El verano de Cantabria

En agosto había en la región 1,4 millones de personas, dos veces y media la población ordinaria

Hace solo un año, el 85% de ocupación media durante el verano hubiera resultado decepcionante para los hosteleros, que siempre aspiran al lleno completo. Este año les hace estar exultantes. Hay dos motivos: que ninguna comunidad lo ha conseguido y el haber disipado el susto, porque temían una auténtica catástrofe. Cantabria ha consolidado una etiqueta que va a tener mucho valor a partir de ahora: es un destino tranquilo y seguro, así que los hosteleros también tienen la sensación de haber sembrado para el futuro, pero eso no quiere decir que todos estén igual de satisfechos. Han funcionado muy bien los restaurantes y los hoteles y casonas rurales, no tanto los grandes hoteles urbanos, que han echado de menos los grandes eventos y bodas, y está muerta la noche.


El verano de 2020 pasará a la historia como el más atípico en tiempos de paz, siempre que aparezca una vacuna y no se repitan las mismas circunstancias en 2021. El sol ha seguido saliendo todos los días. La temperatura ha sido tan amable como otros años y las olas han ofrecido el agua del mar a los bañistas con la misma cadencia. Todo lo demás parecía haberse puesto patas arriba en España, tanto que Cantabria tuvo en junio el doble de turistas que las siete Islas Canarias juntas y casi tantos como Baleares, cuando lo habitual en ese mes es que la relación sea de siete a uno y de once a uno, a favor de las comunidades isleñas, evidentemente.

Era un simple espejismo estadístico, porque los hoteles de la región apenas habían alojado a 30.000 visitantes, una cantidad ridícula para lo que es habitual, pero la comparación invitaba a fantasear porque a quienes reciben casi todos los turistas por vía aérea les fue mucho peor, ya que la mayoría de los vuelos fueron suspendidos.

Muchos establecimientos hosteleros de la región ni siquiera abrieron ese mes de junio, agobiados por la incertidumbre y por las restricciones de clientela que les fueron impuestas. Para ellos, la temporada se decidía en julio y agosto, los dos meses que tradicionalmente llenan las cajas de la hostelería y permiten subsistir el resto del año. La fortuna volvió a sonreirle a Cantabria. A pesar de los rebrotes (o quizá por tenerlos más moderados que otras comunidades) la clientela nacional ha mostrado una enorme fidelidad y aunque el turismo extranjero cayó a la mitad, su escaso peso tradicional ha permitido que los niveles de ocupación de los hoteles superase el 90%, la tasa más alta de todo el país, junto a la de Asturias.

Las terrazas han sido la salvación de los hosteleros. Aunque la barra no haya funcionado bien, en muchas zonas de costa les ha permitido facturar hasta un 30% más que otros veranos. FOTO: RAMIRO SILVESTRE

En agosto, los hosteleros, que habitualmente son poco dados a la satisfacción, creen que los ratios de ocupación han sido aún más altos, por lo que, de nuevo, Cantabria ha podido encabezado los niveles nacionales.

El interior y las segundas residencias, llenos

Esta vez ni siquiera han quedado atrás los establecimientos de interior, que nunca llegan a los porcentajes de la costa. Ha sido muy difícil encontrar una habitación en un establecimiento rural, del tipo que fuese, a pesar de que han aprovechado la altísima demanda para subir las tarifas.

El Gobierno de Cantabria calculaba que en la tercera semana de agosto, cuando la ocupación ya empieza a bajar aún había en la comunidad 1,4 millones de personas, es decir, donde veces y media la población ordinaria. Ayuntamientos como Ribamontán al Mar han tenido ocupaciones históricas, y en general todos aquellos en los que hay una alta densidad de segundas residencias. En urbanizaciones a pie de playa como la de Feygon del Sardinero, donde buena parte de los más de 300 propietarios viven en Madrid y bastantes de ellos había perdido la costumbre de acudir, este verano ha resultado prácticamente imposible conseguir un alquilar. Las dificultades para salir al extranjero han hecho que todos ellos recuperasen el interés por pasar el verano en Cantabria.

