DE CONSTRUCTOR A PILOTO DEL DAKAR
JOSE LUIS PEÑA, Construcciones Portio
Tras toda una vida poniéndose el casco para ir a la obra, el empresario santanderino José Luis Peña lo ha cambiado por el casco de piloto. Y si en el mundo de la construcción las cosas le han ido bien desde el principio, gracias a clientes como la familia Botín y el Banco Santander, en el mundo del motor no le pueden ir mejor. Animado por su mujer y sus amigos, brilla en las carreras mientras continúa al frente de Construcciones Portio. Su trayectoria deportiva ha sido meteórica. Solo en 2017, quedó subcampeón de España TT en la categoría de buggies nacionales y segundo en el Rally Oilibya de Marruecos, uno de los rallyes más duros del mundo. Amante de los retos, en enero hará realidad su sueño y máximo desafío: competir en el Dakar.
P.- ¿Cómo fue su primer contacto con la obra?
R.- Dejé de estudiar pronto y empecé en la empresa de construcción que tenía mi padre. Me puso a trabajar con el resto de obreros, como uno más. Con 18 años aprendí a hacer diseños, planos y estructuras con un amigo de mi padre que era arquitecto, Enrique Bolado, y con 20 o 21 ya trabajaba como delineante. Me gustaba mucho, pero a esa edad me marché a la mili y, como en el Ejército tuve mucho tiempo para pensar, decidí que no quería pasarme toda la vida sentado en una mesa de dibujo. Lo que me atraía era la obra.
P.- ¿Qué tenía la construcción que tanto le enganchaba?
R.- Por mi padre, siempre me gustó ese mundo pero, en realidad, pensaba haber estudiado arquitectura. El problema es que tenía poca capacidad de sacrificio para los estudios, aunque soy constante para trabajar. Estoy muy pendiente de los detalles y lucho por lo que quiero. De las obras, lo que más me atraía era dirigirlas, vivirlas de principio a fin. Participar en la creación de algo, que confiaran en mí y me dieran libertad para desarrollar una idea. Y, al contrario, lo que menos me gusta es la parte económica. Tener una empresa bien organizada, saneada y legal exige mucho papeleo, cumplir con un montón de requisitos… A los empresarios no nos lo ponen nada fácil.
P.- ¿Cuándo decide montar su propia constructora?
R.- Al regresar de mi viaje de novios, a mi padre no le iban bien las cosas y tuvo que cerrar la empresa. Entonces me puse como autónomo y empecé a trabajar con obras concertadas previamente por la empresa de mi padre. En el año 87, por mediación del Asilo San Cándido, contactamos con el Banco Santander y con la familia Botín y, un año después, nos plantearon hacernos cargo de la reconstrucción del Hotel Real, para que pasara a estar abierto todo el año, y no solo los veranos. Esa obra fue decisiva en nuestros inicios y en 1990 fundamos Construcciones Portio.
P.- Para una empresa recién nacida, imagino que supuso todo un reto reconstruir uno de los edificios más emblemáticos de Santander
P.- Sí, era un gran proyecto porque teníamos que rehacer todas las plantas, trabajando en contacto directo con Emilio Botín Sanz de Sautuola, el abuelo de Ana Patricia. Me siento muy agradecido de que apostaran por nosotros y nos vieran como una empresa con proyección de futuro. Yo estaba pendiente de cada detalle de la obra y supongo que eso les gustó. De hecho, el arquitecto Ricardo Lorenzo quiso contar conmigo para la reforma del Casino y del Balneario de Puente Viesgo pero, al poco tiempo murió, y no llegamos a hacerlas.
P.- Después de aquella primera gran obra ¿siguieron recibiendo encargos tan especiales o abrieron el abanico a otro tipo de clientela?
P.- Siempre hemos preferido especializarnos en los grandes clientes que ya teníamos a conseguir muchos más. En el año 90 fuimos una de las primeras empresas en lograr el sello de calidad. Pensamos que, si nuestros clientes eran buenos y nosotros también, teníamos que demostrarlo. Nos costó mucho conseguir aquella certificación pero fue muy importante, como sinónimo de la seriedad y profesionalidad de la empresa, aunque no fuésemos los más baratos.
