Un año de negociaciones estériles y 24 horas para alcanzar un acuerdo
El 5 de mayo se rompían las negociaciones en la alianza en la que participaba Caja Cantabria. Meses de contactos, análisis y reuniones se iban por el desagüe sin ningún resultado. Mientras Caja Cantabria, Cajastur y Caja Extremadura eran partidarias de una fusión casi caliente, Caja Murcia y Sa Nostra, sobre todo, no estaban dispuestas a pasar del escalón más tibio. No era sólo una cuestión de filosofía sino también de geografía, ya que las más reticentes pedían, además, grandes zonas exclusivas.
Como avanzó esta revista, mayo era el mes clave, porque todas aquellas decisiones que se habían ido aplazando durante casi un año no podían dilatarse más. Y cuando hubo que llegar a los acuerdos concretos, la baraja se rompió. El presidente de Caja Murcia, poco partidario de ceder soberanía, exigía que los beneficios compartidos no pasasen del 40%. Cada caja no sólo conservaría para sí el 60% restante, sino que su entidad reclamaba todo el ámbito de negocio de Murcia, la Comunidad Valenciana y Almería. Estas pretensiones despertaron las de Caja Granada, que a su vez reclamó todo el negocio de Andalucía y, por contagio, las de Sa Nostra o Caja Extremadura. El modelo inicialmente dibujado se venía abajo, sustituido por un sistema de reparto de mercados y de mínima implicación conjunta.
La ruptura
Enrique Ambrosio, presidente de Caja Cantabria, y Manuel Menéndez, presidente de Cajastur, quedaron convencidos en ese momento que las dos ideas no eran compatibles. El máximo responsable de la entidad cántabra siempre ha defendido que no es consecuente la intención de formar la quinta entidad financiera de España con la de tomárselo como un mero apéndice de las cajas que la han formado.
Los reunidos ni siquiera mencionaron la posibilidad de volver al encuentro previsto para cinco días después.
Pero todo el proceso previo había servido para crear afinidades y una vez fracasada la alianza, la Caja cántabra, la asturiana y la extremeña llegaron a la conclusión de que por sí mismos podían formar un grupo consistente y con un tamaño significativo, ya que Cajastur se ha quedado con la antigua Caja Castilla-La Mancha tras la intervención del Banco de España. Un grupo de unos 70.000 millones de euros de negocio, que no estaría en lo alto de la tabla, pero sí en una posición deseable por muchas otras.
No obstante, el resultado no respondía a las expectativas suscitadas desde que un mes antes, Enrique Ambrosio revelase ante los órganos de gobierno de Caja Cantabria la magnitud de la operación que se preparaba.
El globo se había desinflado pero se volvió inflar de una manera inesperada, con la reaparición en escena de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), una entidad con la que habían mantenido contactos tiempo atrás. La CAM alicantina era una pieza deseada para cualquier puzzle pero su imagen se había devaluado muy rápidamente por una exposición pública ante los medios de comunicación que la ha dejado muy debilitada. A pesar de que sus ratios son buenos, la idea de que el Banco de España la presionaba con firmeza para llegar a un acuerdo inmediato con otras entidades empezó a menoscabar su posición negociadora y el fracaso de varios contactos empezó a estigmatizar a la CAM.
La Generalitat valenciana valoró en su día una fusión con Bancaja, para crear una de las mayores entidades financieras del país en su comunidad, pero los informes técnicos indicaban que se produciría un fuerte quebranto para ambas, ya que comparten el 38% de los clientes y muchos de ellos buscarían su segunda entidad fuera del grupo.
Por esa razón, la CAM no ha tenido que sufrir las presiones políticas que se han dado en otras comunidades, aunque eso no le ha impedido estar en boca de todos a medida que fracasaban sus contactos para formar una SIP. El penúltimo se produjo con Caja Murcia, que como en el caso de la SIP con Caja Cantabria y Cajastur exigía liderar la operación, amparándose en la fortaleza de su balance, a pesar de que es tres veces más pequeña que la CAM. Algo parecido ocurría con la BBK vasca, que prácticamente proponía una absorción.
Cambio de aliados
Modesto Crespo, presidente de la CAM, estaba dispuesto a ceder, para sacar a su entidad de una posición cada vez más asfixiante, pero no tanto, así que el domingo 23, cuando más de uno daba por seguro que sería absorbida por Caja Madrid (a pesar de que tiene mejores ratios que la entidad madrileña) probó a establecer un nuevo contacto con Manuel Menéndez, presidente de Cajastur, que en ese momento encabezaba un proyecto de SIP con Caja Cantabria y Caja Extremadura, después de que las tres rompieran con Murcia, Granada y Sa Nostra.
