La Zona Franca de Santander busca espacios donde crecer
La construcción de dos tanques para graneles líquidos agota el suelo que ocupa en el Puerto de Santander
Cantabria dispone de una gran ventaja para atraer empresas, la de contar con una de las siete zonas francas que existen en España. Pero no tiene suelo para ubicarlas. En su primera inversión como entidad pública, la Zona Franca de Santander ha construido dos grandes tanques para graneles líquidos y con ellos ha agotado el espacio del que disponía en Raos. Las opciones de expansión que se barajan son varias, entre ellas el Llano de la Pasiega o el polígono de Marina-Medio de Cudeyo pero el Consorcio prefiere crecer en el propio Puerto.
Que una entidad que va camino de cumplir los cien años de vida aún genere expectativas de la magnitud de las que se atisban para el antiguo Depósito Franco de Santander puede parecer sorprendente. Es consecuencia del trascendental cambio jurídico que se produjo en mayo de 2016, cuando el Depósito Franco obtuvo la autorización del Ministerio de Hacienda para convertirse en Zona Franca y poder extender las ventajas fiscales y aduaneras que eso implica a cualquier punto de la región.
La primera actuación como tal Zona Franca se ha producido en las instalaciones que ocupa en el recinto portuario: la construcción de dos tanques para líquidos a granel que le van a permitir añadir unas 58.000 toneladas a su movimiento anual de mercancías. Pero el auténtico valor que va a tener para la economía de Cantabria el contar con una de las siete zonas francas que existen en España solo podrá apreciarse cuando se cree un territorio fiscalmente neutro que atraiga a nuevas empresas a la región, un espacio que podría estar ubicado en el propio recinto portuario o en alguno de los polígonos de la región.
La primera inversión como Zona Franca
Aunque el suelo del Puerto santanderino es muy limitado, todavía quedaba hueco para levantar los dos grandes depósitos que acaba de inaugurar la Zona Franca. Se trata de dos tanques de 20 metros de altura y un diámetro de 14,4 metros, capaces de albergar 3.257 m3 de graneles líquidos, cada uno. Se han construido en acero de carbono, con los estándares de calidad y seguridad que marca el American Petroleum Institute, y para su anclaje han sido necesarios 33 pilares hincados a 26 metros de profundidad.
El proyecto, realizado por Ratio Ingenieros, ha sido materializado por la constructora Arruti en los siete meses previstos y ha tenido un coste de 1.195.000 euros, que la Zona Franca ha abordado con recursos propios y con un préstamo del Banco Santander. La inversión se ajusta al endeudamiento autorizado por los Presupuestos Generales del Estado de 2017, pero la Zona Franca confía en poder contar este año con una autorización de inversión de al menos cuatro millones de euros.
El primer cliente, Lignotech Ibérica
Los nuevos depósitos permiten un acopio directo desde los buques que operan en el muelle de Maliaño, lo que evita cualquier otro tipo de trasiego.
Su primer cliente ha sido la empresa Lignotech Ibérica, propiedad del Grupo Borregaard y Sniace, que comercializa los lignosulfitos (un subproducto de la industria papelera) como aditivos para la fabricación de hormigón. Ya se ha producido un primer embarque, y la reciente puesta en marcha de Viscocel, tras más de cinco años cerrada, hará que la producción de celulosa de Sniace crezca en más de un 40% y en 35.000 toneladas anuales la de ligninas, que se venderán a Lignotech Ibérica. Esta producción adicional se sumará a las 58.000 toneladas que la Zona espera mover con los dos nuevos depósitos.
Buscando más espacio
No obstante, la historia de la Zona Franca de Santander está aún por escribir. El potencial de crecimiento que encierra para la economía de Cantabria necesita, para poder concretarse, un nuevo espacio en el que acoger a las empresas que se sientan atraídas por las importantes ventajas fiscales ofrecidas.
La primera opción que se plantea el Consorcio que gestiona la Zona Franca de Santander es, lógicamente, crecer dentro del propio puerto, donde ahora dispone de 36.000 metros cuadrados, ya agotados, de los que 25.900 son propios. La cercanía a los muelles y el acceso directo desde los buques a los almacenes y depósitos son factores muy importantes en operaciones ligadas a la exportación e importación, las que ampara una zona franca.
En el puerto de Santander existe un espacio idóneo para la ampliación que persigue el Consorcio. Se trata de la denominada Zona de Actividades Logísticas, un solar de 150.000 metros cuadrados que estuvo ocupado por los depósitos de Campsa hasta su desmantelamiento en los años noventa. Esta reserva estratégica de suelo sería la primera opción para la ampliación de la Zona Franca, pero la decisión está sujeta al futuro Plan Director del Puerto, en el que trabajan el Ministerio de Fomento y la Autoridad Portuaria.
El Llano de la Pasiega, un polígono del Besaya o el de Marina-Medio Cudeyo podrían convertirse en el futuro en Zona Franca
Caben también otras opciones más alejadas, y que no serían incompatibles con una expansión dentro de la zona portuaria. El consejero de Industria, Francisco Martín, reconoció, durante la inauguración, que “la Zona Franca tiene instalaciones dentro del puerto que utilizan las empresas, pero no hay empresas instaladas en ella”. En realidad, si quisieran asentarse en ese recinto tan atractivo fiscalmente no podrían hacerlo, ya que no hay espacio.
Ni la Consejería ni la propia Zona Franca están dispuestas a perder una baza tan importante y el consejero anunció su intención de desarrollar un nuevo espacio empresarial vinculado a la Zona “en el ámbito del Besaya o en el Llano de la Pasiega, que tiene una situación logística privilegiada”.
El polígono de Marina-Medio Cudeyo es otra de las opciones que en algún momento se han barajado e, incluso, el suelo que ocupa la Ciudad del Transportista si, cuando termine su concesión, el año próximo, se ve forzada a desalojar los terrenos portuarios.
Un espacio con control aduanero
La creación de espacios empresariales amparados por las ventajas de una zona franca debe cumplir, en cualquier caso, una serie de requisitos. El recinto debe estar cerrado y sometido a vigilancia aduanera; el Consorcio ha de ser titular de los terrenos (ya sea en propiedad o como concesionario) y, sobre todo, la instalación de la empresa debe recibir la autorización del Ministerio de Hacienda, porque, al tratarse de un espacio en el que no se aplica el IVA ni se cobran aranceles a los operaciones que se realicen dentro de esa zona, el criterio de admisión es muy restrictivo y debe ser justificado por el interés general.
Un club muy restringido
El hecho de que la de Santander sea una de las siete zonas francas autorizadas en España supone una ventaja competitiva para Cantabria que la región no debe dejar escapar. El valor que han tenido las zonas francas de Vigo o de Barcelona para sus áreas de influencia es un buen ejemplo del potencial de crecimiento que encierra esta figura, muy superior a la del Depósito Franco que operó en Santander desde 1918 hasta su conversión en esta nueva entidad pública.
Las cifras ya empiezan a avalar el éxito de este recinto que, con sus instalaciones ocupadas al cien por cien de su capacidad, ha movido el último año 480.000 toneladas, entre entradas y salidas, un 70% más que en 2016.
Los dos nuevos depósitos de graneles líquidos reforzarán estas cifras pero, como señaló en su inauguración el delegado especial del Estado en la Zona Franca, Fernando Cámara, “esta inversión es solo el principio y estoy seguro de que en breve presentaremos nuevos proyectos”.
Jesús Polvorinos