La planta de aceros que surgió de una guerra
El desastre de Cuba obligó a la Armada a plantearse la construcción de una fábrica de cañones más potentes
Por Fernando Fuente*
Para entender el por qué de la creación de una planta siderúrgica en Reinosa es preciso remontarse a la guerra de Cuba, en el año 1898. Este conflicto que supuso su independencia, gracias al apoyo de Estados Unidos, ocasionó en la flota española un total desastre: todos los buques fueron hundidos.
En el año 1907, con la llegada al Gobierno del conservador Antonio Maura y el nombramiento del capitán de navío José Ferrándiz como ministro de Marina, se elaboró una ley de reforma naval, con un presupuesto de 200 millones de pesetas, en un 60% capital español y el restante 40%, inglés.
La nueva ley preveía la construcción de tres acorazados, tres destructores y una serie de buques, para la cual se convocó un concurso que fue adjudicado el 21 de agosto de 1908 a la nueva Sociedad Española de Construcción Naval (SE de CN).
Pronto la S.E. de C.N. llegó a la conclusión de que sus talleres de El Ferrol y Cartagena eran pequeños y limitados. Se pretendía una modernización y evitar la dependencia de los socios ingleses y la mejor solución pasaba por la creación de una moderna y gran planta mecano-siderúrgica.
Por qué se eligió Reinosa
Lo primero que se planteó fue dónde ubicarla. El entonces presidente de la Sociedad Española de Construcción Naval, Tomás de Zubiría, encargó un informe técnico para tener fundamentos a la hora de tomar una decisión.
Al frente del equipo que redactó el informe estaba Alejandro de Calonge y Motta (que con posterioridad sería el cofundador y primer director de la factoría de Reinosa), quien garantizaba de forma rotunda que la comarca de Campoo, y dentro de ella, la villa de Reinosa, era el lugar idóneo.
Una serie de circunstancias favorables apoyaban su recomendación:
− La climatología, que por sus bajas temperaturas resultaba favorable para contrarrestar las inclusiones de hidrógeno en el acero.
− La abundancia de aguas adecuadas por su composición para los tratamientos térmicos de los aceros.
− La importancia de Reinosa como nudo de comunicaciones.
− Su situación estratégica, fuera del alcance de la mayor artillería conocida (los 80 kilómetros a la costa doblaban el máximo alcance de los cañones de 381mm).
− Y, según decía textualmente en el informe, “por la demostrada competencia, seriedad y entrega al trabajo del obrero de aquella región”.
La construcción
En mayo de 1916 el consejo de administración aprobó oficialmente la elaboración de un proyecto y el presupuesto correspondiente a una gran acería, forja, fundición-laminación, talleres de tratamientos térmicos y mecanizado. En abril de 1917 quedó terminado el proyecto de una nueva fábrica, que iba a tener un coste de 1.257.000 ptas.
Todo se plasmó en documentos el 7 de diciembre de 1917, día en que se firmó la compra de terrenos, aproximadamente un millón de metros cuadrados, de los cuales la fábrica ocuparía la mitad.
En mayo del año siguiente comenzaron los trabajos en el llamado Campo de la Vega, terminando la explanación en julio, dando comienzo en ese mismo mes la colocación de columnas y cerchas del taller de fundición de acero.
En noviembre de ese año se concluyó el puente del ferrocarril sobre el Río Híjar y en 1919 se finalizó el puente particular de entrada a la factoría desde Reinosa sobre el río, terminado prácticamente el taller de fundición. En el de forja se instaló la primera prensa de 1.000 Tm. y se avanzaba en la construcción de la segunda de 3.000 Tm.
Puestos en marcha los primeros talleres, en el verano de 1920 se inició la producción en la que sería la factoría siderometalúrgica más grande de España y una de las más importantes de Europa.
En el año 1919 la fábrica contaba ya con una plantilla de 361 trabajadores y en diciembre de 1920 llegaba a los 613.
La instalación de la factoría provocó que la población de Reinosa creciese de un modo significativo, ya que en el año 1910 contaba con 2.993 habitantes y en 1920 pasó a tener 4.180.
A comienzos del año 1921 se alcanzó la plena ocupación en los talleres, se recibieron las primeras órdenes de pedidos sobre armamento completo, es decir, para la fabricación total en Reinosa de cañones de campaña para el ejército, y de montajes completos con destino a los buques de la marina y a baterías de costa.
