Las empresas cántabras meten la cabeza en la gigantesca industria de la defensa
La región fabrica tejidos para uniformes, sistemas de comunicación con satélites y para cada soldado individual, componentes...
Cantabria fabrica antenas muy sofisticadas para que cada soldado pueda estar directamente conectado con su mando durante un despliegue, antenas satelitales, ropa de uniformes y camuflaje, proporciona conexiones vía satélite a los barcos de la Armada norteamericana, componentes en un material tan complejo de manejar como el berilio… Cada vez son más sus aportaciones a la industria de defensa, pero en la mayor parte de los casos su destino está en el extranjero, y casi nunca llega como suministrador directo de los ejércitos sino a través de los proveedores de primer nivel.
A pesar de la larga tradición de Cantabria como astillero de la Armada imperial española y de que hace un siglo se crease la Naval de Reinosa para suministrar cañones más potentes a una Marina nacional humillada en Cuba, la presencia de la región en la industria de la defensa ha sido testimonial en las últimas décadas. No obstante, empresas locales están entrando en este sector que ofrece grandes perspectivas de negocio para quienes sean capaces de ofrecer el nivel tecnológico que requiere.
Siete de ellas (Erzia-Santander Teleport, Siemens-Gamesa, Textil Santanderina, Leading, el Grupo Fernández Jove, Acorde y TTI) han participado en un encuentro organizado por el Colegio de Economistas de Cantabria y han dejado constancia de que la aportación española solo puede centrarse en productos tecnológicos de muy alto valor añadido, para compensar la menor productividad nacional, que alguno de los empresarios achaca a la enorme burocratización a la que está sometida el sector en España.
Una gran oportunidad
La participación de Cantabria en el gigantesco mercado mundial de la defensa, en cualquier caso, sigue siendo muy pequeña. Y es una oportunidad perdida, ya que, según pusieron de relieve el presidente del Consejo General de Colegios de Economistas de España, Valentí Pich, y el decano del Colegio cántabro, Fernando García Andrés, la industria militar nacional facturó el pasado año en España unos 8.000 millones de euros, un 0,9% del PIB español y un 5,9% del PIB industrial. Más relevante aún es que las empresas de este sector exportan el 83% de lo que producen, quizá porque España es un país con un gasto en defensa proporcionalmente muy bajo.
Ese carácter exportador de la industria militar nacional demuestra que pueden desenvolverse bien en el exterior, a pesar de que se trata de un mundo controlado por gigantescas multinacionales. Casi siempre lo consiguen con productos asociados a los programas de renovación armamentística del Ejército español. El almirante Santiago Ramón González, responsable de la Dirección General de Armamento y Material dejó claro el interés internacional que han despertado las fragatas españolas de la serie F 110, extraordinariamente automatizadas, hasta el punto que requieren una tripulación de 140 hombres frente a los 400 de una fragata americana, o las buenas expectativas del submarino S-80, a pesar de los traspiés sufridos en su construcción.
En ambos programas participan empresas cántabras: Fernández Jove; Erzia, que ha aportado algunas antenas del mástil y sistema de combate del buque, el auténtico corazón tecnológico el barco; o Siemens-Gamesa, que entregó motores eléctricos de imanes permanentes para el submarino, un componente clave, dado que le aportará la gran autonomía que pretende tener en navegación sumergida. Y para todas ellas, ir a los mercados internacionales de la mano de la constructora pública Navantia es una carta de presentación decisiva.
A pesar de los escasos presupuestos que maneja el Ministerio, desde la Ley de Defensa de 2005, el país está inmerso en otros programas que pueden abrirle muchos más mercados, especialmente el vehículo de combate de ruedas 8×8, que va a incorporar una extraordinaria conectividad para todos los ocupantes. Además, España participa en otros proyectos de primera línea, como el tanque Leopard, el blindado de combate Pizarro, el Eurofighter o el avión de transporte A 400M.
A estas oportunidades para los fabricantes nacionales se suman las derivadas del cambio de política de la UE en materia de defensa, ya que por primera vez va a dotar un fondo de 17.000 millones de euros con este fin “una oportunidad que no podemos dejar escapar”, en palabras del responsable nacional de Armamento, que también recordó el interés puesto por las autoridades europeas en que los contratos no se los lleven únicamente las grandes empresas.
Juan Fernández Jove, vicepresidente del Clúster Marítimo de Cantabria, resaltó los avances de Navantia (la antigua empresa pública Bazán) en el campo de las fragatas, donde la dependencia tecnológica de EE UU prácticamente ha desaparecido. El Clúster ha puesto especial empeño en subirse al carro de este proyecto, que en su opinión no solo es una oportunidad de negocio, dadas la gran inversión que requiere el programa, sino que también servirá a las empresas participantes para engancharse a la llamada Industria 4.0, dada la tecnología de conectividad que demanda.
Cantabria tiene un papel muy activo en algunas de estas tecnologías, especialmente en el campo de las comunicaciones por microondas, ya que el Departamento que dirigía el fallecido José Luis García en la Universidad de Cantabria ha sido un auténtico semillero de iniciativas empresariales, entre ellas la de Acorde, que él mismo fundó. Aunque todas las empresas cántabras que participan en el campo de la seguridad y la defensa compaginan esta actividad con los contratos civiles, a día de hoy, tres cuartas partes de la cartera de negocio de Acorde están vinculadas al campo militar, según confirmó su CEO, Manuel Lobeira, y las dos terceras partes de esa facturación se consiguen en el extranjero.
