’El traje debe sentar como un guante’
P.- Pocas cosas son tan santanderinas como llevar un traje de Luis Alonso. Sin embargo, su DNI dice que no es de aquí…
R.- En realidad soy de Palencia, aunque desde pequeño veraneaba en Santander. Cuando era estudiante de Arquitectura en Valladolid, mis tres amigos íntimos eran de aquí. Como no lograba aprobar, me acabé marchando a Madrid y después me convencieron para que fijara mi residencia en Santander, porque había un sitio para mí.
P.- ¿Por entonces ya hacía esos trajes de mujer que tanta fama le han dado?
R.- Mi primer contacto con el mundo de la moda fue en un pueblo de Segovia, al que me trasladé para trabajar como fotógrafo. La madre de uno de mis amigos era una señora con mucho gusto, que cosía para Pedro del Hierro. Empecé a fijarme en cómo trabajaba y le pedía que me hiciera vaqueros de tres colores… Eran los años de la movida madrileña.
P.- ¿Lo suyo fue llegar y besar el santo?
R.- Llegué con una pequeña máquina de coser y empecé haciendo camisas de caballero y algo para mujer. Todo lo hacía yo; confeccionaba el patrón, lo cortaba, lo cosía… El taller estaba en mi casa de Tantín y la ropa era para mis amistades. El negocio no se fue ampliando hasta que cambié de casa y me fui a Daoíz y Velarde, donde también instalé mi taller. A partir de entonces me dediqué por completo a la ropa de mujer.
P.- También se le conoce por hacer ropa a medida…
R.- Es que es mi punto fuerte. Esa siempre ha sido la base de mi trabajo. Y una colección pret a porter que vendía también en Burgos o Valladolid. A partir de la grave crisis que sufrió la moda a principios de los 90, dejé de sacar al mercado esas pequeñas colecciones pero nunca he renunciado a hacerlas, aunque sea para verlas en los escaparates o venderlas tipo outlet en los eventos que organizo.
P.- Usted ha promovido algunos de los desfiles de moda más originales que se han hecho en esta tierra…
R.- Sí, no me hubiera importado dedicarme a organizar eventos especiales o cenas temáticas en restaurantes, porque todo lo creativo, me atrae. He celebrado fiestas, charlas de moda y desfiles para sacarle el mayor partido a espacios tan insólitos como un garaje, las Pedreñeras o salas como el Rocambole. Hasta hice uno en el muelle de carga del Palacio de Festivales…
P.- Al mal tiempo buena cara, y eso que la crisis se ha cebado con sus sector, ¿no?
R.- He vivido distintas etapas pero siempre he logrado ir hacia delante gracias a la buena suerte que he tenido con las señoras que han formado parte de mi equipo durante estos años. Buenas profesionales y mejores personas que han sabido arrimar el hombro en momentos clave, como el actual.
P.- ¿Qué es más difícil, tratar con la clientela o tener a tiempo un encargo?
R.- El trabajo genera mucha tensión, pero la clientela suele ser muy agradecida y muchas clientas me llaman para contarme lo bien que se han sentido en momentos muy importantes de su vida. La exigencia no me importa porque son las que pagan y el trabajo ha de estar bien hecho. Lo que no me gusta es que me encarguen algo que no va con mi estilo o que no haya feeling con la clienta respecto a mi forma de ver la moda. Pero eso ocurre pocas veces y, si es así, prefiero que se lo encarguen a otro.
P.- ¿Cómo definiría su estilo?
R.- Clásico pero revisionado. Hago una ropa que no se pasa de moda en unos años pero estoy muy pendiente de las últimas tendencias y de lo que han cambiado las mujeres. Hoy quieren vestir más cómodas, no aguantan estar toda la noche sin quitarse la chaqueta, como ocurría antes…
P.- ¿Y su moda sigue encajando con la gente joven?
R.- Es verdad que el tipo de clientas que vienen a hacerse cinco o seis trajes de una vez para toda la temporada tiende a extinguirse. A la gente joven le gusta mucho cambiar y comprar en tiendas mientras que las personas mayores conservan ese deseo de hacerse algo para ellas y lo que yo hago es artesanal, casi de alta costura. Aquí las máquinas de coser no se oyen, se hace a mano.
P.- Cada vez hay más gente que reivindica trabajos artesanales como el suyo.
R.- Es importante, para que oficios como el de los modistas, patronistas, bordadores, costureras no se pierdan. La prisa no va con este trabajo, porque nos pasamos horas y horas elaborando laboriosísimos vestidos de organza, cosiendo plumas una a una… El traje tiene que sentar como un guante.
P.- ¿Quién se ha ido de su taller con esa sensación de haber nacido para llevar el vestido que se está probando?
R.- He vivido momentos de mucha emoción, como ver a hijos llorando al contemplar vestidas a sus madres o a novias ilusionadas después de haberme hecho un encargo muy especial para ellas. Pero, para mí, todas las clientas son importantes, desde una enfermera que quiere ponerse muy guapa porque se casa su hijo hasta una vecina que lleva toda la vida pasando al lado del taller y piensa que algún día se hará un traje. Por supuesto, también hay gente de dinero que me encarga la ropa de calle y he vestido a muchas mujeres de la política cántabra, entre ellas las esposas de los expresidentes Revilla o Sieso y a bastantes consejeras.
P.- Ahora, mucha gente joven, cuando tiene un evento, consulta en las revistas o blogueros de moda de internet.
R.- Las revistas informan pero no educan, y llevan a la gente por donde quieren, en función de compromisos con sus anunciantes. Y los blogueros están bien, en tanto permiten descubrir la moda que está en la calle, porque la otra ya la vemos en las pasarelas. Algunos son más interesantes que otros.
P.- ¿Dónde obtiene usted la inspiración?
R.- Me gusta Balenciaga, Dior, Ives Saint Lauren, Halston… Pero también me inspiro en las películas antiguas de cine negro, en las heroínas de la literatura e, incluso, en la música disco cuando tengo que hacer ropa de noche para gente joven.
P.- Me imagino que a estas alturas no estará dispuesto a renunciar a lo que le caracteriza para vender más ropa…
R.- Yo no puedo reciclarme en hacer ropa más barata ni de peor calidad, ni puedo hacer menos pruebas de un traje a una clienta, ni dedicarle menos horas a un trabajo… El buen hacer lleva su tiempo.