‘El público es el rey’

JORGE SAEZ, GODOFREDO

Los chubasqueros marineros de Godofredo forman parte del decálogo de imprescindibles del veraneo santanderino, como los helados de Regma o las lanchas de Los Reginas. Este emblemático comercio del Paseo de Pereda ha superado un cambio de local, cuatro generaciones familiares y casi un siglo de historia. Con el paso del tiempo, ha pasado de vender jarrones y cestas a especializarse primero en la pesca y el buceo y, después, en la ropa náutica, su tabla de salvación en los últimos años. Para Jorge, actual responsable e hijo del anterior propietario, José Sáez Carrasco, la fórmula para sobrevivir a la crisis y a la llegada de las grandes superficies es la calidad de los productos y el trato al cliente: “Aquí el público es el rey y no paramos hasta dar con lo que nos piden”.


P.- Lo mismo que no hay jardín sin flores, no hay verano en Santander sin chubasquero de Godofredo. ¿Es su producto estrella?

R.- Aunque parezca mentira, con lo cambiante que es el tiempo y lo frecuente que es la lluvia en Santander, muchos turistas siguen viajando a nuestra región sin chubasquero, incluso sin chaqueta. Yo nunca me he tenido que comprar ropa de abrigo en un viaje, pero aquí es habitual que entren turistas que vienen de ambientes más cálidos, sobre todo del sur de España, muertos de frío en pleno agosto. ¡Con 18 grados, viento del nordeste y cuatro gotas, están helados! Lo que más nos demandan son chubasqueros y camisetas náuticas.

P.- ¿Quién fue el Godofredo que da nombre a esta emblemática tienda?

R.- Godofredo Sáez Díaz era mi bisabuelo, que fue quien inició el negocio en 1922, aunque estuvo pocos años. En 1930 ya le sustituyó su hijo Casiano, que estuvo desde 1935 hasta 1971. Después vino mi padre, José Sáez Carrasco, al que la gente de hoy más conoce. Todos fueron hijos únicos salvo yo, que tengo más hermanos.

P.- Y usted, ¿a qué edad se incorporó al negocio familiar?

R.- Empecé en 1987, cuando tenía 17 años. Mi abuelo había fallecido y en esa época mi hermano no estaba, solo mi padre. No obstante, había venido mucho por la tienda a ayudar desde pequeño, sobre todo en verano. Al principio colaboraba en lo que podía pero, con el paso del tiempo, fui cogiendo peso hasta que a finales de los noventa acabé haciéndome cargo del negocio.

P.- Siendo uno de los comercios más antiguos de Santander, ¿cómo se han reinventado para hacer frente al paso del tiempo, la crisis y la fuerte competencia?

R.- Por una parte, adaptando el tamaño del local, pero sin dejar de operar en el Paseo de Pereda, que es nuestra seña de identidad. El anterior parecía más amplio porque tenía una planta baja más grande y una sola altura, pero el actual cuenta con dos plantas e incluso con más metros destinados al público. Y también hemos tenido que reducir personal. Antes, cuando no existían las grandes superficies comerciales ni la competencia de internet, teníamos más empleados. En la antigua tienda trabajábamos ocho personas, incluso diez en los momentos de mayor actividad. Ahora, entre cuatro personas nos ocupamos de todo.

P.- ¿Lamentaron mucho tener que mudarse del local que ocupaban desde sus inicios?

R.- No tuvimos más remedio por el fallecimiento de mi padre en el año 2011, ya que era de renta antigua. Permanecimos allí un tiempo más y entre 2013 y 2014 nos trasladamos a esta tienda, aprovechando el cambio para modernizarnos. Mi padre, que padecía bronquitis crónica y siempre iba muy abrigado, nunca quiso poner aire acondicionado. Ahora sí lo tenemos, lo mismo que TPV para el cobro y sistemas para gestionar el stock. Él todo lo guardaba en cajas y apuntaba las cuentas a bolígrafo. Eso sí, hemos tratado de mantener la esencia de la tienda, con techos altos, la ropa expuesta, los trajes de surf colgados… poniendo más vitrinas para que se vean mejor nuestros productos.