Dada la importancia y el valor estratégico que tenía la factoría, el 6 de agosto del año 1923 la visitó el Rey Alfonso XIII junto con su séquito.
La expansión
Al final de los años 20, la factoría estaba saturada de trabajo y la población de Reinosa había experimentado un fuerte crecimiento, hasta llegar a los 8.686 habitantes en 1.930. En ese momento, la plantilla de la factoría alcanzaba los 2.000 trabajadores.
Ese año sucedió otro hecho importante, ya que se instaló en el Campo de la Vega otra factoría, la Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica (Cenemesa), en la actualidad Gamesa Electric. La Naval aportó los terrenos y el 22% del capital; otros socios fundadores fueron el Banco de Bilbao y Westinghouse Electric.
Como colofón a esta década, no se puede dejar de mencionar la decisión que se tomó en el año 1925 de crear la Escuela de Aprendices, cuya eficacia y rentabilidad en la formación de los futuros trabajadores ha quedado demostrada con el tiempo.
Las tres décadas siguientes transcurrieron con altibajos, ya que en ellas suceden acontecimientos tanto políticos como económicos que afectan a la fábrica de manera desigual (República, Guerra Civil, II Guerra Mundial, crisis económica, etc.).
Muchos de ellos se reflejaron en las variaciones de plantilla de la factoría. De los 2.008 trabajadores de 1930 se pasó a 968 en 1935; en 1954 había 2.281 y en 1960 eran 2.089. Ese año, Reinosa tenía ya 10.331 habitantes.
Los primeros altibajos
En la década de los 60, las construcciones navales se vieron afectadas de una manera importante, como consecuencia de los acuerdos sobre armamento con Estados Unidos y por la crisis económica del año 1959.
En un intento de mantener la competitividad, el Estado creó en 1970 una nueva sociedad llamada Astilleros Españoles, donde se integraban, además de la Naval de Reinosa otras dos empresas del ramo: Astilleros de Cádiz y la compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques.
En 1968 se instaló en el recinto de la factoría campurriana otra nueva empresa, La Farga Casanova, concretamente en el lugar ocupado por los talleres de estampación de la Naval. Era la primera segregación de la actividad realizada hasta entonces.
Nada de eso evitó que la siguiente década, la de los años 70, siguieran languideciendo los pedidos del sector naval. En 1975 se montó una nueva prensa de 7.500 toneladas y, prácticamente al mismo tiempo, se comenzaron a fabricar componentes para el carro de combate AMX-30. Se producían tubos de cañón y cuñas de cierre para el cañón 105/55 que montaba este carro, el garapace o torre principal y otras piezas de menor tamaño. Esta fabricación fue transitoria, ya que en 1982 se entregó el último pedido.
En 1974, la fábrica tenía 2.624 trabajadores, el mayor censo de su historia, y la población de Reinosa era de 12.165 habitantes.
Los años 80: Modernización y conflicto
En la década de los 80, suceden varios hechos muy significativos. El 31 de julio de 1981 la planta se segrega de Astilleros Españoles, dando lugar a la creación de Forjas y Aceros de Reinosa.
El cambio de nombre implicaba un nuevo espíritu para afrontar tiempos difíciles de reconversión y modernización industrial, tratando de mantener la competitividad y las cuotas de mercado.
Las acciones comerciales dieron fruto y llegaron pedidos, fundamentalmente para exportación, desde el sector energético, la minería, las cementeras y los bienes de equipo. Unas buenas noticias, a las que se añadían las inversiones realizadas en un nuevo taller de cilindros para trenes de laminación y con la fabricación de cigüeñales armados y fibrados.
Todo ello contribuyó a una modernización de la fábrica y a cambios de producciones, pero las vicisitudes de la plantilla durante la década de los ochenta reflejaron las conmociones industriales y comerciales que el mundo estaba sufriendo desde la denominada crisis del petróleo y, en nuestro país, por la entrada en la CEE.
En concreto, entre el año 1980 y 1986, en La Naval de Reinosa se llevó a cabo una reducción de plantilla de 594 trabajadores, mediante jubilaciones anticipadas.
El 4 de marzo de 1987, se comunicó a los representantes sindicales la presentación de un nuevo expediente de desempleo que contemplaba un excedente de 463 trabajadores. Un anuncio que derivó en los conocidos Sucesos de Reinosa.
