‘ME ENTUSIASMA PISAR LA OBRA’
P.- ¿Cómo decide fundar una empresa de alquiler de maquinaria y suministros para las obras?
R.- Había trabajado en empresas del sector de la construcción, como Plastidon y Gestinsa, donde aprendí mucho, y siempre me habían gustado los negocios y la gestión empresarial. Así que, cuando en 1993, me quedé sin trabajo, después de tener a mi primer hijo, aproveché la oportunidad de emprender en el mundo que mejor conocía. La idea también partió de mi hermano, con el que compartía las mismas inquietudes y que se dedicaba a los sistemas de automatización. Nos ayudó mucho mi padre, José Antonio Castellanos, que había sido número 1 en ventas de la distribuidora de suministro industrial Macc España y acumuló muchos premios por ser un gran comercial.
P.- ¿Se vio entonces obligada a emprender o siempre tuvo claro que era su camino?
R.- De adolescente ya soñaba con ser empresaria. Siempre lo tuve claro, porque me gustaba el emprendimiento y nunca quise encasillarme en un sitio. Me atraía la libertad para poder disponer de mi vida y desarrollarme profesionalmente, aunque pagues a cambio un precio muy alto. Soy una persona realista pero muy positiva. Tengo carácter pero es difícil verme baja de moral.
P. ¿Le ha facilitado las cosas el hecho de trabajar en una empresa familiar y con su hermano?
R.- Estar junto a mi padre y a mi hermano ha sido muy importante para gestionar la parte emocional del negocio y, además, hemos tenido mucha suerte con nuestras respectivas parejas. ¡De mi hermano que voy a decir: que le adoro! Nos sacamos sólo dos años y nos llevamos genial. A José Antonio todos le conocen por Chechu y es el alma de la calle. A los dos nos gustan mucho las obras y tenemos un carácter abierto. Su formación es de electrónica y electricidad y es un auténtico manitas que resuelve cualquier problema de las máquinas. Hacemos un gran equipo. No podría tener un compañero mejor y, aunque a veces discutimos, nunca nos enfadamos.
P. ¿Cómo recuerda aquellos primeros tiempos de la empresa, hace más de dos décadas?
R.- Contacté con amigos míos para que nos prestaran una furgoneta y un local. Mi padre y mi hermano se centraron en la parte técnica y comercial, mientras yo atendía la gestión y el papeleo, incluso los fines de semana. Al principio, me encargaba de comprar las materias primas y ellos mismos montaban los alargadores, focos, escaleras y cualquier otro suministro para la industria o la construcción. Con el tiempo, fuimos consiguiendo algo de liquidez y de financiación bancaria y nos trasladamos a nuestra primera nave, en el Polígono de Otero. A fuerza de trabajar se fue quedando pequeña y luego alquilamos otra en Heras y contratamos a más personas. Ya éramos ocho.
P. ¿Cuándo se instalaron en el Polígono de Candina, donde se encuentran actualmente?
R- Aquí vinimos en el año 2004 con lo que habíamos ido ahorrando. Los tres o cuatro primeros años resistimos muy bien pero a partir de 2009 nuestros clientes más fuertes empezaron a declararse en concurso de acreedores. Entonces tuvimos que aguantar el tirón a base de mucho esfuerzo y sacrificio. La gente se cree que cuando te has mantenido y no se habla de ti es porque estás forrado, no piensan que has hipotecado hasta tu casa para salvar lo que llevas trabajando toda tu vida.
P. ¿Han tenido algún producto por el que sean reconocidos en su sector?
R.- La clave de nuestra actividad siempre ha sido el alquiler de maquinaria, pero lo que nos ha dado mayor éxito y nos ha hecho diferentes es la colocación de líneas de vida. Somos muy serios en el cumplimiento de la normativa de seguridad y en los plazos, porque en la construcción es clave que todo esté programado y que los distintos oficios no se solapen. Si falla algo, se pierde mucha productividad.
P. ¿Por qué cree que han sobrevivido y no cayeron arrastrados por la crisis de la construcción como una ficha más del dominó?