P.- ¿Ha cambiado el tipo de artículos que venden en la tienda o eso también es un clásico?

R.- Antes vendíamos jarrones, cestas, artículos decorativos, piezas para el Nacimiento o carretillas, pero con el tiempo nos fuimos especializando en la pesca y el buceo. Ahora seguimos centrados en ello pero cada vez estamos más enfocados hacia la ropa náutica. La crisis acabó con mucha de nuestra clientela que se dedicaba al sector de la construcción. Por falta de recursos dejaron de hacer gastos extras en aficiones que ocupaban su tiempo libre, como la pesca y el buceo. Además, desde 2007, la venta de ropa no ha dejado de crecer. Fue, en parte, una apuesta personal por el mercado de la ropa náutica y mi padre nunca me cerró las puertas.

P.- ¿Qué aprendió de su padre y ha trasladado a su labor diaria?

R.- La honradez, la perseverancia y la sinceridad en el trato al público. En Godofredo, el público siempre es el rey. Lo que decía un cliente iba a misa. Lo primero que hacía mi padre era saludar a todo el mundo y poner la mejor de las sonrisas a cualquier persona, fuera quien fuera. Él me enseñó a tratar a todos por igual, sin hacer diferencias, y eso creo que le convierte en uno de los mejores comerciantes que ha tenido Santander. Recuerdo que siempre tenía una deferencia con el que entraba: ‘¿Qué hace por aquí el mejor pescador de Santander?’, les decía. Y la gente quedaba encantada. Ese trato tan cercano se está perdiendo con las nuevas generaciones y es una pena.

P.- Cuénteme alguna anécdota de estos años que lleva detrás del mostrador…

R.- Hay una muy conocida que cuenta todo el mundo y que demuestra cómo era mi abuelo como comerciante. Cuando un cliente le pedía algo que no tenía, contestaba: “No se preocupe, que tengo un vagón en la estación”. En los años 60 y 70 casi toda la mercancía llegaba por tren y era su forma de decirle que iba a conseguírselo. En una ocasión, al escuchar que su hijo –mi padre– decía que no tenía algo que pedía un cliente, se le oyó gritar: “Sí tenemos. Tenemos un vagón en la estación”. No era consciente de que el cliente solo había entrado a pedir cambio.

P.- ¿Era su padre un buen pescador?

R.- No, lo curioso es que mi padre ni buceaba ni le gustaba pescar. Eso sí, sobre anzuelos tenía una licenciatura y era capaz de distinguirlos por números y series. A diferencia de él, yo sí que voy a pescar, buceo y practico surf desde pequeño. Esa experiencia me da conocimientos para saber lo que necesita un cliente.

P.- ¿Por qué cree que la gente sigue eligiendo Godofredo?

R.- Creo que genera confianza en nuestros clientes que llevamos muchos años trabajando y que nuestros productos son de calidad. No pretendemos ser los más baratos, porque ése no es nuestro mercado. Nuestros compradores son personas con poder adquisitivo medio, que no solo valoran el precio del producto, sino otras cualidades; en el caso de un chubasquero por ejemplo, que les dure mucho tiempo, impermeabilice bien y sea transpirable. También creo que valoran que estemos abiertos todos los días, con amplios horarios.

P.- ¿Y qué futuro les espera?

R.- Lo que el mercado nos dé. Es muy cambiante. Intentaremos mantener lo que tenemos y mejorar. La clave es seguir en contacto con el público desde primera línea de la bahía, ya que no existen tiendas especializadas tan céntricas como la nuestra. Aunque vender sea cada vez sea más complicado, tenemos cosas a nuestro favor: la afición por la pesca y el buceo no disminuye y la ropa náutica está de moda.

P.- Ahora, en temporada de verano, no pararán…

R.- Desde el 1 de julio hasta finales de septiembre tenemos el doble de trabajo que durante el resto de año. Es agotador. Luego, a partir de septiembre ya baja bastante, salvo en Semana Santa y Navidad. Durante el año tenemos una clientela fija que no suele visitarnos en verano y para los que venir a la tienda forma parte de su rutina de pesca.

Patricia San Vicente

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