La privatización
Siguieron los avatares en la fábrica y en 1990 se creó el Grupo Sidenor, formado por Forjas y Aceros de Reinosa (Foarsa), y el Grupo Acenor, formado por las plantas de Basauri, Hernani, Larrondo, Llodio, Vitoria y Forjas de Villalva, en Madrid.
La Naval de Reinosa, que siempre había estado encuadrada en el sector público, se privatizó el 1 de diciembre del año 1995, pasando a manos del grupo vasco-italiano IFESA-RODA.
Diez años después, en noviembre de 2005, la multinacional brasileña Gerdau compró el grupo Sidenor, pasando a denominarse Sidenor-Gerdau, con 924 trabajadores.
Otros diez años más tarde, en 2015, Gerdau anunció su propósito de vender el grupo Sidenor y en junio del año 2016 fue adquirido por la sociedad Clerbil, formada por el anterior director general, José Antonio Jainaga, y un grupo de directivos. En ese momento, la plantilla de Reinosa era de 620 trabajadores.
La incertidumbre sobre el futuro de la planta, que los nuevos propietarios pensaban poner en venta, ha hecho que el Gobierno regional de Cantabria, a través de Sodercan, se implicase en el capital de la fábrica campurriana con una inversión de quince millones de euros, que garantiza el empleo y las inversiones hasta el año 2020.
La Naval que en su día se proyectó, tenía cinco líneas de producción (acería, forja, fundición, laminación y mecanizado). No se inventó nada, se trasladó un proyecto del que ya había varios ejemplos por el mundo, y siempre se entendió como si fueran dos hermanos siameses, inseparables.
Si bien es cierto que la cirugía ha experimentado un gran avance y lo mismo las formas de gestionar las empresas, se ha asumido, política y sindicalmente la división de la fábrica en dos negocios. Hay una razón poderosa, que seguir manteniendo la línea de laminación es la forma de producir las toneladas de acero que se necesitan para que la empresa sea rentable.
Los que, por razones de responsabilidad sindical, hemos participado en la negociación de planes industriales para la fábrica de Reinosa, hemos conocido proyectos en los que se planteaba una gran modificación para la laminación de Reinosa con el fin de hacerla más competitiva, si bien por unas u otras razones, nunca vieron la luz.
La Naval y Reinosa, una historia paralela
No es fácil resumir cien años de historia en pocas líneas y algún hecho relevante se habrá quedado en el tintero, pero este relato permite sacar algunas conclusiones sobre la fábrica y sobre la comarca de Campoo.
Por suerte, y por razones estratégicas, la Naval se ubicó en Reinosa, a donde llegaron después algunas empresas más, pero hoy sigue representando el 60% de la economía de la comarca; por eso en su día se defendió como se defendió. Son ya varias generaciones las que han vivido de esa fábrica, que se considera un patrimonio comarcal.
El Gobierno regional tiene la obligación de proteger y ayudar a la industria, el trabajo más estable en situación de crisis, y más en esta comarca. Campoo está ubicado geográficamente donde está y el polígono creado en 1987 sigue desocupado en un 50%. La evolución de la plantilla de la Naval y de la población de Reinosa son, desgraciadamente, muy negativos, ya que en el momento actual la Naval cuenta con una plantilla de 620 trabajadores y Reinosa, en el último censo de 2015, tenía 9.605 habitantes, cuando en el año 1984 eran 13.411.
La Naval de Reinosa y la comarca campurriana son como dos hermanos siameses. Con ese criterio se fundó la fábrica y así se ha demostrado a lo largo de los años.
Seguro que llegar a los cien años no ha sido una empresa fácil para todos los que han participado en ello, y resulta un orgullo para la población de Reinosa y de Campoo. Ya se decía en la época de los romanos que los pobladores de las tierras altas de Cantabria eran hombres intrépidos con coraje y valentía, que siempre combinaban el binomio inteligencia-constancia, unos atributos que son el fiel reflejo de un pueblo que defendió su patrimonio industrial con coraje en los llamados Sucesos de Reinosa, de 1987.
Esperamos y deseamos que los actuales propietarios de la Naval estén a la altura de las circunstancias y que siga siendo el motor económico de la comarca.
(*) Fernando Fuente ha sido presidente del Comité
de Empresa de Sidenor.