En Comillas, Suances, Laredo o Castro Urdiales han subido los alquileres, mientras bajan en toda España, como consecuencia de la escasa demanda. En Somoboo, junto a la ría de Cubas, se han alquilado villas por 700 euros al día y, aún es septiembre siguen ofertándose chalets con seis o más habitaciones a cerca de 2.000 euros la noche en el entorno de Comillas o de Castro Urdiales-Laredo.

Los turistas se han sentido seguros

La presidenta del Santander, que ha pasado el verano en su casa de Carriazo, no ha dejado de subir información sobre sus excursiones por la región. En la foto, con el director y copropietario del Hotel Olimpo, de Isla, José Ramón Ortiz, donde además de cenar visitó el huerto ecológico que tiene el establecimiento.

Sin duda, ha sido el verano de Cantabria, que ha conservado sus visitantes tradicionales, ha recuperado a algunos que dejaron de venir y ha atraído otros nuevos. Son estos últimos los que crean más expectativas, porque su experiencia ha sido buena y la hostelería confía en conservarlos para el futuro. Cantabria, a pesar de no haber podido ofrecer muchos de sus atractivos veraniegos, por las restricciones sanitarias, ha brindado un destino en el que los visitantes se sentían seguros, al menos hasta que la evolución de la enfermedad ha llevado a confinar Santoña y el barrio torrelaveguense de La Inmobiliaria en septiembre, un golpe que el sector puede acusar en el último tramo de la temporada. No obstante, la campaña ya estaba salvada y muchos hosteleros creen que la sensación que quedará en el recuerdo de los turistas es de seguridad.

Quienes no han podido recuperarse son los empresarios del ocio nocturno, para quienes las restricciones apenas les permiten trabajar. Sus circunstancias son muy específicas y, una vez perdida la mejor temporada del año, muchos de ellos podrían verse obligados a cerrar.

Los visitantes remolonean con el retorno

La altísima ocupación de las segundas residencias ha continuado, aunque con tasas menos elevadas, en septiembre. Como ocurrió durante el confinamiento, son muchos los madrileños que han tratado de mantener su actividad profesional a través del teletrabajo y han buscado la manera de hacerlo desde Cantabria. No siempre es posible. Muchas empresas que aún mantienen a sus empleados en régimen de teletrabajo les han exigido que a partir del 1 de septiembre se encuentren físicamente en su residencia habitual. Los malos datos sanitarios de la capital del país hacen que algunos de ellos hayan tratado de negociar con sus empresas esta exigencia para poder permanecer en Cantabria.

Quienes no necesitan negociar son los muchos ejecutivos de primer nivel y empresarios que están veraneando en la región, porque son ellos son los que deciden. Cantabria ha estado cuajada de VIPS este verano, empezando por la presidenta del Santander, Ana Botín, que ya lo anunció en junio en un vídeo grabado con el aventurero leonés Jesús Calleja. No solo lo ha cumplido sino que ha dejado constancia en las redes sociales de sus muchas excursiones por la región, como las visitas a Valderredible o  a Isla. No lejos de su casa de Carriazo, se encontraban otros empresarios, como Rita Figueroa, propietaria del catering Aldovea; Paola de Herrera Soriana, que dirige la organizadora de eventos A-Típica y es nieta del fundador de Cervezas San Miguel y las Aerolíneas Filipinas; Guillermo Fierro, nieto del fundador de esta saga empresarial y bancaria, casado con Lucrecia Botín, copropietaria de la productora Morena Films; Luis del Rivero, fundador de Sacyr; los Bergareche; Jaime Castellanos, presidente en España de Lazard; los Lamo de Espinosa o los Cavero. Todos ellos tienen casonas montañesas rehabilitadas o chalets de nueva construcción que pasan desapercibidos tras la espesa vegetación que los rodea, y solo aparecen en público en los restaurantes de Suesa, Hoz de Anero o Pedreña, en el embarcadero de este puerto deportivo o en el campo de golf y, en ocasiones, en la playa de Latas.

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