ISABEL VEGA, DIRECTORA DE MARISMA WELLNESS CENTER
P.- ¿Cómo empieza la historia de Marisma?
R.- Llevamos doce años funcionando pero la idea viene de diez años antes. Mi padre, Ramón Vega, creía que faltaban zonas acuáticas en Santander. Barajó muchos emplazamientos para instalarse, entre ellos Monte y la calle Castilla, y acabamos en estos terrenos en los que Hormaechea ya pensó en su día construir unas piscinas municipales. Fuimos los únicos en presentarnos al concurso público y logramos la concesión.
P.- ¿Su familia tenía alguna relación con el mundo del deporte?
R.- No, proceden de la quesería-vaquería. Mi padre emigró a México y sigue teniendo dos fábricas (Cremerías Texcoco Covadonga). También fundó la discoteca El Casino, en Solares. Desde que era muy joven ha sido un empresario nato y, aunque se lamenta de no haber tenido estudios, ha hecho un carrerón en muchas cosas.
P.- ¿Por qué decidió usted tomar las riendas del negocio familiar?
R.- Cuando mis padres abrieron el club, en el año 2000, contrataron a un gerente pero la cosa no acabó de cuajar y surgió lo mío. Por entonces yo, que soy licenciada en Ciencias Químicas y siempre he tenido mucho interés por el medio ambiente, estaba trabajando en una fábrica de La Coruña pero me hacía ilusión volver a casa y el proyecto en sí. Trabajar con un equipo joven y en una empresa vinculada a la actividad física era más dinámico y creativo que hacerlo en el sector industrial con gente de edad mas avanzada. Era un súper reto y sigue siéndolo porque ningún día es igual que otro y eso te obliga a ponerte las pilas de forma permanente.
P.- ¿Le costó adaptarse a una actividad tan distinta?
R.- Partía con la suerte de que Marisma tuvo mucho éxito desde el principio y a partir de ahí, me he esforzado por seguir en la cresta de la ola. No me gusta hablar de mantenernos sino de crecer, porque siempre hemos sido muy proactivos para intentar sorprender a los clientes y seguir ilusionando a la gente que ya está dentro.
P.- ¿A qué cree que se debió esa buena acogida?
R.- A las dimensiones, porque eran unas instalaciones de 5.000 m2 en una región donde la gente estaba acostumbrada a gimnasios pequeños. También por la zona acuática, que entonces era la más grande de España, con cuatro piscinas que permiten disfrutar tanto al que quiere mejorar su rendimiento deportivo como a un bebé.
P.- ¿Aumenta el número de socios?
R.- No se trata tanto de la gente nueva que se ha apuntado en estos años sino de la fidelidad de los socios, que es del 80%. Lo que sí ha crecido mucho son las actividades que ofrecemos. Actualmente tenemos 250 diferentes con un nivel de uso del 75%.
P.- ¿Y eso no provoca problemas de espacio en las horas de máxima afluencia?
R.- Al principio, nuestro cuello de botella fueron los vestuarios, porque los horarios estaban muy marcados y la mayoría de clientes venía a última hora de la tarde. Pero todo cambió cuando ampliamos el centro en 2009 y se construyeron dos vestuarios más. También ganamos metros para actividades dirigidas, en el gimnasio, en la parte infantil y juvenil… y en el aparcamiento.
P.- Los gimnasios y centros deportivos tienen muchos socios que se apuntan a principio de año y luego no vuelven…
R.- Dicen que son nuestros mejores clientes pero no es verdad. Los mejores son los que usan las instalaciones, porque los otros se acaban dando de baja. Algunos no venían cuando pagaban una cuota individual pero regresan después de casarse y tener hijos, porque es un club muy familiar. El día que hace malo, las piscinas se llenan.
P.- Entre 250 actividades diferentes habrá algunas muy singulares…
R.- Solemos incorporar nuevas tendencias, como el Zumba, y hemos sido pioneros en actividades como la natación sincronizada o la esgrima. También tenemos equipo de salvamento y socorrismo y hemos creado una actividad única de baile coreografiado, ‘Marisma Dance’.
P.- ¿Influye en el centro la reducción de gastos de las familias?
R.- Los que ya son socios gastan menos dentro del club y los nuevos no se animan a empezar. Las altas se producen con cuentagotas pero el número de bajas no ha crecido. El ejercicio es vital para la sociedad porque cada euro invertido en actividad física representa un ahorro de 2,9 euros en sanidad y farmacia.
P.- ¿Ha ganado protagonismo el deporte en nuestra vida diaria?
R.- La mentalidad ha cambiado, no ya hacia el deporte sino hacia la actividad física en genera. Es bonito ver cómo personas que nunca han hecho ejercicio empiezan a sentirse mejor, a tener más bienestar.
P.- ¿Y qué acabará pesando más: el deseo de conservar la salud o el bolsillo?
R.- Espero que al final acabe venciendo el ejercicio. De hecho, nuestro sector debería tener desgravaciones o alguna otra ventaja para motivar a la gente a hacer alguna actividad física, ya que se ha comprobado que las empresas se ahorran dinero en bajas, se reduce el absentismo y las personas son más productivas.
P.-¿Cuál cree que ha sido el mayor acierto del club en estos años?
R.- Vincularnos al mundo de la salud e incluir un médico y un programa propio con el que la gente está encantada. Se les realiza un reconocimiento médico anual y acceden a gimnasia o natación terapéutica para la recuperación de dolores o patologías crónicas. Gracias al ejercicio, hemos tenido alguna persona que ha logrado reducir la fuerte medicación que tomaba después de un accidente y muchos pacientes neurológicos se van recuperando tras su paso por fisioterapia.
P.- ¿Y su mejor recuerdo?
R.- Uno de los momentos más emotivos fue cuando inauguramos la ampliación. Nuestros profesionales crearon un espectáculo titulado ‘Sentido y sensibilidad’ y a la gente le gustó muchísimo. Fue una presentación alejada de formalidades y con una carga creativa increíble. Se respiraba energía en el ambiente.
P.- Le habrá ocurrido algo divertido en estos años…
R.- Cuando pusimos la sauna masculina mixta, entraron dos chicas nórdicas y preguntaron a los que estaban dentro si les importaba que se desnudaran porque así era como tomaban la sauna en su país. En seguida se corrió la voz y empezó tal trasiego que tuvimos que ir a ver qué pasaba.