Kinesfera Artística: Mucho más que un taller de grabado

Patricia Alonso imparte cursos artísticos de todo tipo en el centro que tiene en Sobarzo

Desde pequeña, la cántabra Patricia Alonso ya tenía claro que su futuro profesional iba a estar vinculado al mundo del arte. Después de obtener su licenciatura en Bellas Artes en Bilbao, reacondicionó el antiguo taller de carpintería metálica de su abuelo, situado en Sobarzo, para convertirlo en un espacio dedicado a las disciplinas artísticas. En su centro, imparte cursos de todo tipo y para todos los públicos, sesiones de terapia artística, organiza exposiciones de creadores emergentes y alquila su maquinaria profesional a quienes no disponen de los medios necesarios para llevar a cabo su obra.


Para muchos, trabajar por amor al arte no significa más que hacer una labor simplemente por la satisfacción que produce realizarla, sin esperar nada a cambio. Para la emprendedora cántabra Patricia Alonso Herrera es transformar la pasión que siempre ha sentido por las disciplinas artísticas en un negocio rentable.

A los cinco años empezó su afición por el baile y con 13 ya tocaba la guitarra, el piano y el clarinete y tenía una gran vocación por la pintura, la escultura, el grabado y la composición e interpretación musical. El interés que suscitaban en ella todas las vertientes del arte hizo que en su primer año de licenciatura en Bellas Artes en Bilbao ya empezase a gestar lo que hoy es Kinesfera, un centro multiartístico y de grabado en Sobarzo. Un local que había sido el antiguo taller de carpintería metálica de su abuelo. “Había hierros y aluminio por todos lados. Estaba sucísimo y había que hacer paredes”, recuerda. “Afortunadamente, tuve la ayuda de mi padre para vaciar todo esto”.

Después de completar sus estudios universitarios en el País Vasco y de finalizar un máster en Terapia Artística y Creativa en Barcelona, decidió regresar a Cantabria para materializar su idea empresarial y en enero de este año inauguró su negocio, que ya ha tenido que hacer frente a las duras consecuencias de una pandemia mundial.

Patricia Alonso sujeta con las manos uno de sus trabajos.

En sus instalaciones se imparten cursos de pintura y dibujo, de fotografía o de grabado, donde se muestran técnicas como la serigrafía, la xilografía, el aguafuerte, la punta seca o el linoleograbado.

Para ello cuenta con un taller con maquinaria profesional, personalizada y versátil, diseñada por ella misma y su proveedor de instrumental, Arteina. “No va a haber nunca una máquina igual en todo el mundo”, explica, y reconoce que el desembolso económico ha sido considerable.

Siempre que puede organiza excursiones con sus alumnos para estimular su imaginación en contacto con la naturaleza. Los Valles Pasiegos o la ribera del Pas a su paso por Puente Viesgo ponen el marco a algunas de estas experiencias inspiradoras. “El entorno rural favorece la creatividad”, subraya para justificarlo.

Un centro con muchas caras

El centro está ideado para que artistas de cualquier lugar puedan utilizar las instalaciones para llevar a cabo sus propios talleres o cursos. También ofrece la posibilidad de alquilar su maquinaria por horas o jornadas completas a quienes no disponen de los recursos necesarios para plasmar su obra.

La artista, natural de Sobarzo, focaliza gran parte de sus esfuerzos en enseñar y captar nuevos adeptos al arte, pero también saca tiempo para crear sus propias obras, que pone a la venta o hace por encargo. Asimismo, da soluciones creativas a los artistas que tienen problemas con sus propias creaciones y satisface las necesidades puntuales de sus clientes.

Sus instalaciones también cuentan con una sala de exposiciones donde los artistas pueden exhibir sus trabajos.

La artista cántabra, sentada en las inmediaciones de su taller.

Una de las particularidades de su centro multidisciplinar es que su mobiliario es completamente móvil, por lo que el espacio se puede reestructurar en función de las necesidades. La única zona fija es la dedicada a los productos químicos que se utilizan para el grabado.

Todo en su actividad es versátil y adaptable, como se adapta a sus clientes. En una ocasión atendió a una persona que pretendía regalar a su nieta, residente en Japón, un árbol genealógico poco convencional. “Él me dio una cosa que le habían hecho mal, le di una vuelta y después de hacerle unas preguntas y contarme su historia, me metí en su piel”. Asegura que el cliente “acabó encantado”.

La cántabra cree en una sociedad “mucho más colectiva que en la que vivimos” y pone todo su empeño en innovar y buscar aliados que puedan sumarse a sus proyectos. Por ello, y aunque trabaja sola, se mantiene abierta a cualquier sugerencia o propuesta que pueda relacionarse o complementarse con el arte. “A veces tengo que lidiar con mi cabeza, porque va rapidísimo y enseguida surgen nuevas ideas”, reconoce, como si sintiese en la necesidad de poner bridas a esa turbulencia de iniciativas que empuja su negocio en más direcciones cada vez.

David Pérez

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