‘NOS FALTA PASIÓN Y ESO NOS IMPIDE SOÑAR’
P.- Su trayectoria profesional es de lo más curiosa… Es directora de RR HH de Maflow y abre un centro de estética. Iba por la rama de Ciencias y acaba dedicándose a las personas… ¿Es su vida un conjunto de contradicciones?
R- Puede resultar chocante pero yo soy de las que pienso que las cosas pasan por algo. Empecé Ingeniería pero en realidad quería estudiar Medicina. No tenía vocación y cuando veo sangre me mareo, pero me atraía; supongo que me imaginaba haciendo recetas (ríe). Pero, era una carrera larga y yo necesitaba una titulación más corta porque, por circunstancias familiares, tenía que trabajar para poder ir a la Universidad. Al final, con tanto lío, ni trabajaba ni estudiaba, así que acabé en Relaciones Laborales, una carrera que podía compaginar con la parte laboral de mi vida y complementar después, como así hice, con otra formación superior.
P.- Por lo que cuenta, sus años universitarios tienen poco de comodidad y mucho de buscarse la vida…
R- Sí, estuve trabajando como comercial a puerta fría, dando clases particulares a niños y hasta para la compañía de gas. También vendí collares en los hippies, fui mensajera, trabajé en una tienda de fotografía de la calle Cervantes… Aunque estudiaba con beca, quería tener coche. Por entonces iba a la Escuela Oficial de Idiomas y recuerdo que un profesor me preguntó cómo me imaginaba mi futuro. Yo le dije que quería dirigir los Recursos Humanos en una gran multinacional y viajar por el mundo. Él me respondió: ‘Sigue soñando’.
P.- ¿Y cómo consiguió dar el salto hacia esa multinacional que tanto ansiaba?
R- Por un error (ríe). Por un error entré en Equipos Nucleares. Rellené la solicitud para cubrir un puesto en el área de recursos humanos pero, después de superar todas las pruebas y de pasar las distintas entrevistas, me pidieron el título de licenciada en Derecho para poder firmar el contrato. Y claro, no lo tenía; nunca pensé que fuera necesario para ese puesto. Por suerte, me dieron una oportunidad con la categoría de ‘administrativo ilustre’ y empecé a hacer de todo: control de presencia, formación, negociación… Tenía muchas ganas y estaba muy agradecida de que hubieran confiando en mí. Allí fue donde crecí con mi entonces jefe, Ángel Cossío, la persona que me tendió una mano, me abrió las puertas y me enseñó.
P.- ¿Por qué se marchó de Equipos Nucleares si era lo que tanto había soñado?
R- Quería ver mundo. En Equipos se me despertó el interés por hacer una licenciatura, Ciencias del Trabajo, y la terminé estando ya en Manuli (después Maflow). Manuli era entonces una multinacional de origen italiano con 230 personas y sometida a muchos cambios de dirección y procesos de venta. El último, al grupo polaco Boryszew, al que pertenecemos ahora. Después de un proceso de insolvencia, los administradores concursales y el equipo de Maflow viajamos por medio mundo durante casi un año, el 2009, con la maleta bajo el brazo, intentando que alguien nos comprara. Fueron tiempos duros pero finalmente el grupo se vendió en conjunto a Boryszew.
P.- En los últimos años se ocupa de los Recursos Humanos de todo el grupo. ¿Cómo logró ese ascenso?
R.- La persona responsable de la compra valoró la reorganización del trabajo que habíamos hecho en España y me nombró directora de RRHH en todo el mundo. Era por dos años y ya llevo cuatro. Ha sido muy duro: viajes, situaciones conflictivas, reducción de plantilla, cierre de fábricas… Desde hace poco, para aligerar las decisiones y que no queden retrasadas en Polonia hasta que voy yo, nos hemos repartido las fábricas. Por un lado se gestiona Polonia, India y China y yo me ocupo de Francia, Italia, España, Brasil y México.
P.- Y como le parecía poco trabajo, decidió crear su propio centro de estética, Vanitas Vanitatis…
R.- (Ríe) En los últimos años era clienta de estos centros y, en concreto de Rosa Vallecillo, que ahora es mi socia. Su sueño era tener su propio centro de estética pero necesitaba financiación y sola se sentía un poco insegura. Analizamos la situación del sector en Santander y vimos que había dos tipos de centros: los de estética tradicional o las franquicias. Nosotros queríamos ofrecer las técnicas más novedosas pero con un trato a la antigua y una visión menos comercial. Que sea la persona la que decida hacerse el tratamiento sin forzar en ningún caso la venta.
