‘Cantabria podría ser el referente del turismo sanitario en el Norte de España’

Usted rompe todos los esquemas. Es una mujer que preside una organización de más de cien años que nunca había estado dirigida por mujeres; tampoco hubo nunca un hispano en el cargo; no duda en defender los genéricos frente a los intereses de los grandes laboratorios y no proviene de una familia de farmacéuticos en un sector donde son habituales las sagas familiares. Desde luego, era el perfil más improbable para llegar a donde ha llegado.
CARMEN PEÑA.– La vida es una carrera de fondo y los límites son los que nosotros nos queramos poder. Mi lema es que hay que perseguir la utopía y, con ese espíritu, la propia vida te va ayudando a conseguir parte de esa utopía.
Desde la presidencia de FIP, al igual que lo he hecho durante toda mi vida profesional, defiendo los intereses de los pacientes, para proporcionarles el mejor acceso al medicamento y a la sanidad en general, con las mejores garantías.

En la votación de Bangkok, Tailandia, en la que fue elegida presidenta mundial de la Federación Internacional de Farmacéuticos (FIP en inglés), usted no era favorita y muchos representantes del área hispanoamericana, que podían ser los más proclives a su candidatura, no pudieron acudir porque el evento se desarrollaba demasiado lejos. A pesar de eso, usted ganó y con la suficiente diferencia como para no necesitar segunda vuelta. ¿A qué cualidades personales suyas lo atribuye?
CP.– Pues son actitudes muy básicas: análisis para discriminar entre tus objetivos los que son verdaderamente importantes de los superfluos, voluntad para acometerlos, coherencia en las decisiones, lealtad a tus principios y a tus compañeros de viaje, paciencia (que yo no traigo de origen y debo practicarla todos los días) y, sobre todo, pasión por lo que haces y por la vida.

La calle tiene la idea (acertada o equivocada), de que el farmacéutico es un expendedor de medicamentos. Usted defiende que vamos a una sociedad envejecida y polimedicada en la que el farmacéutico tiene un papel asistencial cada vez mayor. ¿Cómo ve ese futuro de la farmacia?
CP.– Hemos iniciado el gran camino de la transformación del siglo XX –el siglo del Medicamento– al siglo XXI, el siglo de la Farmacia. Una farmacia que, utilizando el medicamento como herramienta, avanza hacia un modelo centrado en el paciente.
Una farmacia que considera necesario trabajar en colaboración con otros profesionales de la salud y, para ello, debe estar integrada en las estrategias sanitarias y socio-sanitarias en beneficio del paciente.

Usted es presidenta de un colectivo extraordinariamente numeroso (tres millones de farmacéuticos en todo el mundo) y cuyas circunstancias son también muy variadas, porque las regulaciones de la venta de fármacos son muy distintas según los países. ¿Es posible defender una posición común para todos ellos?
CP.– En un mundo muy complejo en lo cultural, político, social y sanitario hay un denominador común muy potente: la necesidad del ser humano de encontrar ayuda cuando tiene problemas de salud y en esa necesidad, todos los farmacéuticos del mundo estamos comprometidos con la población para asegurar unos medicamentos de calidad y accesibles para todos.

Entonces, ¿no son ustedes un lobby de presión manejado por las farmacéuticas?
CP.– La Federación Internacional Farmacéutica representa a más de tres millones de farmacéuticos y farmacéuticos científicos en todo el mundo, así como a más de 132 organizaciones nacionales y su misión es mejorar la salud mundial a través del desarrollo de la práctica farmacéutica y las ciencias farmacéuticas, de modo que permita una mejor investigación, desarrollo, acceso y uso seguro de medicamentos de calidad, adecuados, eficaces y asequibles en todo el planeta.
Es decir, y contestando a su pregunta, que no lo somos.

Después de las elecciones, y a la vista de los resultados, hay farmacéuticos que temen que se liberalice la apertura de farmacias. ¿Usted espera cambios significativos?
CP.– En el mundo hay diferentes modelos de farmacia dentro de diferentes modelos de sanidad y sociales que se deben respetar en su diversidad.
En España, el modelo está basado en que las farmacias son establecimientos sanitarios privados, de interés público en los cuales el farmacéutico tiene encomendadas, por Ley Estatal, diferentes funciones para que los pacientes reciban los medicamentos con plena garantía de calidad y seguridad.
Su planificación se encuentra también plenamente respaldada por la jurisprudencia del Tribunal de Justicia Europeo, ya que es la garantía de calidad de servicio y accesibilidad de los medicamentos a los españoles, ya vivan en grandes ciudades o en el pueblo más pequeño de nuestra geografía; tenemos un buen ejemplo en Cantabria.
El modelo farmacéutico español es un modelo muy social y garantista para el Sistema de Salud y para los ciudadanos.

Usted dice que muchas de las farmacias que hay en España nunca las abriría una multinacional. ¿Tan poco rentables son?
CP.– De las 22.000 farmacias que hay en España en las que trabajan 45.000 farmacéuticos, las dos terceras partes están fuera de las capitales de provincia; 2.078 farmacias están en poblaciones de menos de 1.000 habitantes, de las cuales la mitad tiene menos de 500 habitantes.
Esta distribución geográfica y demográfica, siempre con un profesional farmacéutico al frente, es el gran valor del modelo de farmacia español desde un punto de vista sociosanitario. Sin embargo, puede que las grandes multinacionales no considerasen este valor a efectos de sus intereses.

