‘En las reuniones de auditores era la única mujer’
ANA CAMPOS, Administradora de Tecnisa Campos
A principios de los 80, cuando la auditoría era un mundo de hombres, Ana Campos se convirtió en la primera auditora de Cantabria y en una de las primeras de España. Seguía el ejemplo de su padre, Enrique Campos, fundador de la Asociación Española de Asesores Fiscales y alma de CEMIDE, que fue pionero en las actividades de auditoría y asesoramiento empresarial. Hace más de tres décadas que entró a ‘la oficina’, como ella llama a la empresa que su padre fundó en un apartamento de Calvo Sotelo, y desde allí ha impulsado el crecimiento de esta asesoría mercantil, contable, fiscal y laboral que emplea ahora a más de 50 personas y se ha ampliado por los pisos contiguos. Amante de la familia, se siente orgullosa de la cultura de empresa y de todas las personas que trabajan en ella.
P.- Tecnisa Campos es una asesoría con más de medio siglo de historia a sus espaldas. ¿Cuánto lleva usted en ella?
R.- En la oficina, que a mí me gusta llamarla así, ‘la oficina’, llevo 34 años. Estudié Ciencias Económicas y Empresariales en Sarriko (Bilbao) y terminé en el año 1981. Tuve suerte porque, justo cuando empecé a trabajar, convocaron una oposición los Censores Jurados de Cuentas, la única entidad que estaba acreditada entonces para hacer auditorías. Gracias a eso, conseguí el título de auditor en el año 1983 y fui una de las primeras mujeres auditoras en España y la primera de Cantabria. La auditoría era un mundo de hombres.
P.- En lo profesional, ¿alguna vez se ha sentido tratada de forma distinta por el hecho de ser mujer?
R.- Es cierto que yo tenía 24 años y que las reuniones de auditores estaban llenas de señores mayores, pero siempre me han tratado bien. Es curioso porque, al principio, hasta 1995, muchos daban por supuesto que yo era ‘la secretaria de alguien’. Yo no lo rebatía porque tenía mucho que aprender. Con el tiempo, cuando en las empresas y reuniones descubrían que la auditora era yo, me trataban con respeto y admiración y eso que tenía todas las papeletas para que los clientes pudieran recelar de mí: era mujer, estaba con frecuencia embarazada y, sobre todo, era la hija de mi padre. Como todo hijo de emprendedor, me ha costado mucho que mi padre dejara de verme con trenzas y calcetines.
P.- ¿Desde pequeña tuvo claro que continuaría el proyecto empresarial de su padre?
R.- En mi infancia, en casa sólo se hablaba de la oficina y de los estudios, eran los dos asuntos clave (ríe). Cuando nos daban las notas, mi padre era de los que iban a hablar con todos los profesores y yo he acabado haciendo lo mismo con mis hijos. Somos tres hermanas y un hermano y a nosotras nos insistía más que a él para que hiciéramos una carrera y no dependiéramos económicamente de un hombre. Mi padre era un visionario, con una mentalidad muy avanzada para su generación. El resultado es que estudiamos los cuatro y, en mi caso, nunca me planteé otra cosa que no fuera Económicas, lo que siempre había oído en mi casa.
P.- Está visto que hizo caso al consejo paterno, aunque también es madre de tres hijos…
R.- Sí, me fui a estudiar Bilbao y allí me quedaba en casa de unos tíos. Una de las cosas más importantes que he aprendido en la vida es que hay que salir de casa para poder conocer un mundo distinto. Por esa misma razón he procurado que mis tres hijos estudiaran fuera. El mayor, de 31 años, es ingeniero informático; la segunda, de 28 años, es psicóloga y terapeuta y ha comenzado a dar clases en una Universidad; y el pequeño está estudiando LADE en Marketing en Madrid y dice que quiere ser empresario. En su horizonte no está seguir en la empresa familiar porque quiere crear algo. Mis hijos admiran mucho a su abuelo y valoran todo lo que él había logrado cuando sólo tenía su edad. Hace poco ha sido su 84 cumpleaños y le regalamos una tarta que era una réplica de su despacho.
P.- ¿Era más fácil la conciliación familiar antes o ahora?
R.- Sin duda, ahora. Hoy en día existen recursos, como las jornadas continuas en los colegios o las guarderías que abren hasta las ocho de la tarde y, además, a precios más asequibles que en mi época. Yo me casé con mi novio de toda la vida y a los dos nos encantaba ir con los niños a todas partes. Mis padres nunca han sido ‘abuelos canguro’ porque tenían una vida llena de relaciones sociales y han sido abuelos muy jóvenes. Cuando podían, se llevaban a los niños a Laredo pero había épocas de trabajo terribles como las de la renta. ¡Menos mal que la informática ha mejorado mucho la vida y lo sigue haciendo año tras año! Basta mirar un poco para atrás y te sorprendes.