En pocas horas, el acuerdo estaba hecho. La CAM, a pesar de tener casi el doble de tamaño que Cajasturias con el añadido de CCM, se conformaba con el mismo porcentaje de acciones y aceptaba que la acción ejecutiva quedase en manos de Menéndez. No había más remedio. Para la CAM quedaba reservada la presidencia, sin poder ejecutivo, y una dirección general.
Quedaba por encajar al resto de los socios y Menéndez los llamó a última hora de la noche para quedar a la mañana siguiente en Madrid. Enrique Ambrosio se disponía en ese momento a irse a la cama pero, ante la duda de poder llegar a la capital a las 8.00 de la mañana, optó por buscar una conexión aérea que le llevase esa misma madrugada.
Un acuerdo rápido
Durante la mañana del lunes, fiesta de la Virgen del Mar en Santander, quedó perfilado el acuerdo, que se dio a conocer de inmediato. Los dos socios de menor tamaño aceptaban repartirse el 20% y Caja Extremadura impuso su importante liquidez para obtener dos puntos más que la Caja cántabra, que ha tenido que recurrir a las emisiones para compensar un volumen de depósitos insuficiente para crecer.
Aunque el calendario de devoluciones es relativamente llevadero, esta debilidad y los escuetos recursos propios que siempre ha padecido, obligaron a la Caja cántabra a aceptar un reparto que no le favorece en la formación de mayorías (Caja Extremadura las conseguiría tanto con Cajastur como con la CAM) pero que le permitirá salir bien parada en el reparto de beneficios, ya que, según la mayoría de los ratios, la entidad cántabra hubiese estado entre el 5 y el 6% del banco que las cuatro cajas van a formar y cuyos activos estarán constituidos por las oficinas que queden fuera de sus ámbitos geográficos de origen y aquellos otros que se fijen para las compensaciones. Hay que tener en cuenta que el grupo nace en Madrid con más de 200 oficinas y está representado en la mayoría de las comunidades, pero Caja Cantabria apenas tiene sucursales fuera de la región que integrar en el futuro banco.
El acuerdo trasladado a los respectivos consejos de administración establece un consejo de administración para el banco de doce miembros en el que tanto Caja Cantabria como Caja Extremadura sólo tendrían uno, el que les corresponde en función de la proporcionalidad, si se tiene en cuenta que dos deben ser independientes. En realidad, hay un pacto verbal para que en el primer consejo de administración del banco, cuyo nombre aún no se ha decidido, se amplíe el número de consejeros a catorce, dando entrada a los directores de la Caja cántabra y de la extremeña. Así que Caja Cantabria estará representada por Enrique Ambrosio Orizaola, como vicepresidente segundo, y por Javier Eraso, como consejero.
Las representaciones son nominales y eso, en el caso de Caja Cantabria, ha dado lugar a algunas susceptibilidades que Enrique Ambrosio ha optado por cortar de raíz, dejando firmada su renuncia para el mismo momento en que deje de ser presidente de Caja Cantabria.
Negociación a uña de caballo
El contrato de la SIP será firmado el 14 de junio y eso está obligando a negociar con enorme premura todas las circunstancias que han quedado pendientes. Por el momento, sólo está decidido el reparto y la filosofía, si bien es cierto que son los temas decisivos en los que encalló la anterior SIP. Entre las muchas materias delicadas por decidir se encuentra la ubicación de los servicios centrales que van a ser comunes para todas las cajas o el sistema de pluses y penalizaciones que se establecerá para que las más eficientes no sean igual tratadas en el reparto de beneficios que las menos eficientes, lo que desincentivaría la productividad. También habrá que establecer las aportaciones de cada una de ellas al futuro banco o la valoración de la situación de partida de cada socio, dado que no todas están en la misma posición ni tienen la misma necesidad de recurrir al dinero del FROB.
Lo que sí se sabe es que el banco tendrá dos directores generales, procedentes de la CAM y Caja Asturias, que lidera esta fusión fría, y que el grupo va a pedir al Banco de España todo el dinero del FROB que permitan los estatutos de este fondo. Un préstamo que fortalecerá extraordinariamente a este grupo de cajas pero que no será nada barato, ya que hay que devolverlo en el plazo de cinco años y el tipo de interés establecido ahora mismo es del 7,75%.
Los equipos que negocian la integración no lo tienen fácil, porque son muchas las cuestiones a debatir, muy delicadas y el tiempo muy corto. Para más complejidad, los términos del contrato de la SIP deben ser aprobados por unanimidad. Luego, en la gestión ordinaria, los aspectos sensibles deberán estar respaldados por una mayoría cualificada del 75%, aunque también están por definir cuáles son esos asuntos “sensibles”.