Desgraciadamente, en los productos farmacéuticos es tan importante el principio activo como el precio. Pueden curar pero ser inaccesibles para algunos sectores de población. ¿Están justificados los genéricos? Porque, en opinión de los grandes laboratorios, eso perjudica la investigación.
CP.– Los genéricos son, sin duda, una de las medidas estructurales más eficaces en el control del gasto en medicamentos, tanto público como privado, a nivel mundial.
Es una realidad indudable que la entrada del medicamento genérico ha producido en todo el mundo una reorganización en el control de los precios, favoreciendo la accesibilidad de la población a los medicamentos.

El gasto farmacéutico

La factura farmacéutica cada vez se come un porcentaje mayor del presupuesto sanitario y eso le pone muy nervioso a los políticos. ¿Es posible contener ese gasto o esa es la evolución natural de las prestaciones sanitarias con una población envejecida?
CP.– A nivel mundial, es imprescindible que los sistemas de salud consigan el equilibrio necesario para asegurar a la población el mejor medicamento al mejor precio posible y su sostenibilidad en el tiempo.
Las Administraciones deben estudiar cómo hacerlo compatible con la viabilidad económica de la industria para no llegar a poner en peligro estos principios.
En la evolución del gasto farmacéutico se están produciendo dos circunstancias que deben relativizarlo. La primera, el envejecimiento de la población. El sistema sanitario está ofreciendo más vida –y más calidad de vida– pero ese avance tiene unos costes en medicamentos. Por otra parte, los tratamientos hospitalarios tienden a hacerse más cortos, lo que agranda el mundo ambulatorio y los gastos en farmacia extrahospitalaria. En razonable pensar que, como consecuencia de esas circunstancias, el peso que tiene el medicamento en el gasto total haya podido incrementarse ligeramente.

Si nos ceñimos a lo ocurrido en estos últimos años con los retrasos en los pagos por los medicamentos, ¿se puede concluir que las Administraciones públicas españolas utilizan a las farmacias cuando se quedan sin tesorería?
CP.– Los políticos y administradores sanitarios deben entender que cuando dejan de pagar a las farmacias dejan de pagar los medicamentos prescritos por los médicos del Sistema, y que, por tanto, debe ser considerado como un pago prioritario.

‘Un sistema sanitario para exportar’

¿Por qué cree que la mayoría de los farmacéuticos son mujeres?
CP.– Históricamente, ha sido y es una profesión mayoritariamente femenina. Se estima que hay una media del 55% de farmacéuticas en todo el mundo, (con enormes variaciones entre países, desde un 4,8% en Somalia hasta un 92,4% en Croacia). En España el 71,5% de los colegiados que ejercen en farmacia comunitaria son mujeres. En las diferentes culturas hay un componente vocacional muy fuerte.
Pero es algo que también se está produciendo en el resto de las profesiones sanitarias.

Usted viaja constantemente por todo el mundo y conoce muy bien los sistemas sanitarios. ¿Cómo valora el español dentro de ese conjunto?
CP.– El Sistema Nacional de Salud español es un ejemplo de accesibilidad, universalidad y calidad de su asistencia y prestaciones, con un magnífico capital humano compuesto por profesionales altamente cualificados en sus respectivas áreas de conocimiento, aunque como todo sistema por bueno que sea, siempre debe trabajar en una mejora continua.
Podemos decir que es un sistema para exportar y no para destruir.

Personal y profesionalmente, usted ha tenido que alejarse de Cantabria, pero mantiene una casa en Santander –se declara fanática de Cantabria– y acude siempre que puede. ¿Tanto le tira?
CP.– Mucho, cuando yo pienso en mi tierra, mis raíces, mi historia, pienso en Santander; cuando pienso en mi infancia, en mi madre, los veranos, cuando mi padre me enseñó a montar en bici, mis amigos de niña, de nuevo es Santander. Además, tengo la satisfacción de haber transmitido ese amor a la tierruca a mis hijos e incluso a mi marido, un cordobés que conoció Santander cuando fue por primera vez a visitarme un verano, ya de novios, y ahora es el fan número uno.

La sanidad como fuente de riqueza para Cantabria

Es perfectamente consciente de que la situación de la región no es fácil, porque no acaba de remontar la crisis. ¿Tiene alguna receta, o al menos, alguna recomendación, que crea oportuna para orientar el futuro de Cantabria?
CP.– Cantabria es tierra de gente noble, trabajadora, cumplidora con sus compromisos profesionales, laborales y personales, tierra de autónomos, de pequeñas y medianas empresas que hay que apoyar para que puedan avanzar. Hay que aliviarlas de trabas administrativas, burocráticas y fiscales.
Considero que hay que potenciar, a través de nuevos modelos de formación, a los profesionales que trabajan en el área de servicios para ser más competitivos en calidad asistencial y en atención al turismo con respecto a otras autonomías de España.
Y creo que deberíamos reforzar el gran capital que Cantabria tiene en el campo de la salud, invirtiendo en nuestros hospitales, con nuestro buque insignia –el Hospital de Valdecilla– al frente, potenciando la magnífica red de farmacias de Cantabria, que aseguran el acceso a los medicamentos en todas las ciudades y pueblos de la región o los magníficos balnearios que tiene la autonomía.
En definitiva, apostar por convertirnos en el referente en la oferta de turismo sanitario tanto para españoles como para extranjeros en el Norte de España.
Tenemos Universidad con varias titulaciones sanitarias, un hospital clínico que es referente en trasplantes en el mundo y una bandera, la marca Valdecilla, y podríamos ser un referente en salud, como lo es Navarra. Pero ese referente hay que nutrirlo desde las propias instituciones sanitarias, porque los cántabros nos vendemos muy mal, no sé si porque hemos estado rodeados de montañas o porque somos muy orgullosos.
Tenemos los mimbres, porque aquí se ha metido mucho dinero y hay mucha cualificación humana y concurren muchas circunstancias que lo harían posible, haciendo un Plan Estratégico.

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