‘La honestidad es la base de un empresario’

P.- En su vida parece difícil separar la parte profesional de la personal.
R.- Empecé muy joven, lo mismo que mis hermanos Cándido y Ramón, y mi pareja ya me conoció trabajando, incluso más que ahora, porque estaba en el mundo de la hostelería. Los que me rodean saben que soy una mujer sin horarios y a la que le suena mucho el teléfono…

P.- Entonces ¿disfruta ahora de mayor calidad de vida a pesar de tener una empresa más grande y mayores responsabilidades en ella?
R.- Lo que ocurre es que antes trabajaba como camarera y recepcionista y, en algunas fechas como la Navidad, me daban las cinco de la mañana trabajando. Ahora tengo un horario más fácil y algún fin de semana libre para viajar o simplemente para disfrutar de mi tiempo.

P.- La Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria ha destacado su vocación. ¿Siempre tuvo claro a qué quería dedicarse?
R.- Como teníamos una tienda de ultramarinos, mi madre me encargaba atender a la gente, mientras ella aprovechaba para hacer las cosas de la casa. Entonces no sabía lo que quería ser de mayor, pero sí estaba convencida de que no quería hacer, y era estar detrás del mostrador. Lo curioso es que, con el tiempo, lo que más me ha gustado de mi profesión ha sido el contacto directo con los clientes, la atención al público… algo que me ha permitido el sector de la hostelería. Siempre he disfrutado mucho de mi trabajo.

P.- De usted también han destacado su versatilidad para adaptarse a las nuevas circunstancias…
R.- Me ha halagado mucho que destacaran de mí la versatilidad, aunque me siento un poco pequeña para todo lo que se ha dicho. Delicatessen La Ermita es una empresa versátil porque hemos sabido dar el paso desde el sector servicios a la industria y porque no conozco otra compañía que fabrique productos tan dispares: platos cocinados, yogures, membrillo, delicatessen de limón patentadas…

P.- ¿Cree que la versatilidad es propia de su condición femenina?
R.- Todos tenemos unas cualidades que nos definen pero no creo que se reduzca a una cuestión de sexos. Además, el mérito no es mío sino de todos los hermanos y de nuestros trabajadores, porque lo mejor que tenemos en nuestra empresa es el capital humano.

P.- Que también se ha ido ampliando mucho…
R.- En el año 89 empezamos mi madre, mi tía y alguna prima en San Pedro de Rudagüera. En total éramos 11 trabajadores. Ya en 1993, cuando abrimos el restaurante en Puente San Miguel, pasamos a ser 23, aunque los empleados se iban rotando, porque abríamos desde las siete de la mañana hasta la noche. Y actualmente somos 70. La propia organización de la fábrica ya se hizo pensando en hacernos más grandes.

P.- ¿Se sorprende de la evolución que ha vivido su empresa, desde aquella hostería hasta la industria que es hoy La Ermita?
R.- No ha sido un cambio repentino. Hemos ido viendo el crecimiento de forma progresiva, como resultado del trabajo diario, por eso no tengo esa sensación. El salto importante ha sido en esta última etapa, al pasar del sector hostelero a la industria.

P.- ¿Qué valor podía diferenciar sus productos en un mercado tan competido como el de la alimentación?
R.- Antes de construir la fábrica, estudiamos mucho dónde podíamos encajar y vimos que faltaba alimentación cocinada sin conservantes ni aditivos. Productos con olores y sabores como los de casa. Empezamos a visitar empresas de alimentación y vimos que ninguna de ellas se centraba en la cocina. Nosotros éramos cocineros y conocíamos bien cuál debía ser el resultado final de cada plato. Ésa era nuestra ventaja y, en ese sentido, creo que fuimos pioneros. Ahora el mercado de las delicatessen ha crecido mucho y la gente tiene más cultura gastronómica y eso nos ayuda.

P.- ¿Cuál ha sido su secreto para seguir creciendo durante la crisis?
R.- Siempre hemos intentado buscar alternativas para vender más y sacar al mercado más productos, y así no sólo nos hemos mantenido sino que hemos crecido algo. Ahora mismo tenemos grandes proyectos que todavía no se pueden contar, pero que pondremos en marcha antes de que acabe el año.

P.- Hace dos años lanzaron las tiendas La Casa del Yogurt, que ya tiene más de una docena de establecimientos. ¿Por qué decidieron vender directamente sus productos?
R.- Fue una apuesta pensando en llegar al consumidor. El contacto directo con el cliente es la mejor forma de saber qué es lo que quiere. Elegimos Vizcaya para hacer la primera prueba por la proximidad y porque allí no nos conocían, así que era más objetiva. Tuvimos muy buena aceptación y ahora contamos con 15 tiendas, diez propias y otras cinco de autónomos, situadas en Vizcaya, Valladolid, Palencia, Burgos y Cantabria. El 80% de los productos que vendemos son nuestros y también se hornea pan y bollería y tienen una máquina expendedora de leche fresca.

P.- ¿Fueron duros sus inicios?
R.- Recuerdo como si fuera hoy cuando nos dirigimos a un banco en el año 1998 para pedir un préstamo. Queríamos arreglar la casa para montar el restaurante. Era una mañana lluviosa y salimos de allí con la sensación de que nos habían llamado caraduras (ríe). Y eso que pedimos menos dinero de lo que necesitábamos. Al rato visitamos otra oficina bancaria y nos pasó algo parecido. Lo curioso es que luego esa persona que no vio claro nuestro proyecto ha sido cliente nuestro durante muchos años.

P.- El negocio lo iniciaron con sus padres. ¿Qué aprendieron de ellos?
R.- Fueron los que nos ayudaron. A finales de los ochenta había poco trabajo y creyeron mucho en nosotros. Ellos siempre habían sido muy serios en los pagos, algo que a la larga nos benefició a nosotros porque, en los comienzos, esos mismos proveedores a los que habían atendido bien nos echaron una mano. Para ser empresario hay que tener un punto de optimismo pero, sobre todo, honradez, para que la empresa dure. Para mí ésa es la base y el aprendizaje constante de tus clientes y de mucha gente buena que hemos tenido cerca y que nos ha trasmitido su experiencia.

P.- ¿Qué hace cuando no está en la fábrica?
R.- Aunque paso mucho tiempo allí, disfruto mucho de las cosas pequeñas. Leer, pasear por la playa… Para mí ya es suficiente con poder estar con mi familia y que haya armonía.

P.- Antes me ha parecido que se emocionaba al referirse al Premio de Empresaria del Año. ¿Qué sintió al saber que era la ganadora?
R.- Lo más importante del Premio es que he sentido el cariño de gente que nos conoce de toda la vida y se acuerda de cuando empezamos. En hostelería teníamos muchos clientes que llegaron a ser amigos y me emociona que se hayan preocupado de localizarme para transmitirme su afecto.

P.- Hágame una confesión, ¿qué tal cocina?
R.- Tengo que reconocer que no me gusta cocinar. Domino la teoría y sé explicar cómo se elabora un plato pero me gusta mucho más el contacto con la gente.

P.- Eso le convierte en potencial cliente de las recetas tradicionales de Delicatessen La Ermita…
R.- (Ríe). Suelo cenar queso fresco y yogur con mermefruta, un producto nuestro que tiene mucha fruta y poco azúcar y que está buenísimo.

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