P.- Convencer a un cliente de la seriedad de una constructora en los años de la fiebre del ladrillo no habrá sido tarea fácil…
P.- En tiempos de vacas gordas y muchas promociones, es complicado. Lo bueno es que nosotros hemos tenido una continuidad en el negocio, siempre hemos estado en la misma línea, lo que nos ha permitido atravesar todas las crisis con una empresa saneada y bien organizada. Algunos trabajadores llevan más de treinta años con nosotros. Ahora somos 26 en plantilla y, aunque hemos llegado a ser 60 o 70, en 2008 nos estabilizamos. Ante golpes de trabajo, subcontratamos personal y nosotros seguimos dirigiendo y controlando el trabajo.
P.- ¿Hacen obras fuera de Cantabria?
R.- Hasta 2008 solo trabajábamos en Cantabria, Asturias o el País Vasco, sobre todo, con obras ligadas al Banco Santander. Pero, a partir de entonces, hemos llevado a cabo proyectos importantes en Ciudad Real, Córdoba… Ahora estamos en Huelva y Castellón, siempre para una clientela concreta.
P.- Y en los últimos años se produce su evolución, de constructor a piloto…
R.- Soy aficionado al motor desde siempre. Con 8 o 9 años ya compraba la revista ‘Autopista’ todas las semanas y las guardaba. ¡Tengo miles! Conocía todos los modelos de coches y era aficionado a ir con mis amigos a los rallys, donde me pasaba la noche en vela… A raíz de independizarme, compramos unos quads y luego pasé a los buggies, buscando descubrir nuevas rutas. Siempre he tenido poco tiempo libre, pero en los últimos años dejaba el día a día de la empresa en manos de dos personas de mi total confianza, mi hermano César y Manuel (Lolo) Saiz, mientras yo me ocupaba del trato al cliente final. Fue cuando mis amigos me animaron a competir.
P.- Pero una cosa es participar y otra quedar entre los primeros y su trayectoria llama la atención, por lo rápida y exitosa.
R.- Es cierto que he conseguido buenos resultados pero lo que quiero es disfrutar. Cuando pienso que tengo que salir a ganar, me siento un tanto presionado. Poco a poco me he ido metiendo en este mundo. He ganado varias pruebas y este año he llegado a quedar subcampeón el Campeonato de España T.T en buggies. A punto estuve de abandonarlo cuando falleció mi hermano Cesar, mi gran apoyo tanto en el trabajo como en mi afán de competir. Era diez años más pequeño que yo y le veía como la persona que me iba a suceder en la empresa. Me animó y luego no estuvo (se emociona). Me costó mucho hacerlo sin él.
P.- ¿Cómo se plantea su participación en el Dakar, el reto automovilístico más duro del mundo?
R.- Mi afición me lleva a querer cumplir mi sueño, ir al Dakar. Siempre lo veía en las revistas y en la televisión hasta que en 2013 decidí viajar a Argentina para seguirlo en directo, haciendo las mismas etapas que los participantes, con ayuda de un guía. Eso me dio aún más ganas así que, en enero de 2015, repetí la experiencia y después me animé a participar en otras pruebas nacionales, teniendo siempre en mente el poder ir algún día al Dakar.
En enero de 2017 entré en un equipo, iba en el camión de asistencia de Xavi Fog, pero no pude culminarlo porque tuve la desgracia de enterarme de la muerte de mi suegra cuando estaba en Bolivia. Tarde dos días enteros en regresar. Xavi me apoyó mucho y me dijo que algún día tenía que hacerlo. Al poco tiempo, apareció el Polaris XTreme Plus, un equipo con experiencia en el Dakar, y empecé a prepararme para conseguirlo, tanto a nivel físico como con un dietista, y entrenando en las dunas de Marruecos.
En mi decisión ha sido clave el apoyo de mi mujer, Balby. Al principio me dijo que ‘ni hablar’ pero, a medida que iba participando en carreras, me ha entendido porque me ve disfrutar y me anima a luchar por ello.
P.- ¿Qué espera de la intensa aventura que vivirá en Sudamérica en enero?
R.- Cumplir mi sueño y disfrutar, aunque habrá momentos complicados. Con tantas vivencias en el camino, espero aprender de mí mismo y de las personas que me rodean. Después del sufrimiento y de la tensión de la carrera, te relajas y te sientes satisfecho. Conducir sin ver nada a tu alrededor asombra por su magnitud, engancha; es una sensación indescriptible. Sé que la parte más complicada será controlar la mente y llevar los pensamientos hacia lo positivo, pero estoy muy mentalizado para ir a por todas.
Patricia San Vicente