P.- En su web hablan del uso de técnicas estéticas no invasivas ¿Es ése su fuerte?
R.- Básicamente, ofrecemos técnicas que no requieren ninguna intervención, pero recientemente hemos incorporado a un médico, para los que quieran otro tipo de tratamientos. En este mundo hay mucha rotación, sobre todo entre las chicas jóvenes, por eso trabajamos muy orientados al cliente, con nuevos servicios y profesionalidad. Ahora, que acaba de cumplirse nuestro primer aniversario, ya somos cinco personas en plantilla. Estamos muy contentos.
P.- ¿Qué le atrae de la gestión de personas?
R.- Ser capaz de ayudar a la gente a cumplir sus sueños. Por ejemplo, en Maflow hemos ganado el Premio Incorpora, de La Caixa, por contratar a casi 20 personas de entre 20 y 30 años que no tenían titulación y que, gracias a este empleo, van a poder conseguir un certificado de profesionalidad. En la entrevista, cuando les preguntaba qué querían ser de mayores, me respondían que no sabían. Al menos, les hemos dado una oportunidad.
P.- ¿Son muy diferentes los jóvenes de ahora?
R.- Se ha perdido un poco la esencia. Antes te contrataban para barrer y decías: ‘No hace falta ni que me pagues’. Yo misma me quedaba a barrer en la tienda de fotos… Recuerdo que cuando conseguí el trabajo en Equipos Nucleares nunca pregunté lo que iba a ganar. Cuando me dijeron que era el doble que en la tienda y que iba a salir a las 14.00 h. no me lo podía creer. ¡Por fin podría ir a la playa!
P.- ¿Cree que se está perdiendo la cultura del esfuerzo?
R.- Como me gusta todo, también hice el CAP y estuve dando clase a chicos de 18 años. Algunos cobraban entonces 2.000 euros pero no tenían ninguna comunicación con su familia, ni siquiera comían juntos… Y no sólo es eso, son un montón de cambios sociales. Son chicos que saben mucho de todo pero que no estudian lo que les gusta sino lo que creen que les va a dar un trabajo. No ponen pasión en lo que hacen y no puedes ser jardinero si no te gustan las flores.
P.- Usted, que suele dar charlas sobre Recursos Humanos y emprendimiento, ¿qué consejo les da?
R.- Les digo que no concibo un mundo en el que la gente no hable inglés, y más aún cuando existen tantas posibilidades de aprender idiomas. Seguimos siendo profesionales de boina. Los centros formativos deben fomentar la experiencia internacional. Necesitamos que la gente vaya al extranjero y regrese para aportarnos su conocimiento.
P.- Mujer y alta ejecutiva, la pregunta es obligada: ¿Ha tenido más dificultades que sus colegas hombres?
R.- Ser mujer es más difícil, por la parte emocional. Hay quien piensa que si apuestas por tu carrera lo antepones a tu responsabilidad familiar. Es un problema cultural. Para el hombre es más fácil, nosotras nos exigimos más. Yo he tenido ayuda por parte de toda la familia para cuidar de mis hijas, de 11 y 8 años y, aunque no tengo ratos libres, ellas han venido conmigo a trabajar, me han ayudado con el local… Es bueno que sepan lo que hago, que todos los hijos conozcan a qué se dedican sus padres cuando no pueden estar con ellos.
P.- Aunque no creo que tenga mucho tiempo para dedicarse a sí misma, ¿conserva alguna afición?
R.- Antes escribía relatos de fantasía pero ahora no tengo tiempo ni de leer, que es lo que más me gusta, además de ir al cine y de bailar zumba, lo único que me ayuda a desenchufar. De todas maneras, lo que más me gusta de la vida es vivirla. Hay una película titulada ‘About Time’ donde una familia puede hacer saltos en el tiempo para cambiar las cosas. Yo nunca lo haría. Me gusta disfrutar de lo bueno con pasión y aprender de las cosas tristes. Nos falta pasión y eso nos impide soñar. Si no luchas no es vida, el fracaso es la única forma de conseguir el éxito.