‘HAY QUE APRENDER INGLÉS COMO SI FUERA NUESTRA LENGUA MATERNA’

P.- ¿Siempre se sintió atraída por los idiomas o le hubiera dado igual emprender en cualquier otro sector?
R.- Siempre he dado mucha importancia al inglés y, sobre todo, comparto esa frustración que tenemos muchos padres sobre la enseñanza de idiomas y no quería que a mis hijos les ocurriera lo mismo. Pero, lo que siempre he tenido es la idea de montar una empresa, lo que no sabía era de qué. Estudié Administración y Dirección de Empresas y después de 12 años en Cataluña Caixa empezaron los tiempos convulsos para la banca, las fusiones y los procesos de bajas voluntarias. A mí no me correspondía pero la solicité para poder emprender. Por las noches dedicaba horas a mirar en Google negocios que me parecieran interesantes y, al tiempo, buscaba los mejores métodos de aprendizaje de inglés para mis hijos. Todo cobró sentido en Kids&Us porque se unían ambas necesidades.

P.- ¿Le costó convertirse en su propia jefa?
R.- No, la verdad es que nunca me ha dado miedo emprender. La inquietud me viene de familia porque todos son empresarios autónomos del sector de la hostelería y la alimentación, aunque en mi entorno veían arriesgado que me lanzara al autoempleo, porque ya tenía tres hijos, un salario fijo y un horario de ocho a tres.

P.- ¿Qué fue lo que realmente le convenció?
R.- Yo soy de las que piensa que si algo no funciona hay que buscar algo diferente porque si haces lo mismo, sale lo mismo. Recuerdo que cuando llamé a las oficinas de Kids&Us para informarme me cogió el teléfono la propia fundadora, Natalia Perarnau, una catalana que había estudiado filología inglesa y que tenía una academia tradicional en Manresa. Lo que me contó me pareció muy interesante, porque había desarrollado el método desde su propia experiencia, la de una madre que fue comprobando grandes avances en su hija (que ahora tiene 15 años) cuando le hablaba todos los días en inglés a la hora del baño.

P.- ¿Usted fue pionera en confiar en su método?
R.- Cuando lo conocí apenas había 80 centros en toda España y hoy son más de 200, con 65.000 niños estudiando y un plan de expansión internacional que les ha llevado hasta Bélgica, Méjico o Italia. Yo ya llevo cinco años y he pertenecido al consejo de franquiciados, para el que seleccionan a centros que hayan tenido experiencias de éxito para que las compartan con los demás.

P.- Antes ha dicho que la enseñanza del inglés sigue sin funcionar. ¿Por qué?
R.- Empezamos a estudiar inglés tarde y con libros. Poco a poco, se están dando pequeños pasos, como adelantar la edad de comienzo del aprendizaje o incorporar auxiliares de conversación en los colegios, pero no acaban de dar con la fórmula exacta, que no es otra que aprovechar las edades tempranas y estudiar inglés como si fuera nuestra lengua materna. Eso se traduce en escuchar primero; entender después; luego, empezar a hablar; y finalmente leer y escribir. El problema es que le damos la vuelta al orden natural. Cuando hayamos escuchado y entendido mucho ya discerniremos si se escribe distinto a cómo se pronuncia. Nuestros alumnos, cuando empiezan con la lectoescritura, cometen errores de ortografía porque no leen table (mesa) sino téibol.

P.- Cuando abrió su primer centro en la región, ¿encontró la respuesta que esperaba?
R.- Fueron comienzos duros pero llenos de ilusión. Al principio seguía trabajando en el banco y dedicaba las tardes y noches al proyecto, con ayuda de mi marido. Dábamos charlas y hacíamos de todo, hasta repartir folletos… Pero enseguida tuvo muy buena acogida. Ya el primer año, el curso 2011-2012, la gente nos demostró su confianza, a pesar de que no nos conocían y solo podíamos contarles la experiencia de otros centros. Comencé seleccionando a la directora, Rosalía, y a las tres primeras profesoras. Este año ya seremos 16.

