60 y mucho + analiza las nuevas formas de habitabilidad para el sénior

/COMUNICAE/

¿Cómo se quiere vivir después de la jubilación? ¿Son las residencias actuales el modelo que se elegiría para pasar los últimos años?

Jamás la gente podrá olvidar el año 2020 porque cambió para siempre sus vidas, la forma de mirar al mundo y, sobre todo, demostró cuánta es la vulnerabilidad del ser humano frente algo tan insignificante en tamaño como es un virus. Cientos de miles de personas murieron este año a lo largo y ancho de todo el planeta ante una devastadora pandemia que se cebó, sobre todo, con las personas mayores.

Si la gripe española, acaecida justo ahora cien años, diezmó la población europea más joven, el COVID-19 atacó con especial virulencia a los ancianos que murieron solos, sin ser consolados ni despedidos por sus seres queridos. Jamás se hubiera pensado que, con la tecnología y avances médicos, se hubiese podido ver una tragedia de tales dimensiones.

Pero la pandemia trajo algunas cosas interesantes y una de ellas ha sido poner el foco en los mayores con una mirada responsable y llena del amor y respeto que se merecen. De esto ha tratado la mesa redonda celebrada de forma online y que se puede ver aquí. Dicho encuentro, organizado por Ana Margarito, CEO de 60 y mucho + dentro del Congreso, “Crear futuro pensando en el sénior”.

La mesa redonda llevaba como título: Nuevas formas de vivir para el sénior del siglo XXI: co-housing, co-living, modelos de residencias más familiares y humanas. En él han participado, entre otros, el moderador Arturo San Román, director general del grupo Gestiona, Matilde Pelegrí, presidenta del Grupo Senda, Mayte Sancho, gerontóloga experta en planificación, Óscar Miguel Ares, arquitecto experto en nuevos modelos de viviendas para mayores, así como Arantxa Ercibengoa, cuidadora de mayores en una residencia de la Fundación Matía. También se contó con el testimonio de dos personas que viven, una en un co housing, Enrique Mateo Fernández co-fundador del Cohousing “Convive”, situado en Horcajo de Santiago y Marcelino, un vital señor de 83 años que vive en una residencia del nuevo modelo creado por la Fundación Matía, cuya diferencia con la residencia actual es el enfoque que tienen estas viviendas, donde el entorno se adapta a la persona y no al revés, como ocurre en el modelo tradicional.

La mesa redonda empezó con el turno de palabra para San Román, quien recordó que la pandemia «ha puesto de manifiesto tres conceptos que jamás podremos olvidar: mayores, residencias y soledad. Unas palabras que deberían llevar a la sociedad a reflexionar seriamente sobre qué hemos estado haciendo y cómo han estado viviendo nuestros mayores».

Matilde Peligrí, del grupo Senda reconoció que la pandemia ha reflejado dos cosas muy importante, «por un lado que en España hay muchas personas mayores y, por el otro, que los medios de comunicación han hecho poco caso a cómo viven los mayores, nuestros mayores».

Y es que –se preguntó Pelegrí- ¿qué es ser mayor? «Normalmente lo definimos como alguien mayor de 65 años porque se suele marcar ahí el paso a la jubilación pero en la práctica esto no es así». Cuestionó saber dónde estamos y “qué necesidades tiene este colectivo ya que más del 20% de la población tiene más de 60 años», sostuvo.

En cualquier caso esto -siguió- «no es nada nuevo, de hecho ya en el año 2015 ocurrió un hecho insólito: por primera vez nacieron el mismo número de niños que personas mayores fallecieron y, a partir de ahí no ha habido más remedio que ponerse las pilas y es que cuando hablamos del envejecimiento de la población tendemos a fijarnos única y exclusivamente en pensiones y sanidad pública cuando hay otros vectores sumamente importantes como son la economía, cómo viviremos y cómo serán los sénior universitarios que, cada vez son más. Hay que buscar, por tanto, soluciones habitacionales para estas personas mayores más allá de las residencias, sobre todo cuando hablamos de sénior en plenas facultades físicas y mentales».

Fue entonces cuando le tocó el turno de palabra a Mayte Sancho, gerontóloga que recordó que «tenemos un momento de mucha diversidad en el mundo del sénior ya que, para empezar, debemos dividir a los que atienden y por el otro a los que necesitan ser atendidos».

El momento actual –remarco-«es que la crisis de la pandemia ha puesto en evidencia carencias y un modo de vida poco natural ya que todo está protocolizado y no en función de las personas sino de la tarea y esto, cuando somos jóvenes, no lo vemos o lo vemos como algo muy lejano”. La experta reconoció que “las personas mayores de 80 años, cuando se les pregunta, reconocen en su mayoría preferir vivir en su entorno y esto sería siempre lo deseable siempre y cuando no tengan problemas físicos o deterioro cognitivo, pero para las demás que están perfectamente bien pero que no quieren vivir solos, bien porque se han quedado viudos o porque, por lógica, sus hijos están más que independizados, existen modelos como es el co-housing, que son lugares donde vivir en modo comunidad compartiendo servicios y espacios comunes en un edificio o casa grande pero cada uno conservando su independencia en un apartamento».

Fue entonces el turno de palabra para el arquitecto Óscar de Miguel quien recordó «el compromiso social que nuestra profesión tiene a través de las personas mayores a través de las herramientas como el espacio, la luz, etc para hacer espacios más acogedores». Ya es una realidad, dijo, «la construcción de lugares diferentes para vivir de un modo muy distinto».

Y, precisamente, la mesa redonda contó con el testimonio de un sénior, Enrique Mateo Fernández, que contó su experiencia viviendo desde hace ya unos años en un co-housing. «Nosotros, unos sesenta amigos, nos planteamos un buen día, la idea de construir un edificio con apartamentos individuales, cada uno con su cocina, pero también con sus espacios comunes. No voy a mentir y decir que el proceso fuera sencillo porque la adaptación no fue inmediata, de hecho, para que me resultara menos complicado ir dejando mi hogar, me fui trasladando poco a poco, me tomé la nueva casa como una segunda residencia a la que poco a poco fui llevando cosas hasta que terminé por crear mi nuevo hogar. Qué decir tiene que me siento feliz y acompañado, de hecho tuve una experiencia una vez, tuve un ataque de pánico, de estrés, que me llevó a estar ingresado y ahí pude experimentar la agradable sensación de no estar solo, de sentirme acompañado. Nos hemos hecho mayores y nos necesitamos unos a otros, nos interesamos los unos por los otros, organizamos talleres de teatro, cursos, excursiones, nos entretenemos».

La mesa redonda también contó con la entrañable intervención de un ‘joven’ de 83 años, Marcelino que entró en directo desde su residencia de la Fundación Matía en Vizcaya, para contar a la audiencia su experiencia vital: «yo soy feliz aquí porque hago lo que quiero y porque me tratan bien, por la mañana me ponen tareas como pintar en hojas, en fin que no echo de menos nada y soy feliz».

Por último intervino la cuidadora Arantxa Ercibengoa quien relató las diferencias fundamentales que existen en el cuidado de las personas en una residencia tradicional y el nuevo modelo que tienen las residencias de la Fundación Matía y que, básicamente consiste en tratar a la persona como única, darle lo que necesita. El cuidado está basado en la persona y no en las tareas. Es fundamental «acompañarlos, seguirlos, protegerlos, para saber como pueden mejorar la respuesta a sus necesidades».

 

 

Fuente Comunicae

Source: Comunicae

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