Editorial
Volver a hablar de la crisis es cansino y sólo sirve para realimentar un estado de ánimo depresivo pero ha pasado demasiado tiempo como para exigir algo más del Gobierno regional. Hace ocho meses, Diego forzó a colegios profesionales y asociaciones de todo tipo a firmar un documento para que le recibiese Zapatero, ya en funciones, con una exigencia de compensación de deudas que no podía esperar siquiera a que se celebrasen las elecciones, unas semanas después. Parecía obvio que todo le resultaría más fácil al presidente cántabro una vez llegado Rajoy a la Moncloa, pero ahora ni hay documento conminatorio ni hay asociaciones que protesten por la paralización de las inversiones estatales en la región. Es llamativo que estos colectivos profesionales ni siquiera pidan explicaciones por la ausencia de obras de la autonomía, que está dejando a muchos de sus colegiados en paro. A lo que se ve, el nivel de exigencia de los cántabros cambia en función de quien gobierne.
La realidad es que no podemos seguir así. Hace tiempo que la crisis ha dejado de ser un problema de paro juvenil, de los promotores o de los albañiles. El paro taladra como una perforadora todas las profesiones y todas las capas sociales. No se libra nadie. Tampoco los empresarios, cuyo censo disminuye cada día. El pensamiento de los que resisten no está puesto ya en el negocio sino en la jubilación, el único asidero al que agarrarse porque no tienen fuerzas para seguir nadando. Quien puede, calcula los años que le faltan para llegar a esa orilla y cómo sobrevivir hasta entonces. Para quienes la tienen demasiado lejos como para intentar sobrevivir dejándose llevar, la situación es aún más angustiosa. Sus negocios hace tiempo que dejaron de ser rentables y han aguantado hasta ahora por los recursos que habían acumulado. Esa inercia se acabó. Y lo peor es no saber por donde tirar. Un empresario sólo se recicla con un nuevo proyecto que le ilusione pero ni encuentra financiación ni el Gobierno le orienta mucho a la hora de fijar sus objetivos: ¿De verdad alguien cree que el sector primario, el turismo o el golf pueden sacarnos del apuro o tienen capacidad de crecimiento como para recolocar a una parte significativa de los miles de desempleados que deja la crisis?
No necesitamos tantos ejes teóricos de actuación ni decidir qué sectores son subvencionables y qué sectores no, porque seguramente erraremos el tiro. Cualquier iniciativa puede ser buena, no estamos en disposición de escoger. Lo que se necesita es que el sector público lidere proyectos a los que pueda sumarse el sector privado. Mientras la única política sea abrir el cajón, escandalizarnos por las facturas, y volverlo a cerrar, no vamos muy lejos. Pero así llevamos nueve meses. Si tiene que venir Godot a resolvernos la situación, mal vamos. Al contrario que los personajes de Samuel Beckett, nosotros sabemos que Godot no existe y no va a venir, así que no lo esperemos más.