P.- Del primer centro en el Sardinero pasaron a otro más en Valliciergo y ahora vuelven a ampliar. ¿Qué les animó a expandirse?
R.- Es verdad que en cinco años hemos hecho tres inversiones muy importantes. En el curso 2013-2014, decidimos abrir otra escuela para dar cobertura al centro de la ciudad y para cerrar el tema de la exclusividad. ¡Habíamos puesto tanto esfuerzo y creíamos tanto en el proyecto que queríamos llegar al máximo de niños! Ahora, estamos obligados a crecer si queremos dar un buen servicio. Solo con las plazas que nos han pedido hermanos de alumnos actuales ya no entramos y los niños van creciendo y ocupando más espacio, porque nuestro proyecto es a largo plazo.

P.- Supongo que los resultados de su método no se ven de la noche a la mañana…
R.- Desde el punto de vista pedagógico, matricularse sólo un año no tiene mucho sentido, porque la metodología está orientada a la continuidad. Los niños van aprendiendo como si se tratase de un ovillo de lana, reforzando y ampliando lo anterior. Lo que nosotros perseguimos es que en torno a los 18 años alcancen un nivel C2, la mayor competencia lingüística actual (según las titulaciones de Cambridge) y muy superior al B2, el nivel exigido a los universitarios al acabar la carrera o a los profesores de los colegios bilingües.

P.- Enseñan a niños desde los 12 meses. ¿Lo de esos padres no es una cuestión de fe?
R.- (Ríe) Curiosamente, los padres de los niños de un año son nuestros mejores prescriptores, porque acuden con ellos a clase y comprueban en primera persona los progresos que hacen. Ahora, ya podemos ver resultados en los niños con los que empezamos, que están en 5º y 6º de Primaria, y en un grupo de chicos más mayores que acogimos a modo de experiencia piloto y que ya han alcanzado el nivel suficiente para entrar en institutos bilingües. Para empezar con el método, sólo aceptamos a niños de hasta 7 años, porque la clave es empezar a una edad temprana pero después pueden continuar hasta los 18. Está comprobado que los que ya han aprendido con una metodología tradicional no evolucionan igual.

P.- Sus precios están por encima de la media… ¿Cómo se explica que los niños sólo acudan a clase una vez por semana?
R.- Es verdad que estamos en un parámetro de precio más alto que la media porque perseguimos la calidad por encima de la cantidad, pero nuestra hora no puede compararse con una extraescolar de inglés porque contamos con un equipo pedagógico en constante formación, unas magníficas guías didácticas, informes trimestrales personalizados y, sobre todo, tenemos la receta del pastel, para estrujar esa hora de acuerdo a un plan de objetivos por el que los profesores saben lo que deben hacer en cada minuto. De hecho, son auditados y valoran diariamente a cada alumno. Además, tampoco es una hora de clase; el método implica una inmersión diaria en el idioma mediante la escucha en casa de un CD de unos 15 minutos de duración que habla sobre personajes que tienen la edad de los niños y vivencias parecidas a las suyas. No podemos enseñarles inglés hablando de los romanos.

P.- Para poder seguir su sistema, los padres deben implicarse mucho en el aprendizaje. ¿Eso les ha quitado muchas matrículas?
R.- Seguramente, alguno no haya querido apuntarse por eso. De hecho, siempre concertamos una cita previa para explicarles que la enseñanza no se reduce a las paredes del aula sino que continúa con la escucha del CD en casa. No obstante, el 90% demuestra un compromiso muy alto y la mejor demostración es que tenemos un índice de abandono muy bajo. Hay padres que están dispuestos a desplazarse desde Torrelavega, Cabezón de la Sal o Somo para traer a sus hijos a clase y algunos son filólogos o profesores de inglés. La clave es conseguir motivar a los niños y darles confianza para que quieran aprender más.

P.- Y usted, ¿dónde encuentra la motivación?
R.- Soy una persona muy inquieta y siempre estoy investigando, porque me gusta lo nuevo, probar cosas distintas para mí y para mis hijos… Tuve tres en tres años y medio, así que entre el trabajo y atenderlos nunca he tenido tiempo para casi nada. Cuando lo tengo, lo aprovecho para ir a la montaña y esquiar, un deporte que me permite desconectar.
Patricia San Vicente

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