Pim, pam ¿obras?
El tiempo pasa tan deprisa que aquello que decía Carmona, el candidato socialista a la alcaldía de Madrid, en 2015, parece del siglo pasado, pero lo cierto es que su pim pam propuesta, pim pam propuesta es más o menos la política de Cantabria de hoy. Que no hay obras, llega De la Serna y pim pam, proyecto. A la semana siguiente, otro pim pam, y así cada lunes y cada viernes. ¿Que alguien cree que Cantabria no tiene un plan estratégico (tampoco España, y no pasa nada)? Pues pim pam, plan; y llega Vidal de la Peña / De la Serna con otro pim pam plan bajo el brazo.
En fin, que no nos falta de nada, pero ni a Carmona le dio ningún resultado electoral ni a Cantabria le están deparando grandes alegrías tantos anuncios y los planes estratégicos depararán poco más o menos lo mismo que todos los anteriores, un espacio en un cajón.
Si obras ya presupuestadas y en ejecución, como las que dejó el ministro en Santander, se están convirtiendo en un tormento para su sucesora en la alcaldía, que tiene que torear cada día con una coordinadora nueva, las anunciadas y no presupuestadas pueden volverse en contra del propio De la Serna. Solo algunas de ellas han acabado materializadas en los Presupuestos del Estado para 2018, y ni siquiera sabemos si Rajoy encontrará apoyos para aprobarlos o si será posible ejecutar una mínima cantidad de la obra prevista en lo que queda de año, puesto que se tramitan con seis meses de retraso y antes de mover la primera piedra tiene que haber al menos un proyecto y una licitación.
El ministro De la Serna ha venido creando unas enormes expectativas a través de la campaña más sistemática de anuncios de obras que hayamos conocido desde que Hormaechea fue desalojado por primera vez de la presidencia en 1990. Una contumaz e ilusionante política que ha ido perdiendo brillo a medida que pasaban los meses y, como insistía Revilla, no se veía una excavadora en ninguna carretera. Era cuestión de esperar a que la maquinaria administrativa arrancase, pero da la impresión de que tampoco se van a ver muchas este año. A lo sumo en un par de obras, que son las que ya tienen un proyecto, están adjudicadas y pueden llegar a entrar en ejecución. El resto de las partidas consignadas para Cantabria pueden quedarse en un mero apunte en un papel. Si a esto se añade que la inversión del Gobierno regional es casi ridícula, porque no tiene recursos para más, la obra pública no va a generar ese efecto resorte sobre la economía regional que veníamos augurando. Será una buena ayuda, pero nada más.
Montoro nos hubiese hecho un favor presupuestando esas mismas cantidades en otras partidas mucho más fáciles de ejecutar, como transferir todo lo comprometido por Rajoy para Valdecilla. Desgraciadamente, los políticos saben que los focos de los medios de comunicación están puestos en los proyectos y que nadie presta atención a la liquidación de los presupuestos, por lo que resulta relativamente fácil torear a la opinión pública con un par de capotazos y la estrategia del pim pam, anuncio.
Un antiguo presidente de la Cámara de Cantabria, Jesús de las Cuevas, sostenía que si los catalanes nos llevaban ventaja en los repartos (eran los tiempos de Pujol) es porque siempre tenían en el cajón proyectos que ellos mismos financiaban, aunque no fuesen obras de su competencia, para ofrecérselos al ministro de turno como solución de urgencia cuando éste se encontraba con partidas que no podía gastar en el ejercicio, y así resultaban beneficiados ambos, el receptor de la obra y el ejecutor, que podía demostrar un alto cumplimiento presupuestario.
Lo que es seguro es que, si en estos largos años de sequía de inversiones hubiésemos hecho esos proyectos no tendríamos que seguir esperando, y que tanto el Ministerio como el Gobierno regional debieran tener unos cuantos en cartera para que, en ocasiones como esta, no veamos pasar el dinero por delante de nosotros como la comitiva de Mr Marshall. Y el Gobierno de Cantabria, en lugar de entrar al trapo de quién tiene el plan estratégico más solvente, debería tener un puñado de proyectos de obras para ofrecérselos al Ministerio en el momento más oportuno, aún a sabiendas de que probablemente no los aceptará, como ha ocurrido con la propuesta (poco más que una idea) del tren rápido Santander-Bilbao o con el centro logístico de La Pasiega. Pero ese será un problema del ministro y antes o después tendrá que justificarse por ello.
Alberto Ibáñez