P.- Enrique Campos, su padre, es una de las figuras más destacadas del mundo de la economía en Cantabria. ¿Qué ha aprendido de él?
R.- Muchas más cosas de las que yo creía, incluso de las que en su día no me gustaban (ríe). ‘Que lo mejor es enemigo de lo bueno’, que siempre ‘tiene que haber un responsable último de las cosas’ o que es importante hablar mucho con la gente porque ‘todos tenemos nuestro corazoncito’. Solía decirnos que considerásemos a ‘cada cliente como si fuera el único’ o que ‘el buen paño no se vende en el arca’ para que intentásemos crecer y tuviéramos visión a largo plazo, porque si ‘tu objetivo es mantenerte, te hundirás antes o después’.
P.- Antes se ha referido a Tecnisa Campos como ‘la oficina’ pero es increíble lo que se ha ido ampliando con el paso del tiempo. ¿Han calculado cuantos metros cuadrados tienen sus instalaciones?
R.- Habrá más de 1.000, como resultado de haber ido sumando dos apartamentos, dos pisos pequeños y otros dos de mayor tamaño. Pero, todo ha sido poco a poco. Mi padre empezó por cuenta ajena, estudiando y dando clase, primero desde casa y después en un piso de Lealtad. Siempre se ocupó mucho de cuidar de mis abuelos, así que en 1957, cuando compró el primer apartamento de Calvo Sotelo, donde está hoy la oficina, puso a sus padres a vivir al lado. La empresa siempre ha tenido ese carácter familiar y, de hecho, a nosotros suelen decirnos que somos una piña porque tenemos el sentido familiar muy marcado. Alguna vez discutimos, pero eso es normal entre las personas que se quieren y hasta señal de buena salud. Peor es callarse las cosas y que se vayan envenenando…
P.- ¿Cuándo sintió que empezaba a volar sola?
R.- A los seis años de empezar, el profesional de mayor confianza de mi padre se fue y comenzó para mí una época de gran oportunidad en la que me tocaba ser consciente de mi papel dentro de la empresa. Entonces decidí apoyarme en la gente de la oficina y siempre encontré a personas al lado que me ayudaran. No soy una optimista irresponsable, pero sí soy una persona positiva que procura ver siempre lo bueno que hay en lo malo y analizar lo que está pasando para intentar mejorar.
P.- ¿Qué hitos recuerda especialmente en la trayectoria de Tecnisa Campos?
R.- Un cambio grande coincidió con el nacimiento de mi tercer hijo, hace 24 años, con la aparición de nuevas normas que obligaban a las sociedades a presentar sus cuentas en el Registro Mercantil y a someterse a auditorías. Esto implicó un gran cambio para muchas empresas, tanto grandes como pequeñas, y para nosotros supuso una reorganización del trabajo. Otro momento clave, más reciente, es cuando mi padre tuvo un problema de salud hace tres años y medio y tuvimos que pasar a ocuparnos de la coordinación interna de la oficina. La empresa la dirigimos entre cinco personas y no se nos puede olvidar que ya somos cincuenta en el equipo y que tenemos una gran responsabilidad con ellos y con sus familias.
P.- Dentro de la actividad tan diversa que desarrolla Tecnisa Campos (mercantil, contable, fiscal y laboral). ¿Cuál es su punto fuerte?
R.- Siempre me he dedicado a la parte de sociedades y de auditoría. En nuestro mundo es imposible no especializarse. A mí me han inculcado que es importante estar siempre estudiando y más aún en esta profesión. Puede parecer que no cambia nada pero es todo lo contrario, nos obliga a estar en continuo aprendizaje. Eso se lo hemos transmitido a todos los trabajadores de la empresa, hasta el punto que un alto porcentaje del personal de auditoría está inscrito en el ROAC (Registro Oficial de Auditores de Cuentas).
P.- ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
R.- Me gusta mucho la contabilidad, si no, no podría dedicarme a la auditoría. Pero, sobre todo, me gusta trabajar en equipo. No hay una profesión en la que haya tanta relación entre los compañeros como en la nuestra y hemos conseguido tener muy buen ambiente de trabajo. La gente se ayuda entre sí y ha aprendido a autogestionar su tiempo. De lo que más orgullosa me siento es de la cultura de esta empresa, de las personas que trabajan y han trabajado aquí, de poder escucharles y tener en cuenta su opinión antes de tomar decisiones.
P.- ¿Qué aficiones tiene cuando no está trabajando?
R.- Tengo un caniche que se llama ‘Bécquer’. Es un perro buenísimo que me regalaron mis hijos hace nueve años y lo llevo a todas partes; de hecho, voy donde puede ir el perro (ríe). Para mí la clave es la familia y los amigos. He tenido mucha suerte con mis hermanos, salgo con ellos, y también tengo muy buenos amigos a los que intento cuidar.
Patricia San Vicente