R.- Por un lado, había diversificado la actividad, ya que hice un Master en Dirección de Negocios Inmobiliarios y durante unos años también me dediqué a realizar promociones inmobiliarias. Siempre he dicho que hay que poner los huevos en distintas cestas, no todos en la misma. Pero la clave es que procedemos de una familia trabajadora. En mi casa se comía lentejas y pan con mortadela, así que me adapto bien a cualquier situación. Un empresario debe tener siempre los pies en el suelo, y nosotros aprovechamos la oportunidad para crecer pero nunca se nos subió a la cabeza, por la educación que nos han dado nuestros padres.
P.- ¿Cuál fue el peor momento?
R.- En 2013 me cortaron la luz y el agua en casa porque no tenía liquidez. En muchos casos tratábamos de responder con nuestro patrimonio y siempre hemos dado la cara ante las entidades financieras para mantener nuestra credibilidad. Lo importante de los negocios son las personas, por eso lo peor ha sido tener que reajustar la plantilla, sentar a la gente para decirles que no podíamos mantenerles. A veces, los gerentes somos los malos de la película y decimos cosas que no nos gustan. Es como aplicar una ley salomónica en la que debemos elegir el mejor de los males.
P.- Afortunadamente, parece que la tormenta va amainando. ¿Perciben alguna mejora?
R.- Ahora nos mantenemos pero todavía está todo bastante estancado. La crisis del sistema financiero ha sido muy importante y sin liquidez no se puede emprender nada. La economía española se basaba mucho en la construcción y hemos pasado del mucho al nada. Ahora no hay equilibrio y, al no existir apenas contratación, porque el dinero se ha acabado, estamos todos un poco parados… los organismos privados y los públicos.
P.- Hablemos entonces de cosas positivas. Habrá vivido experiencias felices al frente de Cas-per.
R.- Tengo que decir que muchas, porque la obra me entusiasma. ¡Hasta cuando llueve me pongo el casco! Y me subo al andamio, aunque vaya en traje de chaqueta y tenga que ponerme el chubasquero y las katiuskas. En ese sentido, he vivido anécdotas muy divertidas, porque he visitado las obras incluso embarazada de nueve meses. Por otra parte, siempre nos ha gustado organizar caterings con clientes para disfrutar del trabajo. Para promocionar la empresa, una vez llegamos a traer un coche de Fórmula 1.
P.- ¿Y cuál es el mejor recuerdo que guarda de estos años?
R.- En el 2009, muchos clientes venían a la nave y nos contaban sus penas. Aquí se montaba una especie de despacho psicológico en el que pasábamos muchas horas. Tantas, que necesitábamos una salida para poder cortar un poco con el trabajo y distraernos. Ese fue el origen de la cafetería Avenida de Candina, que abrimos junto a la nave y que supone un ejemplo de cómo de una situación complicadísima puede surgir un negocio. Mi hermano se apostaba con el coche de madrugada para preparar una memoria que demostrara que la cafetería tenía futuro. Y lo tuvo; se crearon tres puestos de trabajo fijos y siguen las mismas personas que al principio. Esto nos llevó a reflexionar sobre lo importante que es ser optimista y pensar en positivo.
P. Veo que es usted una mujer de armas tomar… ¿Es imprescindible serlo en un mundo tan masculino como el de la obra?
R.- La verdad es que me ha costado que me valoren, hacerme un hueco en un mundo que es mayoritariamente de hombres. Pero en mi casa es lo contrario, mi familia es un matriarcado (ríe). Mi abuela, mi madre, que tuvo cuatro hijos y trabajaba fuera de casa, y yo que tengo tres, de 22, 18 y 17 años. ¡Todas muy mandonas! Yo tuve a mi hijo un jueves y el martes ya estaba trabajando. Monté una especie de oficina en el hospital y trabajaba con el ordenador mientras daba el pecho a los niños. Lo que es muy importante es conseguir la conciliación familiar.
P. ¿Tiene otras aficiones además de ir a la obra?
R.- Me gusta mucho jugar al pádel y no puedo pasarme un día sin andar. Últimamente también tengo mucha afición por el balonmano. Mi hijo juega en la Liga Asobal y voy a verle a todos los partidos. A él y a mi hijo pequeño, que acaba de abandonar el fútbol y también se ha cambiado al balonmano. Entre eso y que mi hija juega al rugby, me paso los fines de semana viendo deporte en familia.