Su estrategia es buscar nichos de mercado que no estén atendidos por las grandes compañías, y aceptar retos de ingeniería para los que puede resultar más competitiva que los proveedores asiáticos. Pero eso no es suficiente si no invirtiese cada año entre un 20 y un 25% de la facturación en nuevos desarrollos, “para no quedarnos fuera del mercado en 24 o 36 meses”.
El hecho de que haya tres compañías en Cantabria dedicadas a la electrónica de radiofrecuencia por microondas para la industria militar (Acorde, Erzia y TTI) sorprende pero no es un problema, en su opinión: “No colisionamos, cada uno tenemos nuestros mercados”, dijo. No obstante, Luis García, de Erzia, reconoció que se encuentran en muchos proyectos, donde sus productos llegan a convivir.
Erzia, creada en 2003, alcanzó un hito hace tres años, cuando una misión china depositó sobre la superficie de la Luna un robot que lleva tres amplificadores de potencia construidos en su sede de Santander. La compañía vende estas tecnologías prácticamente en todos los continentes.
Además, Erzia es uno de los socios de referencia del Santander Teleport, una empresa nacida de las necesidades que durante la pasada década le surgieron al Ejército de EE UU de comunicarse con las tropas que acababa de desplegar en Afganistán. Montó el parque de antenas parabólicas del PCTCan con un socio norteamericano, para trabajar en la banda X, de uso exclusivamente militar y, posteriormente, otros países se han servido de sus comunicaciones, incluidas las bases científicas españolas en el extranjero.
Comunicación individual con cada soldado
TTI es una empresa tecnológica santanderina que ha crecido espectacularmente en los últimos meses, con la compra de empresas en Francia y Holanda, que se suman a las que ya tenía en Reino Unido y Portugal. Acumula doce sociedades, con 200 trabajadores, de los que la mitad están en la capital cántabra, Madrid o Sevilla, y factura unos 20 millones de euros al año. En el campo de la defensa, además de sus sistemas de seguimiento satelital está desarrollando radares portátiles y antenas para seguimiento de satélites. Uno de sus proyectos más significativos son las antenas individuales para soldados, con gran capacidad de transmisión vía satélite, lo que les permite estar directamente comunicados con sus mandos durante un despliegue sobre el terreno, y que vende fuera de España.
La corraliega Leading, por su parte, forma parte de un grupo local que factura unos 25 millones de euros al año. Partió de actividades de bajo valor añadido pero ha acabado aportando componentes al futuro reactor de fusión nuclear. También trabaja para el sector aeroespacial y de defensa, actividades que compagina con las propiamente industriales. Son prácticamente los únicos fabricantes de Europa en berilio, un metal radiactivo que exige unas condiciones de trabajo muy especiales.
El Grupo Fernández Jove, con unas ventas similares a las de Leading nació no hace muchos años como una ferretería convencional en Torrelavega que, tras convertirse en proveedora de algunas fábricas de la zona, en el año 2000 se decidió a fabricar por sí misma algunos de los productos que servía, especialmente la valvulería naval. En este periodo ha pasado de 11 trabajadores a 120, según relató Antonio Fernández Jove, que está al frente de la empresa.
Fernández Jove reconoció que su mejor embajador ha sido la Armada, que le ha permitido acceder a mercados de cuatro continentes.
Para Siemens-Gamesa, los contratos con defensa han significado una producción más diversificada y hallar grandes sinergias. Tras los innovadores motores de imanes permanentes construidos para el submarino S-80, ha suministrado más de 150 motores de esta tecnología para otros sectores, especialmente el eólico y ha registrado varias patentes.
Cambia la percepción social
La investigación parece inevitablemente asociada a estos contratos militares, pero las empresas reconocen que no aprovechan suficientemente la capacidad de las universidades españolas en este terreno, lo que Marcos Pérez, de Leading, achacó a la “ansiedad” por los resultados a corto plazo que viven.
Lo que sí ha mejorado, según los fabricantes cántabros, es la percepción social que había en España y en la propia Unión Europea sobre la industria militar. La UE va a financiar por primera vez este tipo de programas, que siempre habían quedado al margen de sus programas, y en España detectan una actitud menos hostil de la opinión pública hacia su actividad, “aunque sigue estando mucho mejor visto decir que te dedicas a la moda que a la defensa”, dijo Roberto González, responsable de la División Militar de Textil Santanderina, una empresa que combina ambos sectores desde los años 70 en que empezó a surtir de tejidos a fabricantes de uniformes para el Ejército y que después ha llegado a suministrar a los de otros muchos países (Alemania, Francia, Italia, Bélgica…), a los que también surte de telas impermeables, mimetizadas e, incluso, ignífugas.
Santanderina, con once plantas de fabricación en el mundo y unas ventas de alrededor de 200 millones de euros, comercializa sus productos en 70 países y es una de las pocas empresas textiles que abarca todo el ciclo, desde la fibra e hilado a la confección final.
A pesar del interés y la singularidad de estas aportaciones individuales, la presencia de la industria cántabra en el sector de la defensa sigue siendo bastante inferior a su peso en el PIB.