millones de dólares en GM para reavivar la empresa, aunque solo sea de momento.
Cuando el mundo de los negocios se pone al servicio de los políticos surgen las complicaciones (…) y las relaciones se estropearán más cuanto más permanezca GM en manos públicas.
Si el plan B de General Motors es que se las puede arreglar sin financiación pública, sugerimos que la multinacional no sólo lo aplique en Alemania sino también en EE UU.
Wall Street Journal
¡Inversores, cuidado!
El Congreso norteamericano, con apoyo de la Casa Blanca, ha aprobado una ley de protección de los inversores que facilitará el que miles de empresas puedan cocinar sus cuentas. Se trata de una enmienda que exime de pasar la auditoría Post-Enron a las que coticen en Bolsa pero tengan un valor inferior a 75 millones de dólares.
Tras la debacle de Enron, se aprobó la Ley Sarbanes-Oxley que exige a las empresas tener auditores para atestiguar la efectividad de sus controles internos frente al fraude financiero. Durante los años de Bush se las eximía de esta obligación por considerar que era una carga indebida. Sin embargo, se ha demostrado que las auditorías contribuyen a reducir errores y, al final, resultan menos onerosas para las empresas.
Cuando la nueva ley llegue al Congreso, los parlamentarios intentarán despojarla de esa destructiva enmienda de los tiempos de Bush. El problema es que mientras Obama y los líderes demócratas dicen estar comprometidos con una mayor transparencia y quieren regular los derivados –complejos instrumentos que están en el corazón de la crisis financiera–, están apoyando una excepción peligrosa para las grandes empresas. Se necesita hacer bastante más para impedir que el sistema financiero quede fuera de control.
The New York Times
Un lío muy confuso
La política del Gobierno británico respecto a las adquisiciones en el sector bancario ha sido un confuso barullo desde el primer momento. Una parte presionaba para que hubiera un aumento del capital, lo que implica una contracción de los préstamos, mientras otra pedía que los bancos mantuvieran el flujo del crédito a las empresas en dificultades.
El impulso comercial de los bancos les invita a acumular efectivo, pero los informes del Banco de Inglaterra indican que la contracción del crédito está prolongando la recesión.
Los ministros también rechazan enfrentarse con la idea generalizada de que el sistema financiero ahora está garantizado por el Estado, pero lo cierto es que el Gobierno está asegurando incluso a aquellos bancos con estatus de ‘demasiado grande para caer’. Y ninguno está pagando nada por esta valiosa garantía.
El Gobierno debió haber nacionalizado el sistema bancario el pasado otoño, cuando tuvo claro que ninguna institución sobreviviría sin apoyo público. Así nos habríamos evitado el presente conflicto de intereses público/privado. ¿Quieren un sector bancario rentable o una economía sana? Cada vez está más claro que las dos cosas a la vez no pueden ser.
The Independent
Nueva York y el presupuesto
El Gobernador de Nueva York ha encargado al Parlamento reunirse con una prioridad: trabajar en el Presupuesto. No hay forma más clara de decir que el Estado está en crisis. A menos que recorten 3.200 millones de dólares antes de que concluya el año fiscal, el déficit en 2010 podría alcanzar los 10.000 millones de dólares. Por supuesto que tienen otras cosas en las que preocuparse, pero lo más importante es que Nueva York no se convierta en otra California.
La Legislatura ha estado carente de ideas y, si los parlamentarios no trabajan con el Gobernador, los neoyorquinos podrán añadir a la lista de sus muchos defectos una ‘disfunción fiscal’: su incapacidad de vérselas con la realidad económica.
Algunos parlamentarios, que rechazan tomar decisiones radicales, dicen que estas voces de alarma ya las han escuchado antes y prefieren esperar a que la crisis se resuelva por sí sola. Pero se engañan, porque si no actúan ahora, el precio lo vamos a pagar todos.
The New York Times